Hace unos dĂas, las pantallas de los radares polacos detectaron objetos voladores que atravesaban la frontera. No eran misiles ni aviones de combate. Eran drones sin carga explosiva. La mayorĂa, o quizĂĄs todos, procedĂan de Bielorrusia. Y todos fueron abatidos por las fuerzas aĂ©reas polacas con el apoyo inmediato de aviones de otros paĂses de la OTAN.
Un incidente menor, si se quiere. Pero en Bruselas, en el hemiciclo del Parlamento Europeo, el relato fue otro. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, casi al mismo momento, proclamaba solemnemente que Europa estå en «lucha» y se preguntaba si «tenemos el estómago para hacerla».
A esta doble pregunta solo se puede responder con un doble no. No estamos en guerra con Rusia. Y no tenemos el estĂłmago âni la voluntadâ para librarnos a una guerra. Lo que queremos, lo que necesitamos, es avanzar por otro camino.
La sombra del malentendido
Los drones, segĂșn fuentes bielorrusas, perdieron la ruta por el efecto de las interferencias de los sistemas de defensa rusos, que desactivan guiajes y GPS. Los mismos que, dĂas atrĂĄs, habĂan dejado sin señal el aviĂłn oficial de la propia Von der Leyen. Minsk avisĂł a Varsovia y Vilna: no habĂa ninguna agresiĂłn deliberada. MoscĂș, por su parte, insistiĂł en que nada tenĂa que ver y se declaraba dispuesta a hablar directamente con Polonia para esclarecer los hechos.
Ante estas explicaciones, la OTAN y la Unión Europea tienen dos opciones: asumir que puede haber un error y trabajar para evitar que se repita, o descartarlo en redondo y considerarse atacados. El segundo camino, el que sugiere Von der Leyen, es un callejón sin salida.
El espejismo de una amenaza
La presiĂłn militar rusa sobre Europa es mĂnima. Su potencial ofensivo, agotado por una guerra interminable contra un ejĂ©rcito que era menor y se ha ido fortaleciendo con los años -el de Ucrania-, no permite ninguna ofensiva de envergadura contra Occidente. Los hechos hablan mĂĄs claro que las proclamas.
Y, sin embargo, Europa insiste en ver la guerra donde podrĂa haber espacio para la diplomacia. El resultado es que, en lugar de estrechar vĂnculos de cooperaciĂłn, la UniĂłn ha entregado a Rusia a China y ha puesto la lĂłgica bĂ©lica por delante de la paz. Es un error histĂłrico, fruto de unos lĂderes dĂ©biles, inĂștiles y peligrosos.
El peligro de los sonĂĄmbulos
La historia nos advierte. La Primera Guerra Mundial no era deseada por nadie en particular. Pero los gobiernos, actuando como sonåmbulos, dieron pasos cada vez mås irreversibles hasta que la guerra se desató en cadena. No podemos repetir ese error.
En Varsovia, Donald Tusk lucha por mantenerse en el poder y sabe que levantar la bandera del enemigo exterior es una salida fĂĄcil. En ParĂs y Londres, dirigentes ya dimitidos moralmente ante sus pueblos se refugian en gesticulaciones internacionales. En Bruselas, Von der Leyen confirma la incapacidad de visiĂłn polĂtica y se alinea con los intereses de los lobbies que hicieron posible su reelecciĂłn: liberales, socialdemĂłcratas, verdes y parte colonizada del Partido Popular Europeo.
Lecciones de paz
En momentos asĂ, conviene recordar palabras que rezuman sabidurĂa. PĂo XII, en vĂsperas de la Segunda Guerra Mundial, advirtiĂł: «Nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra.» Juan Pablo II, ante Irak, insistiĂł en que âla guerra nunca es un medio como tal, sino siempre una derrota de la humanidadâ. Benedicto XVI, mĂĄs recientemente, recordĂł que «trabajar por la paz no es un romanticismo ingenuo, sino una exigencia de la razĂłn».
Estas voces, tan lejanas y cercanas, nos dicen lo que hoy hay que afirmar con rotundidad: no queremos ir a la guerra. No iremos a la guerra.
Otra polĂtica para Europa
Lo que necesitamos no son discursos inflamados, sino hechos sobrios. Una auténtica fuerza de defensa europea, construida con eficacia y discreción, capaz de garantizar la seguridad sin caer en provocaciones ni gesticulaciones. Y, al mismo tiempo, una apertura decidida a la amistad y la cooperación con Rusia.
Esto no es debilidad. Es inteligencia estratégica. Es humanismo europeo. Porque lo que queremos no es mås sufrimiento, sino menos. No mås guerras, sino menos. No mås destrucción, sino reconstrucción. Queremos vidas que florezcan, no vidas troncadas. Queremos erradicar los campos de refugiados, no crear nuevos.
Un grito de responsabilidad
Europa necesita lĂderes capaces de superar la presiĂłn de los pequeños intereses partidistas y de los lobbies globales. LĂderes con la serenidad de pensar en el futuro de los pueblos y no en su supervivencia inmediata. LĂderes capaces de ver que el camino de la confrontaciĂłn es, en realidad, un camino de derrota.
El papa Francisco lo dijo con su sencillez: «La guerra es siempre una derrota.» NingĂșn discurso, ninguna bandera, ningĂșn cĂĄlculo electoral puede hacernos olvidar esa verdad bĂĄsica.
La voz de los ciudadanos
«No queremos la guerra con Rusia.» Esta frase no es un eslogan. Es el clamor de una mayorĂa de ciudadanos que saben que la paz es mĂĄs fecunda que la victoria. Que el Ășnico camino digno para Europa es el de la reconciliaciĂłn.
Si algo nos enseña la historia, es que los pueblos no quieren guerras; son los gobiernos débiles y los intereses ocultos quienes las fabrican. Y es también la historia la que nos dice que la paz se construye con coraje, discreción y perseverancia.
Europa debe elegir. O bien repite la deriva de los sonĂĄmbulos de 1914, o bien abre los ojos y apuesta por el camino mĂĄs difĂcil y mĂĄs noble: el de la paz.
Europa no estĂĄ en guerra con Rusia y no queremos estarlo. Los drones en Polonia no pueden ser el pretexto para repetir los errores de 1914. Necesitamos paz, no guerras inĂștiles. #NoALaGuerra #Europa Compartir en X