Hoy, como cada año después del Carnaval, la figura de la Vieja Cuaresma vuelve a tomar protagonismo en muchos lugares de Catalunya. Esta representación de la sobriedad y la abstinencia simboliza el período de cuarenta días que conduce hasta la Pascua, en contraposición a la alegría y el exceso vividos durante el Carnaval.
Orígenes y significado
La Vieja Cuaresma es una figura tradicional representada como una mujer vieja y arisca, con siete piernas, una para cada semana de la Cuaresma. Este icono se cuelga en muchos mercados y escuelas, y cada viernes se le arranca una pierna hasta llegar a la Semana Santa. El origen de la tradición se remonta a épocas medievales, cuando la Cuaresma era observada con estrictas restricciones alimentarias y de comportamiento.
Esta imagen, que suele llevar un bacalao en una mano y una cesta de verduras en la otra, recuerda los tiempos en los que el consumo de carne estaba prohibido durante este período litúrgico, y se fomentaba una alimentación más austera basada en pescado y vegetales.
Una tradición viva
Aunque las restricciones alimentarias han perdido fuerza en la sociedad actual, la figura de la Vieja Cuaresma sigue presente en muchas escuelas y hogares catalanes. Los niños siguen la tradición de romper o cortar una pierna cada semana como forma lúdica de aprender el paso del tiempo hasta la Semana Santa.
En diversas poblaciones, su representación también va acompañada de actos festivos y pedagógicos, donde se combina la vertiente religiosa con la cultural y tradicional. En algunas escuelas, se cuenta la historia de la Vieja Cuaresma como forma de entender el ciclo de las festividades cristianas.
La lucha entre el Carnaval y la Cuaresma
Otra tradición asociada a este período es la representación teatralizada de la batalla entre el Rey Carnaval y la Vieja Cuaresma, donde esta última acaba triunfando y poniendo fin a los días de fiesta y desenfreno. Esta metáfora escenifica la transición entre el exceso y la contención, entre la fiesta y la reflexión.
Aún hoy, la Vieja Cuaresma nos recuerda la importancia del equilibrio y la medida, ofreciendo una perspectiva más pausada después de los excesos del Carnaval. Una tradición que, lejos de desaparecer, se mantiene viva gracias a la transmisión generacional y al interés por preservar la cultura popular catalana.