El 16 de febrero, el nuevo comandante jefe Oleksandr Syrsky ordenó la retirada de todas las fuerzas ucranianas de la pequeña ciudad de Avdíivka en el frente del Donbass.
La noticia en sí no fue una sorpresa para numerosos analistas militares, conscientes de la situación de semi encercamiento que Ucrania sufría por parte de los rusos desde hacía cuatro meses, pero no se esperaba que se produjera tan rápidamente.
La captura de Avdíivka supone la primera ganancia territorial digna de tal nombre desde la captura de la ciudad de Bakhmut, en mayo del 2023 y justo antes de la quiebra contraofensiva ucraniana.
Sin embargo, el precio que Rusia ha pagado para conquistar la pequeña ciudad en ruinas es excesivamente elevado según los análisis que se basan en el recuento de vehículos destruidos de ambos bandos provenientes de fuentes de información públicas.
Más importante aún, la conquista no implica ninguna reconfiguración importante del frente a menos que el ejército ruso consiga aprovechar la retirada ucraniana para avanzar con rapidez y romper limpiamente las líneas de los defensores, que han tenido cuatro meses para reconstituir en posiciones al oeste de la ciudad.
Así pues, la caída de Avdíivka tiene hoy por hoy un valor esencialmente simbólico, a la espera de confirmarse si tendrá consecuencias operacionales de envergadura.
Sin embargo, la batalla recientemente concluida podría también ser un símbolo de la creciente fragilidad de la posición militar de Ucrania.
Las quejas ucranianas por la falta de municiones y equipos nuevos provenientes de sus aliados occidentales se han hecho sentir de forma creciente, y especialmente intensa durante el asedio de Avdíivka.
Esto pone en evidencia que Ucrania, a diferencia de Rusia, sigue siendo esencialmente dependiente de la ayuda exterior para mantener la guerra.
Sin embargo, el principal valedor militar de Ucrania, Estados Unidos, se ve incapaz de mantener el ritmo de su ayuda. El paquete de 60.000 millones de dólares prometidos por el presidente Joe Biden ha sido avalado por el Senado estadounidense, pero está por sortear la Cámara de Representantes, donde la mayoría republicana podría tumbarlo.
Por su parte, los principales países europeos, Alemania y Francia, han extendido recientemente la ayuda militar a Kiev, pero ésta resulta claramente insuficiente para Ucrania. Efectivamente, los países europeos no disponen de la capacidad industrial de abastecer a su aliado militar en el este.
Sin contar con que las perspectivas económicas para el 2024 del Viejo Continente se han ido oscureciendo progresivamente y apuntan ya a una crisis de proporciones desconocidas por la combinación de estancamiento, inflación, deuda y desindustrialización.
Sin ayuda externa estadounidense, Ucrania podría verse muy seriamente incapacitada.
Pero es que además, a nivel interno, el país comienza a experimentar problemas de reclutamiento importantes, debiendo recurrir a la fuerza para seguir alimentando de hombres su maquinaria de guerra.
Sin duda se trata de una situación muy similar a la que tuvo que hacer frente Rusia en 2022, cuando inició la movilización parcial. Pero hay dos diferencias clave: la primera es que Rusia es demográficamente tres veces más potente que Ucrania; y la segunda es que más de 6 millones de ucranianos (es decir, en torno al 14% de la población del país antes de la guerra) han huido del país, según datos de Naciones Unidas de enero del 2024.
Todo ello puede hacer que la moral de combate de Ucrania pueda estar empezando a debilitarse, y éste podría ser el factor que en último término desencadenara un colapso de Ucrania tanto en el campo de batalla como en la retaguardia.