Vivimos en una policrisis. Las consecuencias de las grandes rupturas de la sociedad desvinculada

Policrisis es una nueva palabra que define bien la situación en la que estamos instalados, si bien es tan nueva que el chat GPT, la inteligencia artificial al alcance de todos, que ha revolucionado el escenario, pero que solo tiene información hasta septiembre de 2021, carece de respuesta sobre su origen.

También ha aflorado otro concepto, permacrisis, elegido por el diccionario británico Collins como palabra del año 2022. Este término responde a un periodo prolongado de inestabilidad e inseguridad derivado de una serie de «eventos catastróficos». La irrupción de la COVID-19, la guerra en Ucrania o la crisis energética podrían ser algunos de ellos.

Por su parte, la policrisis hace convivir cinco crisis a la vez, que, por sí solas, ya supondrían un reto para las autoridades económicas.

En la actualidad, estas cinco crisis son:

La sanitaria. Aunque la situación hoy en día es muy distinta a la de 2020, cuando el mundo entero sufría la primera ola de COVID-19, los efectos de la pandemia todavía se hacen notar, especialmente en China, que dos años después de aquellos primeros casos atravesó su peor ola, con morgues y UCI saturadas.

La geopolítica. Esta crisis es palpable en la guerra en Ucrania, que comenzó hace un año con la invasión de Rusia, y en las tensiones entre Estados Unidos y China.

La inflación. Aunque hace tiempo que los precios empezaron a subir, a día de hoy la inflación se encuentra en tasas elevadas de forma más intensa de lo que se preveía en un primer momento. La previsión para 2023 es que la inflación baje; de hecho, ya ha empezado a desacelerarse.

La crisis energética. Ya a finales de 2021 los precios de la energía en Europa sufrieron un fuerte repunte, que se vio ampliado tras el estallido de la guerra en Ucrania. Con el conflicto, todas las miradas se centraron en el gas y el petróleo (Rusia es país exportador), además de en la electricidad. El alza de los precios ha contribuido a elevar la inflación durante 2022. Sin embargo, el hecho de que el invierno esté siendo más suave de lo que se esperaba, junto con las medidas tomadas frente a la crisis energética, está aliviando la presión sobre los precios.

La crisis climática. De todas las crisis, quizá sea la más complicada de evaluar por la dificultad de medir sus efectos en el largo plazo. Las consecuencias de la crisis climática son múltiples. Entre ellas, la ONU cita la subida de las temperaturas globales, lo que provoca que polos y glaciares se derritan, suba el nivel del mar y afecte a poblaciones costeras; la inseguridad alimentaria e hídrica o los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos. También es un catalizador de conflictos por los desplazamientos masivos en busca de recursos.

Pero esto es una visión benévola de la realidad, porque hay otros muchos factores críticos que nos afectan a escala europea, española y catalana.
Uno de ellos es el de la inmigración, fuente de tensiones, de desastres humanitarios, y de presiones internas. Por ejemplo, el catalán, en su uso social está retrocediendo a pesar de su oficialidad de las actividades relacionales y profesionales, incluso escolares. Solo un tercio de los hogares son catalanoparlantes.

Existe un potencial emigratorio extraordinario en África del que vivimos solo algunos aspectos, pero no ha alcanzado ni mucho menos toda su dimensión. África es un continente que explota de juventud mientras que Europa vive una decadencia cada vez más senil, sumergida en una crisis de natalidad que cree que va a controlar, si bien no sabe cómo. Al mismo tiempo en el Sahel el islamismo de la guerra crece y avanza. También gana posiciones Rusia en la vertiente militar desplazando a Francia.

Y esta crisis de natalidad, ese no querer o no poder tener hijos; en la ciudad de Barcelona la tasa de fertilidad es de 1,01 hijos por mujer, la mitad de la tasa de remplazo que sería necesaria, comporta a largo plazo el derrumbe de nuestras sociedades, tal y como las entendemos. Sin ir más lejos está sucediendo ya en ciudades como Barcelona o Berlín.

Hay una crisis de legitimación política a todos los niveles, que cuestiona el fundamento de todo el entramado institucional. En Cataluña, la respuesta a la pregunta del CEO, de cuál es el principal problema, las respuestas señalan precisamente a la política. Existe en el caso de España una degradación de algunas instituciones como el Tribunal Constitucional a cuentas de la partitocracia.

Las heridas mal cerradas, de la crisis del 2008 y la COVID. Esta ha marcado nuestra historia, ha causado un daño trágico con la muerte de las personas, sobre todo mayores, reduciendo por primera vez la esperanza de vida desde la Guerra Civil. Todo este desastre se ha desarrollado sin que se rindieran cuentas, sin que se elaborará una nueva legislación a partir de las experiencias vividas. El daño social del 2008 está lejos de estar cerrado.

La ruptura de las cadenas de valor empezó con China, el problema se aminoró, pero la cuestión sigue pendiente porque la economía globalizada requería una ”pax romana“ que se ha esfumado.

El impacto de las ideologías emergentes del siglo XXI, el feminismo de la lucha de géneros, las identidades políticas LGBTIQ y una visión que reduce al ser humano a una especie más, singularmente destructora, pasa ya factura y crecerán sus costes, porque las ideas si cuajan siempre tienen consecuencias, y bajo aquellas la cohesión social es inviable.

Cataluña tiene una cuenta particular con su pugna interna y externa con la independencia, mientras la cuestión dura y dura, el país declina, con la única excepción, y no es una buena noticia, del turismo masivo.

Y esto solo es un esbozo de la policrisis y la permacrisis, que carecen de solución si no se abordan las grandes rupturas que ha generado La Sociedad Desvinculada  y lo que he probado de explicar dándole forma de libro. Una razón a su favor es que editado en 2014, la nueva reedición 2023, solo ha exigido adecuar algunos datos numéricos al desfase temporal, pero sin tocar absolutamente nada del texto, porque ahora lo que se diagnostica es mucho más evidente que cuando vio la luz por primera vez.

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