El balance español a esta altura del grave problema generado por el Covid–19 es francamente malo. Primeros en el mundo en número de muertes por habitante (Bélgica incorpora los muertos en las residencies, lo que España no hace) y de personal sanitario contaminado, una de las mayores caídas del PIB para este año y una de las recuperaciones más insuficientes de cara al próximo año.
Singular por la elevada tasa de paro y porque necesitaremos financiación externa para la próxima década, que descontando lo que provendrá del Banco Central Europeo, se sitúa en unos 10 puntos del PIB, que deberán ser concedidos en el mercado internacional con todos los apremios que esto significa.
Para llegar aquí se han tenido que producir graves errores. Es evidente que la gran parte de países se han equivocado a la hora de afrontar la amenaza del Covid–19, pero los errores del gobierno español han sido particularmente terribles. Son estos:
- Actuar tarde y con diagnóstico erróneo de la situación, pretender solucionar el problema del SAR-COV-2 con una fase inicial de contención, cuando el virus ya se había extendido por todo el país.
- La incapacidad reiterada para disponer del material de protección y sanitario necesario para proteger y cuidar de la población sometida a mayor riesgo y la infectada.
- Declarar el estado de alarma, centralizando toda la autoridad en el Ministerio de Sanidad, cuando éste es una instancia administrativa sin prácticamente competencias y, lo que es peor, sin personal ni recursos. Es una cáscara vacía, un ministerio que le fue concedido al PSC antes de la crisis y que, en teoría, era un lugar tranquilo para tener presencia política en el gobierno. La falta de experiencia y de recursos humanos se ha notado de manera demoledora.
- El jaleo de las mascarillas. Primero declaradas como inútiles, si no contraproducentes. Muchas semanas después consideradas necesarias para acceder al transporte público, y ahora, después de más de dos meses, a punto de ser declaradas obligatorias. Y todo ello jugando a la confusión en relación con su uso. La mascarilla quirúrgica no protege a quien la lleva, y por tanto no prevé del contagio a personas sanas, si los posibles contagiados no la utilizan. Sólo las FPP-2 y FFP-3 garantizan esta protección, las que se han repartido en Madrid, y que el gobierno ha descualificado.
- El olvido mortal de la población de riesgo concentrada en residencias y que ha causado una gran mortalidad que no está contabilizada. Sólo por estos hechos, Pablo Iglesias y su equipo deberían haber sido cesados como responsables últimos del problema en el mando único.
- Enviar a las personas a su casa al inicio del proceso durante las semanas de marzo, a pesar de presentar síntomas de Covid-19, para observar si estos se transformaban en casos graves o se resolvían solos. Esta política aplicada a la gente mayor ha sido una de las causas principales de mortalidad.
- Impedir el acceso a los hospitales y las UCI de las personas mayores de 70 años. Los tres últimos puntos mencionados son la causa de la singular y elevada mortalidad española.
- El error actual para justificar la prolongación del estado de alarma, de contraponer vida a recuperación económica y derechos constitucionales, cuando es evidente que esta orientación impide una política sanitaria concentrada en reducir la mortalidad: una cuestión centrada en focalizar el problema en los grupos de riesgo, y que a la vez dificulta la necesaria normalidad, olvidando que el paro también mata.
- Se sigue sin centrar la política para evitar muertes en la población de riesgo, configurada por las residencias de ancianos, los hospitales y los hogares en las que vive gente mayor de 70 años. Mientras estos sectores de población no estén absolutamente controlados, con test de contagio para todos y un seguimiento exhaustivo de los casos que se puedan presentar o que puedan afectarles, el sistema tendrá un hueco importante
- Y, por último, declarar la cuarentena para los visitantes que vienen a España a estas alturas, mientras que en el período álgido de la crisis han estado entrando al país sin ningún tipo de control.
Se puede decir que nosotros vamos cuando los otros países ya están de vuelta.
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