Tras la gran caída del PIB de 2020, se esperaba el gran rebote con crecimientos fastuosos numéricamente. En realidad más que crecer se trataba de una recuperación del gran batacazo del año de la covid en la que España e Italia tenían que recuperarse mucho más rápidamente que el resto de socios europeos, porque el bajón fue mucho mayor.
Sin embargo, han ido pasando los meses y este fuerte impacto en el caso español no se pone de manifiesto. El crecimiento acumulado desde principios de año es de sólo el 2,4%, frente al 4,4% de Francia y el 5,6% de Italia. Sólo Alemania evoluciona con menor fuerza, 1,7%, pero es que el rebote alemán no podía ser tan fuerte porque su merma en el 2020 fue mucho menor. Veámoslo con cifras: en el tercer trimestre de 2021 con relación al cuarto trimestre de 2019, España había caído un -6,6%, Italia un -1,4%, Alemania un 1,2%, la eurozona un -0 ,5 y Francia un -0,1%. Con este ritmo, todos los países de la eurozona se habrán recuperado, algunos sobradamente, el próximo año, mientras que en el caso de España es muy dudoso que sea así.
¿Por qué sucede esto? Una primera explicación puede ser la inflación. Con un IPC del 5,5%, España presenta un desgaste de los ingresos de los hogares mucho mayor que Francia o Italia, donde la inflación es 2 puntos inferior. La pregunta es cómo gestiona el gobierno este problema. La segunda cuestión es el impacto en la escala de los costes eléctricos. Y aquí también existe una gran diferencia en la política española, francesa e italiana, que han seguido el camino de atenuar el impacto de las subidas de la energía eléctrica mediante incrementos importantes de las subvenciones a las empresas y recortes de impuestos.
Nada de esto se ha hecho en España, y por tanto, la mayor parte de los ciudadanos y todas las empresas soportan un sobrecoste añadido. Y todo ello con un agravante: es sabido que parte de estos costes se deben a los costes de emisión de CO2, pero lo que se dice menos es que estos costes para el consumo se traducen al mismo tiempo en un ingreso neto para los gobiernos. Solo en el primer semestre, España ha ingresado 1.125 millones de euros que han pasado a engrosar las arcas del estado. La pregunta clave es por qué este dinero no se dedica a aminorar el impacto sobre el ámbito de la producción industrial y del consumo. La tacañería del gobierno seguramente tiene mucho que ver con este menor crecimiento.
El último factor de esta lista de posibles causas es la baja capacidad inversora que está demostrando el gobierno. Existen presupuestados 27.000 millones de euros este año como inversiones del plan de recuperación. Pero apenas se han ejecutado en realidad 5.000 millones. La diferencia es astronómica y señala uno de los problemas de fondo que puede llevar a pique la lluvia de millones procedente de Europa: la baja eficiencia de la administración española. Por si fuera poco, la inversión pública este año hasta el mes de agosto se había reducido un 2,4% en relación al año anterior.
Todo ello ayuda a explicar por qué España crece menos, mucho menos, y tiene una razón central: las inadecuadas políticas del gobierno Sánchez y la deficiente gestión de la administración española.