Luces y sombras del renacimiento de la industria de defensa europea

El año pasado Europa en su conjunto (con el Reino Unido incluido) gastó 388.000 millones de dólares en defensa, según datos del think tank International Institute for Strategic Studies. Se trata de un nivel de gasto jamás visto desde la Guerra Fría.

Dedicar tantos recursos financieros al armamento en un contexto económico más que incierto y de muy elevado endeudamiento genera polémica. Esto pese a la invasión de Ucrania por parte de Rusia hace dos años, y que ha actuado claramente como el catalizador para la industria de defensa del Viejo Continente más efectivo desde la caída de la Unión Soviética.

Sin embargo, poniendo los datos en perspectiva, cabe apuntar que todavía hoy Europa se encuentra muy lejos de alcanzar los niveles de gasto militar de la Guerra Fría. Según datos de la propia OTAN, en 2023 el gasto en defensa respecto al PIB del conjunto de los aliados europeos de la Alianza Atlántica se situaba todavía en el 1,85%, mientras que a principios de la década de los 80 del siglo pasado los países europeos dedicaban un 2,8% a la defensa.

Sin embargo, la tendencia actual es eminentemente creciente, y la OTAN estima que sus miembros europeos llegarán al objetivo del 2% del PIB este mismo año 2024.

El objetivo del 2% fue establecido formalmente por los jefes de estado y de gobierno de los miembros de la Alianza Atlántica en 2014 después de la anexión rusa de Crimea y el auge del Estado Islámico en Oriente Medio.

Vale la pena apuntar que, a diferencia de las grandes tecnológicas que dominan el mercado mundial (empezando por las “siete magníficas”) y que son todas norteamericanas, el crecimiento en bolsa de las empresas de defensa europea supera de largo al de las sus competidoras de la otra orilla del Atlántico, según demuestra el análisis elaborado por el Financial Times con datos de entre enero de 2022 y febrero de 2024.

Las acciones de la alemana Rheinmetall, la sueca Saab, la italiana Leonardo y la británica Rolls-Royce superan o se sitúan en un crecimiento de alrededor del 200%. En cambio, gigantes americanos como General Dynamics o Lockheed Martin se quedan en unos escasos (comparativamente) ascensos del 31 y 21% respectivamente.

¿Cómo valorar ese cambio en las perspectivas de la industria de defensa europea?

En primer lugar, no cabe duda de que incrementar el gasto militar no augura nada bueno, porque en el mejor de los casos (cuando este incremento está plenamente justificado), implica que existen amenazas importantes para la seguridad de la ciudadanía y, por tanto, riesgos humanos, económicos y sociales que no se pueden descuidar.

Son además fondos que no se dedican a sanidad o educación. Pero esto no implica que no se puedan considerar una inversión si permiten generar un efecto disuasorio suficiente para que el potencial atacante se desdiga o, al menos, reducir las pérdidas humanas y materiales en caso de que un conflicto bélico acabe estallando.

En el contexto actual, Rusia supone una amenaza militar expresada en términos convencionales (esto es, no nucleares) relativamente modesta, puesto que ha fracasado en su intento de rendir Kiev. Pero, por otra parte, está demostrando ser capaz de sostener un prolongado esfuerzo bélico. Algo que Europa no es capaz de igualar, como los problemas de fabricación de municiones han demostrado. Encontramos, por tanto, un punto positivo de la tendencia actual: hay que invertir más en defensa para poder hacer frente a la eventualidad de un conflicto armado que dure meses o años.

Además, Rusia no es (o no debería ser) la única preocupación en materia de defensa: las orillas sur y este de la UE (África y Oriente Próximo, respectivamente) son una fuente cada vez más grave de conflictos y inestabilidad que nos afecta directa o indirectamente (tráfico de droga, inmigración ilegal). Invertir más en armamento es también una buena noticia si permite afrontar mejores las amenazas que provienen de estos sitios.

Por último, no se puede olvidar que la industria de defensa implica una vertiente muy negra de muerte y destrucción, pero genera a la vez externalidades positivas importantísimas para el conjunto de la sociedad. La aviación comercial, las comunicaciones y servicios por satélite, los vehículos todoterreno o la propia internet no serían lo que son hoy en día si no hubiera sido por la investigación y desarrollo del sector de la defensa.

Así pues, que las empresas europeas del sector reciban pedidos e inversión en abundancia tendrá, sin duda, efectos muy positivos sobre el reposicionamiento tecnológico del Viejo Continente. Y buena falta nos hace.

La tendencia actual es eminentemente creciente, y la OTAN estima que sus miembros europeos llegarán al objetivo del 2% del PIB este mismo año 2024 Clic para tuitear

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