¿Cuál es la finalidad de quienes nos gobiernan? Del gobierno español, ¿pongamos por caso? La respuesta no normativa sería la de procurar el bien común, el bienestar de todos los ciudadanos, conseguir preservar el interés general y cosas por el estilo.
Sin embargo, estas definiciones no se llevan demasiado bien con la opinión personal de la gente, que en un porcentaje muy importante considera que somos gobernados en beneficio de los propios gobernantes. Y esta semana pasada se ha puesto de relieve el realismo de esta creencia cuando la crisis permanente entre UP y el PSOE alcanzó sus niveles más extremos, poniendo de relieve que la principal razón para gobernar es garantizarse que continúan en el poder, y no tanto porque coincidan en aspectos sustanciales, sino sencillamente porque si rompen saben que lo más probable es que ambos dejen de seguir disponiendo del poder, el dinero y los puestos de trabajo que les da estar en el poder.
Es una cuestión de puro beneficio personal y partidista. Es el único cemento que une la fractura tan profunda que hoy separa a UP de los socialistas de Sánchez.
Éstos saben perfectamente que el presidente del gobierno no tiene capacidad para cesar a la ministra Montero, haga lo que haga, porque si esto se produjera automáticamente dimitirían todos los ministros de UP y se produciría la quiebra del gobierno y la necesidad de unas nuevas elecciones . La situación es tan anómala que hace meses que no existe ningún tipo de contacto entre Sánchez y la ministra de Igualdad. Parece difícil pensar que se pueda gobernar con estas limitaciones.
La consecuencia es que el gobierno se ha convertido en una especie de reino de taifas, donde los miembros socialistas mantienen una disciplina, Ione Belarra y Montero van a lo suyo y Díaz configura todavía una tercera posición. Si esta situación se reprodujera tras las próximas elecciones generales, en las que Díaz lograra aglutinar en la nueva plataforma Sumar todas las fracciones de izquierda junto a UP, y pudieran formar con los socialistas mayoría de gobierno, el Sudoku de la coalición tendría unas dimensiones casi cósmicas, porque habría que formar un gobierno y un “sottogoverno” que representara a más de media docena de partidos políticos. La consecuencia de este hecho es evidente que no podría ser otra que una mayor degradación de la práctica gubernamental y seguramente un incremento del gasto público porque desde la ciencia política existe la certeza de que los gobiernos de coalición tienden a un mayor nivel de gasto por la competencia interna que se generan entre los diferentes partidos.
Otro aspecto muy negativo de la actual coalición, y que se multiplicaría en un futuro, es la calidad de las leyes. Lo estamos viendo con la crisis de la norma del “sólo sí es sí”, porque es la más espectacular de todas, pero las leyes que se están produciendo en esta legislatura son técnicamente muy deficientes y crean problemas y están lejos de conseguir los resultados que se pretenden.
En realidad se abusa de normas ideológicas que después no hay forma de hacerlas cumplir, como muchos de los preceptos de la ley de protección de los animales, o bien se avanza en impunidad en el terreno de la inconstitucionalidad, fiándolo todo al tiempo y a la naturaleza domesticada del TC.
Este hecho es patente con aspectos concretos relacionados con leyes de tanta significación como la de educación, la que legaliza la eutanasia o la última sobre el aborto, las malas prácticas (sustituir fraudulentamente el proyecto de ley por la propuesta, utilizar la vía de la enmienda en leyes que nada tienen que ver con la naturaleza de esta modificación para colocar de forma repentina cambios sustanciales en el régimen legal existente). Todo esto deja un balance nefasto que no tiene un coste instantáneo pero sí acumulativo y muy grave. La falta de rendimiento de cuentas y de transparencia, una notable falta de conciencia cívica en la ciudadanía, unida al rechazo de la política, hace que todos estos graves hechos que erosionan el buen funcionamiento del país pasen muy desapercibidos.
Difícilmente España saldrá bien parada del actual ciclo, pese a las cuantiosas ayudas europeas si no hace una enérgica autocrítica del estado, de sus instituciones, incluidas las leyes y las políticas públicas, y la forma de gobernar.
Hoy en día las exigencias y la competencia entre países es tan intensa que sólo prosperan aquellos que disponen de instituciones que realmente buscan la eficacia y la eficiencia en todos y cada uno de sus actos, aunque esto a veces sea en perjuicio del mismo equipo gobernante. La dimisión de la hasta ahora primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, por el rechazo a su iniciativa sobre la ley trans pone de relieve una forma de gobernar que está a años luz del caso español, donde mantenerse apegado a la silla se considera el primero imperativo político.
Pero, por esta vía y en pocos años el único resultado que se logrará será una continuada degradación económica. Solo será necesario que desaparezca el maquillaje, en parte ya eliminado, del dopaje económico y financiero que nos ha venido de Europa vía BCE y Comisión Europea, para que el despertar de tan mal gobierno sea muy desagradable.