La pregunta es importante y se reitera de vez en cuando. Está claro que nunca se considera que los valores son inútiles si no se dispone de las virtudes personales para alcanzarlos. El valor de la honestidad es una entelequia si la persona no está entrenada en su práctica y esto es la virtud, la capacidad de realizar los valores. Pero en nuestra cultura actual, “virtud” es una palabra maldita y, por tanto, todo queda en valores. Y sobre ellos, el Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (CEO) acaba de publicar un amplio estudio, una encuesta con 7.685 entrevistas. Por tanto, una base muy sólida que merece un análisis más allá de la noticia del día.
Para empezar, nos dice la encuesta que el 31% de la población de Catalunya vive en Barcelona y que, junto al Baix Llobregat, el Maresme y el Vallès Occidental representan el 59% de la población del país. La población total de la provincia de Barcelona constituye las ¾ partes de éste, mientras que Lleida sólo significa el 5,3% y casi el 10%, respectivamente, de Girona y Tarragona. Repitámoslo: éste es el resultado de la muestra, no son, por tanto, datos estadísticos.
La encuesta presenta dos singularidades a tener en cuenta: no se pregunta a partir de los 18 años, sino de los 16 y hay un 15% de la población que no tiene la ciudadanía española.
La distribución por edad señala uno de los principales problemas catalanes: el envejecimiento de nuestra población. La gente mayor de 64 años representa el 22,6%, mientras que los adolescentes y jóvenes de 16 a 34 años representan una cifra casi igual, el 24,8%. Aquí existe un problema importante que el gobierno de Cataluña tiene totalmente abandonado seguramente porque es políticamente incorrecto abordar todas las derivadas del bajón de natalidad y el proceso real de sustitución que se está produciendo debido a la llegada de la inmigración.
Según la encuesta, el catalán es ya claramente una lengua minoritaria en el país, sólo el 39% señalan que es la lengua propia, mientras que un 46% indica que es el castellano y un 13% otras lenguas. Esta diferencia en perjuicio de la lengua propia de Cataluña se acentuará rápidamente con el tiempo porque la dinámica demográfica nos dice que los hogares catalanes tienen menos hijos que la media, que ya de por sí reduce, 1,3 hijos por mujer, y que una componente demográfica es hispanoamericana y otra procede de dominios lingüísticos alejados de los dos idiomas que se hablan en el país.
La encuesta también nos da información sobre otra cuestión de la que hace años que hablamos y sigue sin resolver: el desequilibrio educativo de la población. Un 16,5% no ha terminado la ESO y un 17,5% sólo ha llegado hasta este nivel, por tanto, algo más de 1/3 parte de la población tiene un nivel educativo francamente bajo. Mientras que en el otro extremo tenemos una nutrida población universitaria, 1/4 parte del total han alcanzado este nivel. Pero al mismo tiempo las personas con formación de grado profesional son sólo 1/5 parte. Esta estructura no es normal, hay demasiada gente con bajos niveles de estudio y también con titulaciones universitarias que acaban trabajando en actividades por debajo del coste de la inversión llevada a cabo, mientras que tenemos una clara debilidad en personas que tienen titulaciones de primero o segundo grado en el ámbito profesional.
Entrando en el cuerpo de la encuesta, queda claro cómo en una primera cuestión, la familia es lo más importante para la vida de las personas, un 88% lo piensa así. Para un 56% lo es el tiempo libre, 53% el trabajo, 46% los amigos, sólo un 13% la política, y en un nivel prácticamente igual, un 12%, la religión.
Pero si en lugar de considerar sólo lo que es muy importante abrimos esta respuesta al segundo nivel de preferencia, lo que se considera importante, la clasificación cambia. La gente considera importante o muy importante en un 94% el ocio, un 91% los amigos y conocidos, 90% el trabajo, el 88% la familia, que cae pues a esta 4ª posición, la política significa el 54% y la religión 25%. Es evidente que estas diferencias se producen por el peso de la preferencia menor, lo que se considera simplemente importante, que crece mucho en los casos del ocio, la amistad y la política.
La lectura de estos datos define bien el perímetro de preferencia de los catalanes. Y se produce la paradoja de que la familia se alza como elemento decisivo en la vida de las personas, pero que, a pesar de ello, cada vez hay menos familias estables y más emparejamientos circunstanciales. Es una de las grandes contradicciones que sufre el país entre lo que pensamos que es bueno y lo que en realidad llevamos a cabo.
Es necesaria una atenta reflexión al respecto para identificar cuáles son las causas que producen esta diferencia. También es evidente que la gente valora mucho la relación y el tiempo libre, pero que el trabajo sigue siendo una pieza muy valorada de la vida de las personas.
La política ocupa un sitio secundario y la religión aún más. De todas formas, para ¼ parte de los catalanes se trata de una cuestión importante o muy importante. Claro que para un 42,5% resulta que no tiene ningún tipo de importancia. Seguramente estos últimos datos ayudarían a explicar muchos de los problemas que crecen en la sociedad catalana sin que se acabe de encontrar soluciones.
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