Sí, siete crisis porque este es su número concreto, y también porque en realidad sus ramificaciones y enlaces constituyen una inmensa crisis, que el significado de totalidad que posee el numero siete en la tradición bíblica, expresa bien.
- Crisis institucional. Ataques a la monarquía constitucional desde el propio gobierno, con la explícita voluntad de derrocarla y proclamar una república que, en buena medida y a tenor de otras declaraciones y el sentido de la memoria histórica que utilizan, vendría a ser una continuación de la de 1934. Incapacidad para renovar instituciones básicas como el CGPJ y TC, y a partir de ahí un intento muy grave de alterar el relativo equilibrio -pero equilibrio, a fin de cuentas- de poderes eligiendo, la mayoría que gobierna, los miembros del poder judicial. Una justicia en manos del gobierno, que ya comenzó con la politización partidista de la Fiscal General. Un funcionamiento práctico y escenográfico en el que el jefe del gobierno se ha convertido en una especie de presidente de la república, puesto que los diputados de la mayoría son un simple apéndice suyo en razón de los mecanismos de la ley electoral con listas cerradas y bloqueadas, así como los órganos teóricamente independientes del gobierno y el uso abusivo del decreto ley.
En España nunca hay crisis ministeriales porque los ministros son simples subalternos y no figuras políticas, al igual que la presidencia del Congreso y Senado que también dependen de la elección del presidente del gobierno. Falta toda una generación de políticos mayores de 60 años que simplemente han sido cancelados.
- Crisis política. De representatividad, de listas cerradas y bloqueadas, de credibilidad, de confianza, los tres atributos básicos de un sistema democrático. Crisis de utilidad de la democracia, que se muestra ineficaz para abordar los problemas cuando se presume que es el mejor método desde la Grecia antigua. Todo ello en combinación con la pandemia y la crisis económica que lleva a España a convertirse en un estado fallido si esta dinámica no ceja.
- Crisis de las administraciones públicas. No funcionan, con excepción de algunos servicios como la policía y la hacienda. Pero la tramitación de todo tipo de expedientes esta sobrepasada, como la sanidad; las universidades desorganizadas, si bien la enseñanza primaria parece soportar bien la excepcionalidad. La acumulación de casos en la justicia es más abrumador de lo que ya era, y sobre todo no existe una planificación y coordinacion mínima entre el gobierno y las comunidades autónomas para afrontar la COVID 19.
- Crisis económica y social. La peor caída del PIB desde el fin de la Guerra Civil, y las peores perspectivas de recuperación de toda Europa. Una sola referencia: de acuerdo con la última previsión del FMI el déficit para este año será de 155.000 millones, más que los 140.000 millones de los fondos europeos que hemos de recibir a partir del año próximo en diversas anualidades. Un crecimiento extraordinario de la pobreza, las personas sin hogar, el paro, y también de sus peores manifestaciones, el crónico y el juvenil, así como un aumento de la desigualdad. Todo ello se une a los daños, no totalmente revertidos, de la gran crisis iniciada en 2008. También una estructura económica que se revela como frágil y deficiente por el peso de actividades de baja tecnología y productividad, como el turismo, y una insuficiente importancia de la I+D+i y de su transferencia empresarial, además de un sistema educativo que obtiene de los peores resultados de Europa en términos de abandono y fracaso escolar, y jóvenes que ni estudian ni trabajan
- Crisis moral. La política, que debe procurar el bien común y debe basarse en el reconocimiento del otro, el consenso y el ejercicio público de las virtudes, se ha convertido en una pelea continua donde solo rige la descalificación y el insulto. Además, impera un supremacismo ideológico por parte de las ideologías oficiales, la cancelación de otras concepciones, una memoria histórica que persigue contemplar la guerra civil como una contienda entre “buenos y malos”, en lugar de un desastre fratricida que la reconciliación de la Transición consiguió superar. Hoy existe en la política una gran dificultad para identificar el bien y servir a la verdad, y ser justos.
- Crisis antropológica del ser hombre y ser mujer expresada por la perspectiva de género en su desarrollo de las identidades de género que incluso ya divide y enfrenta a sus seguidores: feministas y defensores de las identidades LGBTI. La familia está abandonada de las políticas públicas, y la maternidad cada vez es abordada en términos más peyorativos por los seguidores de la cultura oficial. Pero sin hombres y mujeres, esposas y esposos, madres y padres, la sociedad y la economía son inviables.
- Crisis religiosa. Existe una práctica de cancelación cristiana en España, y de su exclusión cultural. La laxitud moderna convierte pecados en virtudes. “¿Pecados, a que viene el uso de tal expresión en el debate público; es una categoría religiosa?” Cierto, lo es, pero su significado todavía es claro para todos, y en cualquier caso me acojo a uno de los criterios de Jürgen Habermas: los ciudadanos secularizados ni pueden negar en principio a las cosmovisiones religiosas un potencial de verdad, ni tampoco pueden discutir a sus conciudadanos creyentes el derecho a hacer contribuciones en su lenguaje religioso a las discusiones públicas. Pues eso. Los cristianos en el marco constitucional tenemos el derecho y el deber de participar con nuestra concepción en la vida pública, y ser respetados debido a la lógica democracia porque, continúo con Habermas: las cosmovisiones naturalistas que se deben a una elaboración especulativa de informaciones científicas de ninguna manera gozan prima facie de ningún privilegio frente a las concepciones de tipo religioso que están en competencia con ellas .