Nos están empujando a una Guerra Civil Europea

El notable historiador José Enrique Ruiz-Domènec escribe en su obra Europa  que Occidente no posee el monopolio del ser europeo. En realidad, no existe ninguna razón histórica para afirmar que el imperio carolingio sea el único sucesor legítimo de Roma, ya que los mismos argumentos podrían aplicarse igualmente en Rusia

Resulta difícil imaginar que la religión cristiana latina haya servido únicamente como vínculo espiritual entre los pueblos occidentales, sin haber jugado un papel igual de eficaz entre los pueblos orientales.

De esta reflexión se desprende una fina ironía: las tradiciones fundamentales europeas son comunes tanto en Oriente como en Occidente. La supuesta oposición entre ambas partes es más aparente que real y nace de un intento arbitrario de despojar a Europa de su contenido unitario e integrador.

Es fundamental considerar este planteamiento antes de seguir avanzando hacia un conflicto con Rusia.

Ruiz-Domènec destaca dos hechos constitutivos y complementarios de Europa: uno, desde Roma a Bizancio y posteriormente en Moscú—conocida como la Tercera Roma—y otro, desde las orillas del Tíber hacia Aquisgrán y la Lotaringia. El cristianismo es el sustrato espiritual compartido en ambas tradiciones, con los matices propios de la Iglesia latina y la Iglesia ortodoxa.

Sin embargo, en la actualidad, Moscú intenta asumir ese legado espiritual mientras que Bruselas lo rechaza abiertamente, quedando desprovista así de una sabiduría espiritual esencial para la supervivencia cultural y social a largo plazo. Este es precisamente el problema central de la Europa occidental liderada desde Bruselas.

Superada la anomalía soviética, y tras un breve interludio, es necesario restablecer un reencuentro entre las dos Europas.

La guerra de Ucrania debería servir para aprender sobre sus causas profundas y no para demonizar una parte frente a otra, error en el que también incurre Rusia respecto a Europa. Más bien, es esencial construir primero una paz sólida y duradera que permita después una estrecha cooperación, base necesaria para una unión fructífera. Este es el único camino que permitirá a Europa ser un actor global al nivel de China o Estados Unidos.

No sólo compartimos un mismo tronco histórico-cultural, sino que la Unión Europea y Rusia son armónicamente complementarias en términos económicos y en disponibilidad de recursos naturales. El potencial de una unión entre ambas partes es extraordinario, y abordarlo positivamente no implica buscar beligerancia con Estados Unidos, sino evitar dos escenarios igualmente negativos que ahora se perfilan:

Uno es empujar a Rusia a una alianza antinatural con China, creando un bloque eurasiático que significaría, a largo plazo, la liquidación de Europa.

El otro es el escenario que contempla Trump, con un pacto con Putin para frenar la guerra en Ucrania, establecer condiciones de paz y estrechar lazos económicos con Rusia.

Este segundo escenario llevaría inevitablemente a cuestionar la utilidad de la OTAN y a la retirada de recursos militares estadounidenses en Europa, solucionando en gran parte los graves problemas financieros de EE.UU., cuya deuda pública supera el 140% del PIB, en gran parte derivada de su gasto militar.

Este enfoque forma parte de la estrategia profunda de Trump, quien, lejos de estar enloquecido, representa una disrupción que muchos estadounidenses ven necesaria para competir contra una China que avanza aceleradamente hacia la supremacía mundial.

Europa puede y debe anticiparse a este proyecto estadounidense, abandonando la guía de políticos fracasados ​​como Macron o líderes británicos cuya mirada siempre apunta hacia el Atlántico, lejos del interés continental europeo.

Recientemente, Ursula von der Leyen ha manifestado su apuesta por rearmar Europa de aquí a 2030, declarando: «Europa debe prepararse para la guerra».

Ante esta inquietante perspectiva, cabe preguntarse: ¿realmente queremos que nuestros hijos o nosotros mismos vayamos a una guerra contra Rusia? ¿O preferimos que los rusos vuelvan como turistas a disfrutar de nuestras playas? Nos están empujando hacia una auténtica guerra civil europea.

Ante esta inquietante perspectiva, cabe preguntarse: ¿realmente queremos que nuestros hijos o nosotros mismos vayamos a una guerra contra Rusia? Compartir en X

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