Pacto Sánchez-Otegi. ¡No pasa nada!

Ayer informábamos a primera hora del sorprendente pacto entre la coalición gobernante y EH Bildu. El impacto que ha tenido este acuerdo ha sido extraordinario, tanto que ha llevado a la rotura de las relaciones con las organizaciones empresariales, dinamitando así la fotografía del acuerdo alcanzado días atrás entre sindicatos, patronal y gobierno, y que dio lugar a un vistoso acto en la Moncloa.

Las reacciones se han extendido a toda la oposición, que ha acusado a Sánchez de no tener la más mínima credibilidad por engañar a aquellos con los que pacta y utilizar los estados de alerta para cerrar acuerdos que nada tienen que ver con la salud de los ciudadanos.

Efectivamente, todo esto es muy grave, porque significa que tenemos un presidente de gobierno en el que ni sus aliados, por sólidos que sean, como es el caso del PNV, pueden confiar. Ahora, una vez pasada esta sacudida extraordinaria, que sin duda ha calado en la situación política de los socialistas, ¿cuál es la realidad?

Para empezar, el gobierno no cumplirá el acuerdo con Bildu. No derogará íntegramente la reforma laboral y, atención a este punto, no hay discrepancias con Iglesias, que sencillamente se limita a hacer el paripé. Su «pacto sunt servanda» es de consumo externo y para proteger a su portavoz Echenique, pero UP se encuentra muy cómodo en el gobierno, y ya tiene asumido que habrá retoques en la reforma laboral pero no derogación, y que en todo caso estos cambios saldrán del acuerdo entre sindicatos y patronal.

Por otra parte, los aliados de Sánchez están donde estaban, tal vez porque no tienen otro camino. ERC ve confirmada su línea pactando por la actitud de Bildu y continuará explorando alianzas con los socialistas, si bien su desiderátum, negociar la autodeterminación, es aún más inviable que la «derogación íntegra» de la reforma laboral. Pero puede intentar acuerdos sobre otras medidas, como la revitalización de la mesa de diálogo que no lleva a nada concreto, pero que alimenta las bases independentistas.

Cs, por su parte, se conforma con rechazar duramente el pacto con Bildu, pero no considera necesario romper las perspectivas de acuerdo con el PSOE, y por lo tanto es posible que vote a favor de la enésima prórroga. En este caso, el miedo a la desaparición electoral y los buenos resultados que le ha fabricado el CIS lo conducen por un camino contradictorio, pero que parece ser inexorable.

Aquellos que rechazaban incluso el concierto económico se tragan ahora los acuerdos del gobierno, no ya con el PNV, sino con Bildu. Hasta aquí ninguna novedad en el frente. El único interrogante es el PNV. El acuerdo de Sánchez ha significado una bofetada en plena campaña electoral y ha hecho crecer la amenaza de una alianza de izquierdas que pueda desbancarlo del gobierno. Y aquí se encuentra la piedra angular. El PSOE puede presionar a su aliado, chantajearlo, a base de ponerle sobre la mesa que, si deja de apoyar a Sánchez en Madrid, tras las elecciones de junio el PSOE podría hacer una alianza para gobernar en el País Vasco con UP y Bildu. Sería muy arriesgado para el mismo PSOE, pero precisamente la falta de miramientos de Sánchez a la hora de pactar hace más creíble la amenaza.

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