Cuando los lobbistas desembarcan para reconstruir Ucrania

Un año y medio después de la invasión rusa de Ucrania, numerosas empresas han cambiado la mirada que tenían hacia Kiev: de ciudad sitiada y catástrofe geopolítica, la capital ucraniana se ha convertido también en sinónimo de posibles grandes contratos vinculados con la reconstrucción posbélica.

Si bien desde los puntos de vista militar y político, con la ofensiva de primavera ucraniana completamente estancada y sin perspectivas de un proceso de paz serio, el horizonte de la reconstrucción pueda parecer muy lejana, hay empresarios que apuestan por tomar posiciones de inmediato. Cuestión de anticipación.

El hecho de que Ucrania se haya convertido oficialmente en país candidato a ser miembro de la Unión Europea, ha empujado a muchas corporaciones a enviar representaciones y agentes prospectivos a Kiev, desde los sectores de la defensa hasta el farmacéutico, pasando por el de las infraestructuras y la energía.

Según informa el diario Politico.eu, muy versado en la temática del lobbying empresarial en las instituciones públicas, la consigna es clara y sencilla: forjar relaciones gubernamentales y hacerse una buena reputación trabajando de forma gratuita para más tarde servirse de la red creada para obtener contratos.

Entre las firmas presentes en Kiev destaca la danesa Rasmussen Global, una consultora especializada en asuntos públicos fundada por el Exsecretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen, y Rud Pedersen, un despacho proveniente de Suecia. La Cámara Americana de Comercio en Ucrania por su parte, ha ganado 60 nuevos miembros desde enero, provenientes de sectores como la construcción, la logística, la gestión de riesgos y la sanidad, además de la defensa.

El propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha hecho un llamamiento a los empresarios a instalarse en el país: «necesitamos que vengan cientos y miles de empresas», ha declarado recientemente.

Según datos del Banco Mundial, la Comisión Europea y el propio gobierno ucraniano publicadas el pasado mes de marzo, serán necesarios 411.000 millones de dólares para reconstruir Ucrania. Una cifra que no puede hacer otra cosa que aumentar a medida que la guerra prosigue su curso destructor.

Se entiende, pues, el interés empresarial en visitar ya este verano la capital de un país en guerra.

¿Pero de dónde saldrá tanto dinero?

La Comisión Europea propuso recientemente un plan de reconstrucción por valor de 50.000 millones de euros entre préstamos y subsidios, que deben ser gestionados por una entidad de nueva creación.

Kiev por su parte trabaja con grandes instituciones financieras privadas estadounidenses, como el fondo BlackRock y el banco JPMorgan Chase, para constituir un fondo dedicado al desarrollo del país. Y es que el capital privado estadounidense resultará clave debido a la incapacidad europea de reunir grandes sumas de dinero, especialmente en un contexto económico cada vez más frío.

¿Y los riesgos de corrupción?

Es bien sabido que Ucrania es, junto a Rusia, uno de los países en los que la corrupción política está más extendida del mundo. De hecho, un informe del instituto de investigación británico Chatham House afirmaba el año pasado que a Ucrania le quedaban muchos deberes por hacer en este ámbito.

Según el documento, el país sufría de problemas como «procesos de toma de decisiones informales» evitando el escrutinio público, un poder excesivamente concentrado en la figura del presidente y una propensión de los programas de políticas públicas a favorecer a «empresas con conexiones políticas en detrimento de la competición y el gasto eficiente».

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