Por la luna de San Juan

Este largo fin de semana de San Juan he tenido que seguir en casa. No te extrañes si te digo que los largos fines de semana en la ciudad son relajantes, porque todo el mundo huye. Parece que sea entonces cuando se puede descansar y dormir un poco, pero no siempre es así por factores externos imprevistos y totalmente inesperados. Sí. La verdad es que me hubiera gustado poder dormir un poco, pero la huella del hombre sobre la Luna me ha distraído tanto que me ha sido imposible hacerlo. ¡No, hombre, no! No es que me haya enganchado a una miniserie sobre la proeza de Neil Armstrong, entiéndeme, sino que es la sociedad lunática, representada por un equipo municipal que también está en la luna, los que me lo han impedido.

«¿Qué es, pues, eso de qué te quejas?», Podrías preguntarme. Y te lo diré: ¡necesito desahogarme!  Resulta que estos días tenía que levantarme antes de las seis tanto si quería como si no, y ello aproveché que podía y me acurruqué en la cama a leer un poco antes de dormir, y a los cinco minutos de apagar la luz: ¡»Boomba!», «Boomba!». Era una música muy bien arreglada y con unas voces muy seductoras, con un conjunto musical con una batería y unas guitarras brillantes … ¿Entonces? ¡No podía dormir! ¡Estaba a todo taco! ¿Como podía ser que aquel vecino nuevo que desde hace unos días está molestando con su (buena) música, tuviera tanta cara dura? ¿Pero … no era, de hecho, que en ese momento sonaba demasiado fuerte para ser un aparato de salón? Sería que habían montado un show en la explanada cercana … o los muchachos de la universidad, como hacían de vez en cuando antes de la pandemia? ¿Como podía ser que sonara tan fuerte? ¡Era de locos! ¡Para parar loco de encerrar!

Cuando ya pasaba una hora de esperar que bajaran el volumen y tratando de no desvelarme, me decido a levantarme y abrir la ventana, a ver si deshacía el entramado. Os sorprenderéis porque no os lo creeréis, pero las persianas cerradas se movían -estando a un kilómetro de la contienda- al ritmo del bombo y el bajo. Parecía, pues, que sonaba por allí la universidad. Así que llamo a la policía para pedir que hagan bajar el volumen de quien sea a un punto que si bien molesta, al menos deja dormir, como cuando juega el equipo del Girona Fútbol Club o en la uni hacen una fiesta de aquellas que hacen de vez en cuando.

El amable policía, tan sorprendido y contrariado como yo, me confía que estaba llamando mucha gente para quejarse, pero que los organizadores tenían permiso del Ayuntamiento y no podían hacer nada. Le respondí que al menos lo hicieran para salvar todo lo posible la salud auditiva y mental de los asistentes, porque aquello era de manicomio. Nada. Con muy buenas palabras y una actitud encomiable, pero que no podía hacer nada. La trifulca debía terminar a las doce y media de la madrugada. ¡Armémonos de valor!

Era la noche siguiente de la verbena de San Juan, el jueves. Y el día siguiente, viernes, era laborable. ¿Me puede decir alguien cómo podríamos trabajar después de una noche de locura y desenfreno de aquel calibre? ¡Seguiríamos todos en la luna! Estaba claro que de la Luna le caerían el viernes a primera hora sobre la mesa de la alcaldesa un montón de quejas difíciles de resolver, porque el permiso era para un concierto cada noche hasta el domingo incluido, según la web que consulté: efectivamente, hace meses que este Girona Music Festival estaba más que anunciado y aprobado para que durara cinco jornadas. Así que he tenido que rehacer mis horarios y planes para estos días para adaptarme. ¡Cinco noches! ¡Y seguidas!

Pues bien. Esto, señora alcaldesa, no es salud, no es integración, no es libertad. Es un abuso de poder en la función pública, que debe ser tan ejemplar para enfrentar los tiempos que nos toca vivir. La gran mayoría de ciudadanos pretendemos llevar una vida sana y respetuosa con nuestros semejantes, y es obvio que la primera noche fue excesivo. Digo la primera noche, porque las siguientes ya han sido «un tanto» diferentes. Menos mal, señora alcaldesa, que casi cada noche a las once acababan los shows. En esto el amable policía estaba equivocado. ¿Sería que el Ayuntamiento había recapacitado y los organizadores ya tenían nuevas órdenes … o que las habían desobedecido inicialmente? Pero entonces la Luna ya se quejaba … Era la prepotencia del hombre la que la cegaba. Esperemos que no volvamos a lo mismo la próxima luna de San Juan.

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