La quintaesencia del problema que padecemos es la mortalidad. Si la actual pandemia se desarrollara como una gripe benigna, tendría un impacto sobre nuestra salud y sobre la economía, pero sería muy moderado. Conviviríamos con el virus en nuestra vida cotidiana sin particulares problemas.
Lo grave de la pandemia es que mata, y lo haría todavía más si no dispusiéramos de un servicio de salud desarrollado. También sabemos, por triste experiencia, que se ceba en las personas de más edad, más bien lo contrario de la gripe, que tiene una incidencia sobre todo en la población más joven, si bien su agresividad es moderada.
Y si la mortalidad es la cuestión clave, por qué actúa en estos términos en unas personas y no en otras es todavía un gran interrogante. Cuando se despeje se habrá dado un buen paso para prevenir y curar la enfermedad.
Porque la realidad es que conocemos muy mal a este coronavirus el SARS-CoV-2 que causa la enfermedad llamada Covid-19, y que es muy distinto al virus causante de la gripe. Pertenecen los coronavirus a una amplia familia de virus, que normalmente solo afecta a los animales, si bien algunos, como ya hemos visto, pueden saltar a los seres humanos.
Ya lo vimos con el SARS-CoV, aquella otra epidemia de origen en Asia, y que apenas tuvo repercusión entre nosotros, que se produjo entre el 2002-2004. Fue conocida como epidemia de síndrome respiratorio agudo grave. El síndrome respiratorio agudo grave (SRAG), mas conocido por sus siglas en inglés, SARS (severe acute respiratory syndrome) es una neumonía atípica que apareció por primera vez en noviembre de 2002 en la provincia de Cantón, China. Se propagó a las vecinas Hong Kong y Vietnam a finales de febrero de 2003, y luego a otros países a través de viajes por medio aéreo o terrestre de personas infectadas.
La enfermedad tuvo una tasa promedio de mortalidad global cercana a un 13 %, si bien varió en cada país, pero en cualquier caso fue mucho más elevada que el SARS-Covid-2 actual. Una característica diferencial con el actual coronavirus es que las personas que pueden ser portadoras y a su vez no presentar síntomas son escasas, y ello facilitó el mejor control de la epidemia. Porque el problema del actual coronavirus es la gran cantidad de personas asintomáticas que han extendido sin saberlo la enfermedad. De ahí la tardanza en la reacción española, el 8 de marzo aun se permitían actos masivos, y la falta de test de pruebas han dado lugar al desastre español.
Se dice que los coronavirus son mas estables que los virus, es decir que mutan menos, lo cual puede facilitar el uso de la vacuna, pero tal cosa no significa que no lo hagan. En Islandia, que es el lugar del mundo donde se han hecho más pruebas a la población en relación al número de habitantes, el 9%, (en Noruega 2% y en Alemania y Corea el 1%; España está lejos de esta cifra, aunque sin duda aumentara significativamente a partir de abril), se han detectado 40 mutaciones.
Sabemos que el SARS Covid-2 tiene efectos muy distintos en las personas, si bien concentrados en los mayores de 69 años, que depende de patologías previas, especialmente enfermedades de corazón, inmunodeficiencia, tensión arterial alta, más en hombres que en mujeres, y que la complicación mortal mas frecuente es la doble pulmonía. Pero se desconoce porque la reacción inmunológica que la produce se da en unas personas y no en otras. Sabemos la causa principal de la muerte, pero no cómo lo hace. Mientras este aspecto no se clarifique la lucha será sobre todo sintomática y buscando la reacción positiva del propio organismo.
Las causas pueden ser de dos tipos. Una, la distinta predisposición genética de cada individuo. Otra, el que existan algunas mutaciones que sean más agresivas que otras. Y lo más probable es que se trate de una combinación de ambas causas. En este punto crucial se libra el frente fundamental que va a decidir el éxito y el coste de la batalla.