París ha quemado a finales de junio y primeros de julio cuando se ha producido la última revuelta de las Banlieues (barrios urbanos periféricos)

Banlieue es una expresión francesa equivalente a periferia o suburbio. De banlieues las hay de todo tipo, burguesas y acomodadas, obreras y humildes, desfavorecidas y deprimidas. En París se han hecho famosas por su conflictividad las banlieues empobrecidas habitadas principalmente por inmigrantes provenientes del Magreb y del África subsahariana.

Son extrarradios multiculturales poblados por hijos y nietos de inmigrantes instalados principalmente en los años sesenta y setenta del siglo pasado, sobre todo magrebíes y subsaharianos. Hoy suburbios llenos de gente joven que se siente discriminada y sin horizontes de vida. Los disturbios y las revueltas estallan periódicamente.

La última revuelta, calificada por muchos medios franceses de insurrección, estalló el pasado 27 de junio en Nanterre, ciudad de unos 100.000 habitantes, situada en la banlieue de París. El hecho desencadenante de la revuelta fue la muerte de un joven magrebí de 17 años, de nombre Nahel, a manos de un policía que le disparó a quemarropa después de que el joven no hubiera respetado la orden de detener el coche que conducía en un control.

Enseguida aparecieron en las redes sociales  vídeos con la noticia del “asesinato“ de un joven magrebí a manos de la policía francesa y a partir de ahí comenzó una semana de gran violencia en la banlieue de París y de muchas otras ciudades francesas.

Los desperfectos causados por los disturbios y la vandalización a lo largo de los seis días posteriores al 27 de junio han sido muy importantes.

Más de 700 miembros de los cuerpos de seguridad y 30 bomberos resultaron heridos, más de 250 locales policiales fueron atacados, cerca de 12.000 vehículos fueron quemados y 2.500 edificios incendiados o destruidos. Cientos de comercios y otros negocios fueron saqueados.

Los incidentes más graves se produjeron en Marsella. En esta ciudad y en la de Nimes se asaltaron armerías. La vivienda de un alcalde fue atacada e incendiada, con riesgo grave para la familia que se encontraba en el interior del edificio. Un total de 45.000 policías fueron movilizados, muchos de los cuales fueron tiroteados por los sublevados. Se han producido más de 3.000 detenciones. La gran mayoría de los sublevados eran jóvenes o muy jóvenes. El 30% de los detenidos son menores de edad.

La revuelta de las banlieues de 2023 no ha superado las tres semanas que duró la de 2005, pero ha sido mucho más devastadora y también más preocupante para el Estado francés.

En el tercer día de los disturbios, el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, se vio obligado a suspender su importante visita de Estado a Alemania, preparada con mucho detalle y anticipación, que debía superar los problemas que está conociendo actualmente el funcionamiento del eje franco-alemán dentro de la UE, un eje clave como todo el mundo sabe.

Nadir Kahia, presidenta de la asociación Banlieue Plus, ha declarado lo siguiente:

«En la banlieue hay un malestar profundo y ese malestar existe desde hace al menos cuarenta años. En los años 60 y 70 del siglo pasado se construyeron barrios con muchas viviendas para responder a un problema económico: se necesitaba mano de obra, por tanto, inmigrantes.Se hizo venir a mucha gente y esta gente ha tenido hijos, nietos y bisnietos.Los grandes protagonistas de las revueltas son precisamente adultos, jóvenes, adolescentes, menores, pertenecientes a la segunda, tercera o cuarta generación . Estos jóvenes protagonistas de las revueltas son franceses, pero no se sienten franceses, porque el Estado nunca los ha considerado como tales y no ha resuelto los problemas de fondo: educación, vivienda, desigualdades, discriminaciones y violencia policial».

Nadir Kahia añade que, según un informe del Defensor del Pueblo francés del año 2020, «un 80% de jóvenes percibidos como negros o árabes declaran haber sido controlados por la policía y los gendarmes entre 2012 y 2017, mientras que el ratio correspondiente al resto de la población es sólo del 16%».

Con la revuelta de 2023 van ya cinco años consecutivos en los que Francia muestra que está socialmente en crisis.

Primer0 fue la revuelta de los gillets jaunes (chalecos amarillos) de 2018, que aún dura.

Se trata de un movimiento social que tiene su origen en protestas esporádicas e improvisadas contra el aumento del precio de los combustibles, la injusticia social y la pérdida de poder adquisitivo por parte de las clases medias y bajas de la población. Ha movilizado de forma transversal a millones de personas, con especial protagonismo de las regiones rurales y de las antiguas regiones industriales.

Es un movimiento que canaliza numerosos motivos de malestar social, como el descontento de los agricultores, de los perdedores frente a las élites urbanas, de los perjudicados por el centralismo y la enorme burocracia francesa, de los desplazados por la globalización, etc. Después llegaron las protestas contra la reforma de las pensiones y ahora una nueva insurrección en las banlieues.

La imagen de Francia ha quedado muy perjudicada. Se ha escrito que incluso podría peligrar la celebración de los Juegos Olímpicos de París en 2024.

Los analistas escriben que son síntomas de una crisis social francesa profunda y  generalizada. El presidente Macron ha manifestado precisamente que desea «comprender en profundidad las razones que han llevado a todos estos eventos».

Su ministra Olivia Gregoire, encargada de comercio y turismo, ha manifestado lo siguiente:

“Debemos celebrar que la revuelta se haya terminado finalmente, pero lo esencial es buscar sus raíces profundas y combatirlas. Es demasiado fácil, como hacen las oposiciones de extrema izquierda (Melanchon) y de extrema derecha (Marine le Pen), analizar las cosas según les conviene. Para la extrema izquierda la culpa es de la policía y de las instituciones y para la extrema derecha la culpa es de las barriadas. Nosotros (los centristas) decimos que es necesario analizar bien lo que ha pasado, entenderlo y tratarlo“.

Uno de los analistas políticos más significados es Jérôme Fourquet. Ha publicado un libro que ha tenido un gran impacto en Francia, titulado L’archipel françaisNaissance d’une nation múltiple et divisée (Seuil, 2019).

Explica que en los últimos decenios Francia ha cambiado radicalmente.

La dinámica de esta metamorfosis lleva a «una nueva Francia convertida en un archipiélago de islas que se ignoran unas de otras». Lo que eran los cimientos de la Francia tradicional, es decir, su «matriz católica-republicana», están derrumbados. Se ha producido una «dislocación» de la «matriz católica» de Francia y un «desmoronamiento» de «la otra iglesia», el Partido Comunista Francés.

Francia, según Fourquet, vive un proceso de archipelización de toda la sociedad: secesión cultural, geográfica e ideológica de las élites, aislamiento de las categorías populares, burbujas populistas y de resentimiento hacia las élites, formación de un reducido espacio católico, instauración de hecho, de una sociedad multicultural que no consigue llegar a ser intercultural, fuerte presión demográfica de la inmigración sobre el total de la población, desaparición de las referencias culturales comunes.

La líder de extrema derecha, Marine Le Pen, ha decidido mantener un perfil bajo sobre la última revuelta de las banlieues.

Dicen los analistas que se calla y espera. Sigue  los eventos y lee las encuestas. Sabe que juegan a favor de su partido, el Reassemble National (RN), bien situado de cara a los comicios europeos del próximo año. Con toda seguridad, intentará en 2027, por cuarta vez, llegar a la presidencia de la República Francesa. Macron no puede volver a presentarse (no puede optar legalmente a una tercera presidencia). Esta vez Marine le Pen puede estar más cerca que nunca de conseguir su objetivo.

Se acaba de hacer pública la valoración de los daños causados por la revuelta de este año:

La federación de compañías de seguro, France Assureurs, estima que tendrán que hacer frente a reclamaciones por un valor de al menos 650 millones de euros, derivadas de 11.300 declaraciones de siniestro. «El país nunca había vivido una situación parecida, han sido seis días de una violencia extrema. Los actos de pillaje han sido generalizados, con una voluntad clara de destruir. Se han estropeado por incendio o actos vandálicos 4.000 edificios, uno 55% de propiedad privada y el resto públicos. 7.400 vehículos han sido pasto de las llamas».

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