Habitualmente los nuevos gobernantes tienen unos 100 días para que sus acciones se empiecen a hacer presentes. Hay, por tanto, esa pausa del primer trimestre en la que la exigencia hacia el que gobierna es muy baja. Pero esta regla no se aplica a Collboni por dos razones:
La primera, porque de hecho ya estaba gobernando como primer teniente alcalde y desde hace tiempo y, en consecuencia, existe una línea de continuidad muy grande. Lo único que debe demostrar es que, siendo el primero y no el segundo del Ayuntamiento, se note su impronta, pero no necesita tiempo para instalarse.
La otra es que Barcelona tiene algunas urgencias vitales que el período de Colau han acentuado y que, de no recibir respuesta muy rápidamente, situarán la ciudad en un escenario crítico.
Una de las más importantes y peor resueltas del período anterior, con medidas incluso contraproducentes, es la de la vivienda. No se trata sólo de que haya poca disponible de carácter social, es que los precios están fuera de toda medida.
La última información elaborada por la tasadora Tinsa, establece que Barcelona es la primera capital española en esfuerzo para comprar una vivienda. El cálculo en este caso se realiza a partir del salario familiar de los residentes de la zona y el porcentaje que es necesario para adquirir un piso de dimensión media. Se considera que la accesibilidad razonable está en el 33%; razonable, pero alta porque significa que se dedica a la compra de la vivienda un tercio de todos los ingresos de la familia. Pues bien, Barcelona supera mucho la barrera de la accesibilidad crítica, que está ubicada en el 45% porque detenta una cifra del 51,2%. Los residentes en Barcelona para adquirir un piso deben dedicar algo más de la mitad de todos sus ingresos. De esta forma supera en Madrid que es la segunda con un 47%.
Este asunto tiene muchas consecuencias. Por un lado, expulsa a las familias jóvenes de la ciudad que ven cómo ésta envejece a pasos acelerados. Recordamos que la formación de la renta familiar, las pensiones, son ya la segunda componente. Este fenómeno, que también hace inviable que los inmigrantes se acomoden en la capital, acentúa la presión sobre los accesos, tanto en transporte público como privado, y éste es uno de los grandes estrangulamientos adicionales que tiene la ciudad.
La subida de los tipos, que continuará a medio y posiblemente a lo largo de una década, que se mantendrán altos, empeora aún más esta situación.
Y, por si fuera poco, la nueva ley de la vivienda, tal y como se anunciaba, está detrayendo pisos del mercado, en este caso del de alquiler, que es una válvula de escape para las pensiones. Son los pequeños propietarios los que huyen de esta forma de mercado porque consideran complejo y peligroso y sometido a muchas incertidumbres.
Un estudio del grupo Tecnocasa y la UPF señala que el 12,6% de la vivienda de alquiler de Barcelona va a desaparecer. En cifras absolutas, esto supone perder 24.000 viviendas, lo que se añadirá a los actuales déficits, multiplicando el problema. La bola de nieve que se está formando sobre Barcelona es cada vez mayor. Estas viviendas pasarán mayoritariamente al mercado de compraventa y se acentuará un proceso que ya es evidente en el Eixample, Gràcia, Ciutat Vella y Sant Antoni, que es el de la gentrificación de la ciudad porque serán extranjeros residentes temporales o nómadas digitales los que adquirirán estos pisos, expulsando a la gente de la ciudad. Ya hemos visto este problema en otras capitales con efectos a medio plazo muy indeseables, como es el caso de San Francisco.
Por el momento lo único que ha sabido decir Collboni no inspira confianza porque en sus primeras declaraciones ha garantizado que será la primera ciudad en aplicar precisamente la desgraciada ley de la vivienda.
La presión del turismo y de la gentrificación destruye el comercio local y aquí, no ya Venecia, sino la propia ciudad de Roma es un ejemplo de sus efectos devastadores de cómo el negocio de toda la vida, que daba vida y servicio al barrio, desaparece sustituido por el monocultivo de actividades dedicadas al turismo.
Hay un bloque crítico que está degradando Barcelona y que se extiende como una mancha de aceite. Ahora forma parte ya de un problema clásico del Eixample. Son los accesos a las terrazas combinados con el botellón, los ruidos y la suciedad. Collboni ha garantizado medidas al respecto. Este verano será su prueba de fuego.
De momento todo va de mal en peor porque se ha inaugurado una nueva actividad turística que hasta ahora parecía reservada a Ciutat Vella. Se trata de las rutas de bares organizadas, que pueden reunir a un centenar de personas que van alrededor de las calles y visitando bares previamente acordados en una excursión masiva y etílica. Mal, o lo cortan ya de pura cepa o han añadido un nuevo problema a la lista de los existentes.
Como ya se había anunciado el “eje verde” de Consell de Cent se ha convertido en un foco que combina la tendencia a la gentrificación de las viviendas de alquiler con los problemas habituales del Eixample que aquí quedan concentrados.
La suciedad, las terrazas que lo invaden todo, la circulación y aparcamiento caótico de camiones y furgonetas de carga y descarga que tienen en esta vía peatonal su refugio, al que se le añade la circulación desmedida de motos, patinetes y bicicletas que como no tienen los coches como competidores, circulan a toda velocidad.
Si no afronta todas estas cuestiones de forma inmediata, de forma que el verano no se le eche encima, Collboni tendrá un mal comienzo como alcalde.