Las políticas laborales necesarias para los jóvenes

En el artículo «Los jóvenes, de nuevo, los olvidados» del 27 de mayo describía la mala situación de los jóvenes en el mercado laboral debido al paro y la temporalidad.

¿Qué políticas laborales podrían ayudar a revertir esta situación?

Un análisis riguroso, la clave del éxito

Una condición básica para cualquier política pública es que su impacto esté sujeto a un análisis riguroso (diferencia el impacto propiamente de la política de la tendencia demográfica y el ciclo económico) de su eficiencia y eficacia. Desgraciadamente, y como es habitual en España, las políticas relacionadas con los jóvenes no lo establecen.

Por ejemplo, el programa marco dirigido al empleo juvenil «Plan de choque por el empleo joven 2018-2021» donde aparecen 50 medidas de diferente índole con una financiación de 2.000 millones de euros, no se menciona el plan que le precedía : «Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven 2013-2016». Este documento aportaba 100 medidas y contaba con una financiación de 1.800 millones de euros y se terminó alargando por su buen funcionamiento hasta 2018. Ahora bien, no hubo un análisis riguroso sobre la eficiencia y la eficacia de la anterior programa y por tanto no sabemos cuáles fueron sus resultados. Así pues, el plan de choque sobre el trabajo joven 2018-2021 se elaboró ​​sin saber cuáles habían sido las políticas más efectivas del plan anterior.

Eliminación del sistema dual

La mayoría de expertos están de acuerdo en que la dualidad del mercado laboral es el motivo principal del alto desempleo español y la alta temporalidad, unos fenómenos que afectan especialmente a los jóvenes. Hoy a una empresa le sale más a cuenta despedir a los trabajadores temporales, que en la mayoría de ocasiones tienen contratos de unas pocas semanas, que reducir las horas trabajadas para el conjunto de trabajadores, como ocurre en la mayoría de países europeos. La razón es que la diferencia de derechos entre colectivos es muy grande. Esta situación también provoca una mayor dificultad para pasar de un contrato temporal a uno indefinido. Como promedio un joven tarda más de 7 años en poder obtener un contrato indefinido.

La reforma del mercado laboral debería sostenerse sobre dos principios: flexibilidad y protección. El primero con relación a la necesidad de que la transición entre empleo y desempleo y viceversa, sea mucho más dinámica. Por lo tanto, que las empresas puedan sustituir trabajadores de forma ágil, pero a la vez los trabajadores encuentren trabajo más rápidamente. El segundo principio, la protección, en relación con el establecimiento de un mínimo en la calidad de los contratos temporales, tanto en su duración como en los derechos.

No debería ser posible que los jóvenes encadenen contratos temporales de forma indefinida y de muy corta duración sin poder acceder al contrato indefinido.

Formación profesional básica y educación de segunda oportunidad

Muchos jóvenes abandonan el sistema educativo antes de llegar a los 16 años. Por ello deben existir mecanismos que ayuden a estos jóvenes a reengancharse. Un posible camino es el de potenciar los centros de segunda oportunidad que permiten darles una formación técnica básica e incorporarlos al mercado laboral.

Otro instrumento con potencial es la implantación de la formación profesional dual que alterna formación y prácticas en la empresa. Esta modalidad aún está poco extendida en España. Este tipo de formación permite desde el primer momento tomar conciencia por parte del alumnado sobre la realidad del mundo del trabajo y así dirigir su formación hacia aquellos aspectos más relevantes para su profesión.

Finalmente, la garantía juvenil es un instrumento europeo que debería facilitar la formación e inserción laboral de los jóvenes. Desgraciadamente los resultados no son buenos. En varias ocasiones España ha tenido que devolver recursos de la garantía juvenil a Europa por falta de proyectos concretos en que gastarlos. Uno de los elementos para mejorar los resultados de este instrumento sería el de una estrategia que defina las prioridades, los grupos y las medidas más eficaces para cada uno de estos. Hoy la garantía juvenil facilita, sobre todo, la contratación de los jóvenes mejor formados a través de bonificaciones de todo tipo a las empresas, olvidando el objetivo prioritario de la Comisión Europea que es el de movilizar a los jóvenes que ni estudian ni trabajan (nini).

Equilibrar demanda y oferta laboral

Todas estas medidas sólo tendrán éxito si se cumple un requisito ex-ante, la adecuación de la demanda y la oferta laboral.

España es uno de los países donde hay una mayor proporción de puestos vacantes referentes al mundo de las nuevas tecnologías, pero sorprendentemente la oferta de trabajadores que cumplan con estos requisitos es de las más bajas de Europa.

El sistema formativo no proveerá únicamente de aquella formación que seleccione el estudiante, sino que también debe incentivar aquellos itinerarios donde haya una mayor falta de profesionales. Por ejemplo, no es lógico que la proporción de universitarios en España sea superior que el de Alemania.

Para paliarlo es necesario replantearse cómo se enseñan las asignaturas relacionadas con las ciencias naturales y exactas. De hecho, España obtiene unos resultados malos en las pruebas PISA en estas materias. La proporción de profesores con capacidades para enseñar este tipo de materias es muy inferior a las relacionadas con las ciencias sociales y por lo tanto su selección requiere un volumen importante de recursos.

También hay que «dignificar» la FP (Formación Profesional). Hoy todavía es vista como la opción para aquellos que no tienen la capacidad suficiente para llegar a la universidad. Pero lejos de la realidad, aquellos con FP técnicas, suelen tener un mejor acceso al mundo laboral que gran parte de los universitarios.

Finalmente, una mejor información durante los años previos a la FP o bachillerato, sobre las diversas opciones de estudio y la inserción laboral real de cada opción, ayudaría a que los estudiantes tomaran las decisiones más informados y por tanto tendieran a escoger itinerarios con una mayor demanda laboral. Muestra de esta falta de información es que son precisamente los estudiantes provenientes de contextos socioeconómicos más bajos los que eligen carreras más relacionadas con las ciencias sociales, en lugar de aquellas relacionadas con las ciencias naturales o exactas.

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