De la pandemia que nos aflige sabemos cuatro cosas ciertas: la elevada mortalidad de las personas mayores de 70 años, las importantes secuelas que deja en parte de los que la han sufrido, una gran destrucción económica y la incertidumbre que provoca. De las cuatro cuestiones, la más dolorosa son las muertes, la más vital para el futuro es la incertidumbre. Sobre esta no se puede conseguir nada sólido. La conclusión es evidente. La responsabilidad principal de los gobiernos, el español y el catalán, es procurar certezas; ser previsible y fiable. Los partidos que no gobiernan tienen que contribuir, pero la responsabilidad fundamental es del que tiene el poder. Desdichadamente, esta no es la característica más destacada de nuestros gobernantes, y tienen que cambiar radicalmente de forma de hacer. Por el bien de todos, pero incluso por egoísmo político, porque la desconfianza y la incertidumbre lo acaban destruyendo todo. También el poder.

Será muy difícil superar el escenario de confrontación si no hacen un gran esfuerzo. Y no se trata de argumentar un memorial de agravios para mostrar la necesidad. Basta y sobra con afirmar que las terribles dificultades de nuestro tiempo solo se pueden superar con nuevas actitudes, valores y virtudes.

Una de estas actitudes es entender el diálogo no como un juego entre astutos, sino como una voluntad real de entendimiento , que exige de la transacción mutua. El diálogo no es para dar la razón al poder, sino para ceder poder para alcanzar acuerdos que nos beneficien a todos nosotros, la gente.

Una segunda condición es poner fin a la excepcionalidad constitucional, no ya tanto para ahora, sino para el futuro. Si todo lo que han aprendido es que solo la restricción radical –hasta el confinamiento– de los derechos humanos sirve para luchar contra la pandemia, habrán sembrado la hidra del autoritarismo, porque la casuística se puede volver interminable. Como interminable se puede hacer la destrucción de la economía si el remedio es pararlo todo si vienen mal dadas. Es comprensible para la primera vez. Pero ya no lo es más. Ya ha durado demasiado. Lo que se requiere es un sistema de control epidemiológico digno de este nombre,y la aplicación de recursos para la detección masiva rápida, y eso requiere millones y millones de pruebas de contagio, la aplicación de la genómica y la intervención inmediata sobre las cadenas de transmisión, atención para los grupos de riesgo, un gran reforzamiento de la asistencia primaria y una mejor educación social, con pocas normas, claras, sencillas y de obligado cumplimiento . Este es el camino si el virus permanece entre nosotros.

La tercera actitud está referida a la reconstrucción. Se ha constituido una comisión en el Congreso. Es bueno que una comisión parlamentaria acabe validando el plan, pero no tenemos nada claro que sea el mejor instrumento para diseñarlo. Creemos que una comisión de personalidades independientes de trayectoria profesional excepcional en los campos donde sea necesario actuar, presidida por una figura de calidad reconocida, como ha hecho Italia , como pide el Instituto de la Empresa Familiar, y Converses a Catalu­nya, hubiera sido más eficaz, reservando para la comisión parlamentaria el examen de las propuestas finales. Este trabajo, sin embargo, necesita de otro urgente: un plan de contingencia del Gobierno para los próximos meses, con la finalidad de anticiparse a posibles situaciones dañinas en todos los sectores. Un plan preventivo, predictivo y reactivo que permita controlar y minimizar los efectos del actual destrozo, y los de los posibles rebrotes. Sobre esta base sí que se puede empezar a rehacer la confianza.

Al mismo tiempo la comisión tiene que asumir un hito necesario y ambicioso, un plan a largo plazo, para abordar a fondo la reconstrucción. Y aquí hay que recordar lo que muchos expertos han señalado: la Covid-19 tiene como principal característica dañar terriblemente los sistemas estresados. La parálisis de la administración de justicia es un buen ejemplo. La inoperancia del teletrabajo para la mayoría de los funcionarios, con la excepción de algún sector, es otro. Reconstruir quiere decir superar las grandes debilidades previas de España y Catalunya. La UE ya ha dado una respuesta innovadora tal como la gravedad de la situación requería, para facilitar la recuperación económica. En el ámbito sanitario habrá que suplir las carencias observadas, ­creando dispositivos adecuados tanto para prevenir y reaccionar como para la producción y adquisición de material sanitario en previsión de nuevas pandemias.

Contribuir eficazmente a construir certezas y despertar confianza significa recuperar la transparencia en las actuaciones gubernamentales. No es bueno el secretismo de los nombres de los que integran la comisión que decide sobre el proceso de desescalada, o que sigan sin informar de la cifra de muertos en las residencias de personas mayores. Y es una obviedad que tiene que recuperarse el funcionamiento del Portal de la Transparencia . Pero el acto mayor de confianza y transparencia es la elaboración de un libro blanco oficial, impulsado por el Gobierno y realizado por personalidades e instancias plenamente independientes. Como en el caso de la memoria histórica, solo sanaremos las heridas si todos juntos afrontamos la realidad, no con espíritu de “ajustar cuentas”, sino de aprender y no repetir errores en el futuro.

Publicado en La Vanguardia, el 12 de junio de 2020

Pero el acto mayor de confianza y transparencia es la elaboración de un libro blanco oficial, impulsado por el Gobierno y realizado por personalidades e instancias plenamente independientes Clic para tuitear

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