El catalanismo, la fuerza heredera de una tradición puesta al día para afrontar los graves retos del presente siglo, no existe en Cataluña como opción electoral. Ha desaparecido después de construir con éxito la Cataluña tal y como la conocemos a lo largo de más de un siglo. La destrucción de CDC y UDC no ha sido reparada. En eso estábamos y en eso estamos a meses de unas elecciones en febrero, si la peste no lo impide.
Y no será por falta de necesidad objetiva: Cataluña necesita centrarse en el buen gobierno como nunca, si no quiere continuar rodando por la pendiente. Cataluña, España y Europa necesitan un catalanismo como el de sus inicios con Cambó y Prat, que centre la política española, la regenere y la dote de eficacia. Seguramente este es el mejor servicio que se puede dar a una Europa que sufre en su unión.
El catalanismo de este siglo, como en el del pasado, debe unir progreso y tradición, sentido conservador y de cambio, y construir una alternativa no sólo al independentismo, que ya es un triste tigre de papel que ha convertido la ilusión en un alimento para la decadencia de Cataluña. Porque este es en realidad el problema, y no que alcancen una independencia inviable, que para una gran parte de sus dirigentes ya se ha convertido más que en un objetivo en un «modus vivendi».
Es necesario también que el catalanismo sea una alternativa de razón al progresismo enloquecido que domina Cataluña de la mano de la mayoría de los demás partidos y especialmente de los que gobiernan la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, que igual se cargan la tradición del pesebre municipal de la plaza de Sant Jaume, rematando así la desolación de un casco antiguo sin alicientes para ser visitado, como el departamento de Trabajo determina por su cuenta y riesgo que inscribirá a los transexuales, no tal y como figuran en sus documentos de identidad, sino de acuerdo con el nombre elegido por la persona en cuestión- allí donde el DNI dice Paco, podrá decir Paca si así conviene, según la Generalitat, creando una confusión laboral más que notable, que complicará la vida a las empresas porque puede dar lugar a litigios judiciales.
Una vez más depositan la losa sobre las espaldas de los ciudadanos al margen de la ley para satisfacer sus tics ideológicos. Y cito estos dos casos porque coinciden en las ultimas 24 horas, ya que la citación completa de arbitrariedades ideológicas conllevaría mucho más espacio del que da de sí esta página.
Todo este trabajo ingente es el reto del catalanismo de hoy, como ingente era a inicios del siglo XX. Y es un trabajo que sólo se puede hacer construyendo un espacio político propio, con constancia y dedicación, en la calle, en la plaza, en la sociedad, en las redes, más que en los despachos.
Una tarea que sólo es posible con plena independencia política de cualquier otra fuerza. No puede ser regenerador de nada si es subalterno en las listas de partidos que han contribuido y contribuyen al actual descrédito de la política y a la acumulación de crisis sin solución. No se puede confundir, no lo confundiremos, soluciones de cargos para algunas personas con la construcción del nuevo catalanismo. Es respetable que cada uno intente arreglar la vida lícitamente, pero que no lo quieran vender como forjadores de una alternativa política. Tener un lugar en una lista de alguno de los actuales partidos puede ser una solución personal, pero en ningún caso es la solución política que necesitamos y, por tanto, no serán proyecto de nada pasadas las elecciones del 14 de febrero.
Una vez más depositan la losa sobre las espaldas de los ciudadanos al margen de la ley para satisfacer sus tics ideológicos Share on X