La economía de Europa se queda definitivamente por detrás de Estados Unidos

La economía estadounidense se ha consolidado como más próspera y dinámica que la europea, Reino Unido incluido. No sólo eso, sino que la distancia entre ambas orillas del Atlántico Norte sigue ensanchándose sin cesar.

Converses ya ha hablado repetidamente del profundo impacto que este creciente desequilibrio implicará para una Europa cada vez más pobre: dependencia financiera, tecnológica y también militar. Las antípodas del programa de gobierno con que Ursula von der Leyen llegó al frente de la Comisión Europea en 2019, y que debía promover «la autonomía estratégica» de la UE.

Pero vayamos a los datos que ilustran este fenómeno de decadencia europea.

En 2008, las economías de la UE y de EE.UU. tenían más o menos el mismo tamaño. Pero desde la crisis financiera global que cerró la primera década del siglo XXI, sus respectivos rumbos han sido muy diferentes.

Según un estudio del centro de investigación European Council on Foreign Relations, en 2008 la economía europea era todavía ligeramente superior a la estadounidense, con un PIB de 16,2 billones de dólares contra 14,7. En el 2022, la economía de EE.UU. se había disparado hasta los 25 billones, mientras que la de la UE combinada con la del Reino Unido sólo sumaban 19,8. Estados Unidos ya tiene pues una economía que supera en casi una tercera parte a la europea.

Europa está en un retroceso incontestable. Una situación que se repite prácticamente en todos los sectores de la economía, y particularmente en los de mayor valor añadido.

El propio paisaje tecnológico europeo está dominado por empresas estadounidenses, tal y como apunta el periodista y experto en política internacional británico Gideon Rachman. Las siete principales corporaciones tecnológicas del mundo en términos de capitalización provienen todas de EE.UU. Sólo dos empresas tecnológicas europeas figuran en el top-20 mundial (la holandesa ASML, dedicada a la industria de los semiconductores, y la alemana SAP, especializada en software profesional).

En 1990, Europa producía el 44% de los semiconductores mundiales. Hoy esta proporción ha bajado hasta el 9%, mientras que EEUU se sitúa en el 12%. Ambos bloques han prometido incrementar drásticamente su producción de estos componentes electrónicos clave, pero los planes estadounidenses son mucho más ambiciosos y están mejor financiados que los europeos.

Mientras, China ha logrado situar a sus propios campeones informáticos en el escenario global (a menudo, esto es cierto, introduciendo restricciones a sus rivales estadounidenses), las empresas europeas que despuntan en el sector han sido compradas por actores estadounidenses. Skype fue vendida a Microsoft en 2011, DeepMind a Google en 2014.

Las universidades europeas, y particularmente aquellas que alimentan a los ecosistemas de innovación tecnológica, también se encuentran en caída libre.

Los rankings universitarios de Shangai y THE sólo sitúan a una sola universidad de la UE en el top-30 mundial (se trata de Paris-Saclay, dedicada a los estudios científicos y técnicos). En este sentido, Gran Bretaña sigue despuntando más que el continente gracias a Oxford, Cambridge, Imperial College y otros.

Europa también vive sumida en una profunda sequía de capital privado. El Viejo Continente se ha convertido en dependiente de la financiación estadounidense para financiar nuevos proyectos, y debido a la preponderancia del estado, la UE no dispone de los grandes fondos de pensiones privados que sí existen en el mundo anglosajón. Cuando una empresa busca una financiación importante, está prácticamente obligada a mirar a EE.UU.

En materia energética, la comparación resulta aún más cruel: Europa ha perdido acceso a la única fuente de energía barata de que disponía para propulsar su industria: el gas natural de Rusia. Con un sector nuclear patas arriba por la presión del ecologismo radical, incluso en Francia, la gran potencia nuclear del Viejo Continente, la industria europea está actualmente pagando la energía tres o cuatro veces más cara que su homóloga estadounidense. Estados Unidos es en cambio el principal productor mundial de petróleo y gas.

Podríamos extendernos a otros ámbitos, como los de la inmigración y la tasa de fecundidad. Basta señalar que todos los datos apuntan hacia un mayor dinamismo demográfico y de capital humano de Estados Unidos.

Europa, a su vez, se va consolidando poco a poco, pero inexorablemente como un continente de jubilados con una economía basada en el turismo y el lujo (uno de los últimos sectores en los que los europeos despuntan), y que atrae principalmente a inmigrantes escasamente calificados para el sector de los servicios

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