No sé a estas alturas si esta semana el Gobierno conseguirá el acuerdo parlamentario para continuar con el estado de alarma. Al parecer los diferentes grupos políticos que podrían hacer posible esta prórroga no han manifestado ninguna intención de votar a favor. Por el contrario, la mayoría ha decidido votar en contra, no argumentando las mismas razones entre ellos, claro, y el resto ha anunciado que el voto afirmativo dependerá de las contrapartidas.
La vida personal de cada uno y la política, como sistema de gobierno de la vida colectiva, avanza y se desarrolla procurando aprovechar las oportunidades que se nos presentan en el camino de conseguir ciertos objetivos más o menos concretados. El oportunismo no sería más que el ejercicio de aprovechar estas oportunidades . Resulta, sin embargo, que en el lenguaje corriente hemos reservado la calificación de oportunista a la actuación peyorativa de aquel que procura sacar un provecho indebido de una situación de debilidad o necesidad del otro. Por el contrario, oportuna es el adjetivo que utilizamos para sancionar positivamente una posición o un resultado más o menos correcto en una negociación.
Considero oportunos toda la dedicación de nuestros gobernantes y sus esfuerzos para asumir una situación del todo nueva, con pocos referentes, y que juega ferozmente con la salud y la vida de las personas. Por mucho que discrepamos en alguna de las medidas, o en la manera de ponerlas en funcionamiento, nunca podremos decir de nuestros representantes que se hayan inhibido o que no hayan querido hacer frente al desastre. Como en todas partes, entiendo. Es evidente que la evolución y los resultados de las medidas adoptadas han sido diferentes de un país a otro. Tiempo habrá para un análisis en profundidad. Sin embargo, es evidente también que los parámetros de desconocimiento, incertidumbre, y escasez de recursos, han afectado a todos los países con mayor o menor intensidad y que incluso los protocolos de atención médica han ido cambiando a medida que se sabía más.
De oportunismos tampoco han faltado . En general, todas aquellas acciones y declaraciones que han llevado a politizar la lucha colectiva contra el virus. El más reciente lo tenemos estos días alrededor del alargamiento del estado de alarma. Puedes no estar de acuerdo con aplicar el estado de alarma, pero es difícil de entender que a media partida tenga que cambiar de sistema porque esto debilita el gobierno de coalición existente. Tampoco entiendo que tiene que ver la prórroga de la alarma con las reuniones de la Mesa de negociación Estado-Cataluña, con la aprobación de los presupuestos, o con la dotación de fondos y mecanicismo de recuperación económica.
Las discrepancias que ha habido entre los gobiernos del Estado y de Cataluña sobre la mejor forma de gestionar la acción pública sobre la pandemia, no siempre se han basado en argumentaciones técnicas y de salud pública. Afirmar que la independencia del país o que incluso el mantenimiento de las competencias en sanidad desde el día 14 de marzo hubiera comportado una voracidad menor de la enfermedad, no deja de ser un subjetivismo notable. Por otra parte, es bastante obvio que el gobierno Sánchez ha desaprovechado una gran oportunidad para dar a entender al conjunto de la población, que los gobiernos territoriales son tanto o más importantes que el gobierno central, sobre todo cuando se trata de servicios y políticas públicas cercanas al ciudadano, como la salud o la movilidad. El atavismo del centralismo, el miedo a la confianza.
Es desolador que un tema tan colectivamente relevante como la defensa contra la Covidien-19, no esté sirviendo para acercar las diferentes visiones de cómo convivir mejor. Las oportunidades que se pierden no suelen volver, y dejarnos sólo en manos de los oportunismos nos convierte en muy contingentes.