Por un diagnóstico integral y sistemático de Cataluña

La política se ha degenerada tanto, es tan curtterminista y emotivista, que contamina todas las formas de mirar el país. O quizás ella sólo sea el exponente más visible de la cultura hegemónica de nuestro tiempo, marcada por aquellos condicionantes.

Sea como fuere, sabemos más o menos, que las cosas no van bien, pero no tenemos ningún diagnóstico de Catalunya lo suficientemente global y que se remonte por encima del vuelo gallináceo.

Las notas que a continuación siguen quieren situar aspectos que necesariamente debería contemplar esta visión integral

Necesitamos cierta perspectiva histórica, a la que éramos muy dados en el pasado, y que con las nuevas y más recientes hornadas generacionales ha desaparecido del todo, posiblemente porque comparten cierta concepción adanista de la vida: todo empieza con ellos. Se trata de insertar nuestra historia en la «Historia Grande», articular unos mapas de los tiempos históricos y ver en ellos la posición y dinámica de Cataluña. Presentar Cataluña en su contexto de civilización en cada momento.

Arnold J. Toynbee en “Estudio de la Historia”, advertía que “aplica esta reflexión en Gran Bretaña y en períodos más antiguos en Inglaterra, formulando una cronología retrospectiva desde la industrialización en la última parte del S. XVIII hasta el S. VI” . Y debe ser así porque los límites del propio país son demasiado pequeños para no obtener una visión deformada.

Hay que percibir Cataluña como fruto de «la mentalidad social activa en cada tiempo» . Como afirma Vicens Vives. Explorarlo a partir de exégesis del paradigma que determina el sistema de valores de cada época, como señala Thomas S. Kuhn, y con él determinar los marcos de referencia, en la concepción que hace explícita Charles Taylor en “Fuentes del Yo, que “proporcionan los trasfondos implícito o explícito, por nuestros juicios, intuiciones o reacciones morales… Articular un marco referencial es lo que da sentido a nuestras respuestas morales”.

Otra dimensión necesaria que abordar es el diagnóstico histórico y presente desde la perspectiva del capital humano y social, dado que ambos han sido fundamentales en el pasado por carencia de capital natural de Cataluña. También, la etiología de los tipos de capital, su origen y desarrollo. Los capitales natural, humano y social, añadidos al capital público, al capital privado y a los procesos de acumulación de capital. Con certeza que un mejor conocimiento de su evolución y situación actual nos diría mucho de nuestra situación, sobre todo en términos de reducción de nuestras ventajas comparativas.

Fuimos un pequeño imperio mediterráneo ante la letra, más cercano al muy posterior y gran modelo británico que al castellano, hemos sido pobres demográficamente y en recursos naturales, y nos hicimos relativamente ricos con la industrialización, fuimos en el siglo XVIII poco más que el equivalente económico actual de Extremadura, para situarnos unos cien años más tarde a la cabeza. Y hemos perdido esta condición y hemos basculado de la productividad industrial, en el trabajo intensivo del terciario de baja productividad.

¿Cuál es nuestra hoja de ruta? ¿Tenemos alguna?

Ya no tenemos conciencia de la gran remontada histórica que hicimos. ¿Cómo podemos ir bien si ignoramos las buenas referencias? Unos factores han sido decisivos en esa excelente dinámica: La estrecha articulación, no siempre bien armonizada, entre progreso y tradición; muy fuerte, porque éste es un país sin apenas Ilustración y con una larga, muy larga, edad media. Cabe recordar que la Generalitat es la institución medieval por excelencia. Somos el país que valora «la herramienta y el trabajo», que tiene en el pactismo uno de sus horizontes políticos (el pactismo, no lo entrega a cambio del plato de lentejas por los cuatro dirigentes que se aprovechan).

La casa solariega, después la familia, la estirpe, es decir el parentesco extendido a lo largo del tiempo, han sido básicos, tanto que están en el origen de buena parte del capital inicial necesario para empezar la industrialización. Y la fe católica con la Iglesia, que impregna toda nuestra producción cultural y acoge y contribuye al mantenimiento de la lengua. Ella, junto a la familia, hacen siempre posible nuestra recuperación cultural en épocas difíciles. Y así llegamos a la madre de todos los huevos. La familia catalana, ella genera, ya lo he dicho, el capital cultural mínimo necesario, y es la única fuente primaria, aquí y en todas partes, de capital social y humano.

Los sistemas educativos actuales, adanistas como sus impulsores, han olvidado esta evidencia y llenos de un orgullo estúpido piensan que sin familias es posible que la escuela enseñe bien.

Los resultados y la montaña de dinero que esto cuesta está a la vista. Y también la otra pieza de nuestra corona sin rey, el asociacionismo popular, que llena de comunidad el talante individualista catalán. Diría que ambas cuestiones también están dañadas. El derrumbe de las cajas de ahorro señala el desastroso fin de una época, que nos ha dejado abiertos en canal en manos del oligopolio bancario, y sin lo que era un sistema financiero propio. El culpable del desastre no reparado tiene un nombre: partitocracia. Habría que pasarles cuentas.

¿Cuál es el estado de todo esto, mantienen todos estos factores institucionales su capacidad?

Es evidente que no. Es más, todo sufre una aguda crisis. La infraestructura social y cultural del país está degradándose, sufre una erosión continuada, y lo que es peor, nuestros políticos, y élites económicas y culturales, parecen entusiasmadas con que así sea. De pequeño pensaban que los niños venían de París y de mayores creen que la buena economía baja del cielo.

No se han detenido a pensar que la economía es una antropología y sin personas, familias, creencias, valores y virtudes, tradiciones y formas de hacer favorables, todo acaba yendo a pique. ¿O es que no quedó claro con la implosión soviética y su homo economicus, o en la permanente hipercrisis argentina fruto de una mentalidad y forma de hacer?

La forma en que enfocamos la brutal crisis de natalidad y déficit vegetativo es un ejemplo paradigmático de nuestros errores monumentales.

Se mira esta fuente de destrucción económica, social y cultural con indolencia suicida y se celebra el alud de inmigrantes que estimula el crucial problema de la baja productividad, porque incita el crecimiento de los sectores intensivos en mano de obra barata. El 95% del empleo creado en el último año (el nuevo; no la cobertura de vacantes) ha sido ocupado por inmigrantes. En la Barcelona del exdiseño, hoy rónega y destartalada, las pensiones ya superan la aportación del excedente bruto de explotación (simplificando los beneficios empresariales) en la formación de la renta, y los nacidos en el extranjero ya se acercan al 30% de la población. Ésta es la verdad molesta.

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