Revueltas generalizadas en Francia: ¿cuáles son las causas?

Las imágenes de varias noches con revueltas generalizadas y graves ataques y saqueos en todo el territorio francés han dado la vuelta al mundo.

Numerosas voces, en general profundamente ideologizadas y políticamente interesadas, han atribuido este estallido de violencia al «racismo» y a la «violencia» de la policía francesa, así como a las «desigualdades» existentes en el seno de Francia y que afectan particularmente a los inmigrantes .

Pero la realidad es bastante diferente. Y en cierto modo, mucho más inquietante, aunque como Converses ya había explicado, en Francia el miedo a situaciones como la actual está muy presente desde hace tiempo.

Revueltas en Francia: ¿cuáles son las causas?

Odio a la policía

En primer lugar, resulta impactante la violencia de los sublevados contra las fuerzas de seguridad del país galo. En Marsella, el pasado jueves dos policías fuera de servicio y que tuvieron la mala suerte de ser reconocidos fueron agredidos prácticamente hasta la muerte.

En Lyon, otras siete policías sufrieron el viernes heridas causadas por armas de aire comprimido. Los policías heridos en tan sólo cuatro noches se cuentan por cientos. Y sólo durante la madrugada del viernes fueron atacados 31 comisarías de policía nacional, 16 sedes de policía municipal y 11 cuarteles de gendarmería. Algunas de ellas se quemaron hasta los cimientos.

Hay que entender que esta violencia desatada contra los depositarios de la autoridad pública no es en absoluto nueva en Francia. Para hacerse una idea de la situación, hay que tener en cuenta que sólo en 2021 se produjeron en Francia más de 27.000 rechazos de acatamiento de las órdenes policiales, muchos de ellos en controles en los automóviles.

Desde este punto de vista, que el año pasado estas situaciones desembocaran en sólo 13 muertes por disparos de la policía podría considerarse como una cifra más bien baja. Y es que hay que tener en cuenta que estas situaciones, a menudo vinculadas al tráfico de drogas, son muy peligrosas para los policías, y cada año hay docenas de agentes que resultan heridos, a menudo de gravedad.

Crisis de autoridad y contracultura

En segundo lugar, y enlazando con esta crisis de autoridad pública, cabe destacar que en Francia se ha creado desde hace décadas una situación explosiva en los barrios con un fuerte porcentaje de población de origen no europeo.

La asimilación de las sucesivas oleadas de recién llegados a la cultura francesa ha resultado un fracaso estrepitoso a pesar de los innumerables planes y miles de millones de euros dedicados a las banlieues y cités. Con el tiempo se ha generado una verdadera contracultura antifrancesa.

No es tanto que los habitantes de estos sitios constituyan un bloque homogéneo, aunque es evidente que son un caldo de cultivo de fenómenos como el islamismo y el tráfico de drogas. También tienen en común un profundo desprecio hacia todo lo que represente a la «Francia oficial», empezando por el Estado.

Así pues, no es de extrañar que además de atacar a comisariados, los insurgentes hayan prendido fuego a bibliotecas, escuelas y ayuntamientos, además de saquear numerosos comercios. El objetivo es hacer desaparecer a la autoridad pública de sus «territorios».

Políticas de inmigración absurdas y prestaciones sociales contraproducentes

En tercer lugar, y hablando de territorios, las revueltas han dejado en evidencia el error de los sucesivos gobiernos franceses en materia de políticas de inmigración. Éstos han facilitado enormemente la inmigración no cualificada de países tradicionalmente hostiles a Francia, como Argelia, o simplemente muy alejados culturalmente, como Marruecos o Turquía. Solo en el 2022, los consulados franceses entregaron más de 130.000 visados a argelinos. En el 2019, la cifra fue increíble, 270.000 visados.

Otro error es el generoso régimen de subsidios públicos gestionado por las «Cajas de Subsidios Familiares», y el exceso de vivienda social (la ley francesa obliga a los municipios a disponer de un 25% de vivienda protegida, sobre la que los alcaldes no tienen potestad). Los extranjeros disfrutan también de estas ventajas que no incentivan precisamente el trabajo y la superación personal. No hay que olvidar tampoco que Francia es el país con el mayor gasto social del mundo.

Finalmente, la repartición geográfica de los inmigrantes en todo el territorio francés ha sido otro fracaso, ya que el efecto conseguido ha sido que incontables villas de tamaño medio, tradicionalmente tranquilas, se conviertan en protagonistas de terribles escenas de violencia estos últimos días a diferencia de la gran ola de altercados de 2005.

El fracaso de la república laica y del progresismo

En cuarto lugar, y tratándose de la integración de la población extraeuropea, cabe destacar particularmente el fracaso de las políticas de carácter progresista y laico. Éstas dominan el panorama político, mediático e intelectual en Francia desde 1905, cuando se aprobó la «Ley de separación de la Iglesia y el Estado» que perseguía veladamente erradicar el catolicismo de la cultura oficial francesa.

La educación «republicana», que insiste en excluir las raíces católicas de Francia y reduce la cultura nacional al mito de la revolución de 1789 y a una serie de principios vacíos y procedimentales, como «tolerancia», «civismo» y «democracia» se ha demostrado totalmente incapaz de convencer y proporcionar una identidad atractiva a los recién llegados.

Además, desde los años 70, la introducción de postulados aún más radicales provenientes del marxismo posmoderno de autores como Jacques Derrida, por los que la sociedad occidental es opresora por naturaleza, ha hecho aún más daño explicando a los inmigrantes extraeuropeos que estaban siendo víctimas de la cultura francesa.

Hoy, en las banlieues, el sentimiento de victimización, combinado con el resentimiento al que éste inevitablemente conduce, está profundamente extendido gracias a los prohombres del progresismo. Paradójicamente, los mismos que se quejan de la «violencia» policial.

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