A medida que la campaña electoral ha ido avanzando, es evidente que cada diario se ha situado más o menos enfatizado en su posición política. Nadie duda del apoyo incondicional de El País por el gobierno, ni tampoco del de ABC por el PP.
En este contexto, La Vanguardia se ha caracterizado por una enconada defensa de Sánchez y de Yolanda Díaz que, en los últimos días se ha acentuado y ha llegado a cotas inimaginables en el diario de los Godó.
El debate ha servido para poner de relieve este hecho y así mientras que El País criticando, como es lógico, al PP y a Feijóo, tenía espacio suficiente para certificar que Sánchez había sido derrotado y que el líder popular había ganado. Titulares al día siguiente de confrontación verbal como «El líder del PSOE no pudo romper el debate», «Sánchez no actuó casi en ningún momento como presidente y no ha logrado dominar un cruce decisivo», «Sánchez sólo consiguió llevar la iniciativa en muy pocos momentos del debate”, dan cuenta de que la línea de El País sin abandonar la defensa de los socialistas introducía importantes consideraciones que reconocían la evidencia.
El contraste con La Vanguardia es extraordinario. Y además no en el ámbito de periodistas, sino de quienes marcan la orientación de este medio. Jordi Juan en su columna diaria responsabilizaba a A3Media con mucha dureza, Comparaba el programa con Sálvame de Telecinco y criticaba la conducción del debate. De hecho, ésta es la línea editorial de La Vanguardia en relación a esta cuestión. Otros cabezas del diario siguen la misma orientación acusando a los moderadores de pasivos. La tónica es la frustración que curiosamente se descarga sobre compañeros de profesión, Vicente Vallés y Ana Pastor, e incluso yendo más allá, y esto es insólito, entre grupos periodísticos, cargando contra A3Media. Crehueres y algunos del Grup Planeta difícilmente por ahora permanecerán indiferentes hacia la insólita agresión del diario de Godó.
Juliana, por su parte, reitera la línea del director Jordi Juan y hasta en tres ocasiones señala a los moderadores como responsables. Por ejemplo: “un debate mal moderado que impidió al presidente del gobierno explicar cómo piensa gobernar”, es decir, Pastor y Vallés fueron responsables de que Sánchez tuviera un mal día porque no hicieron posible que hablara, algo realmente sorprendente para todos aquéllos, que son muchos, que han visto el debate.
Más adelante insiste: «un debate de fragmentación, mal moderado». Y arrebata el clavo comparando éste con el que se produjo en 1993 entre Felipe González y José M. Aznar, en el que entonces señala que en este caso sí hubo un buen profesional del periodismo por delante, señalando por pasiva que ni Vallés ni Pastor pertenecían a ese buen perfil. Todo el artículo de Juliana puede resumirse con estos argumentos. No es que Sánchez lo hiciera mal, sino que quienes lo hicieron fatal fueron los responsables de moderarlo y así dieron ventaja a Feijóo.
Por su parte, otra persona clave en la estructura de dirección de La Vanguardia, Lola García, se despacha a gusto: “uno de los debates más inútiles que se recuerda, desgarbado, ruidoso una auténtica ensalada de mentiras” . Quizá habría que preguntarse si, con la misma escenografía y comportamiento, Lola García diría lo mismo si el vencedor del debate hubiera sido Sánchez. Y no es un dato relevante este, porque de todas las confrontaciones que se han producido a lo largo de la democracia en este formato, el llevado a cabo por Feijóo y Sánchez es el que da un ganador más claro. Porque normalmente cada parte se declara como victoriosa, pero no es el caso en esta ocasión de los socialistas y afines que se refugian en el «mal día», «en las mentiras de Feijóo» sin reparar en las de Sánchez, como es lógico, y en las interrupciones que continuamente se produjeron Sin mencionar que sobre todo el principal autor de las mismas y más veces llamado al orden por los moderadores, hasta 12, 3 seguidas, fue el propio Sánchez.
Lola García sigue afirmando que «el candidato del PP demostró que es más fácil construir que destruir». «Se le oyeron muy pocas propuestas». Algo cierto, pero que habría que añadir que tampoco Sánchez fue un modelo presentando lo que pensaba hacer. Acusa a Feijóo de exagerarlo todo, el mal estado de la economía, los violadores en la calle y la utilización de “modo malintencionado datos seleccionados”. Como si ésta no fueran las habilidades que presupuesta que preparan los respectivos equipos. E identificar lo que más te beneficia y lo que más perjudica al otro, y la gracia radica en encontrar el mejor argumentario para defenderte de la crítica que te hacen.
El ejemplo que utiliza Lola García para referir esta mala intención es tan desafortunado como la intervención de Sánchez, porque sitúa el foco en el caso Pegasus porque dice que no ha sido archivado por falta de colaboración del gobierno, sino de Israel. Pero omite algo muy importante: el juez de la Audiencia nacional José Luís Calama ha archivado el programa informático Pegasus sobre los teléfonos móviles del presidente porque los autos que ha dirigido a Israel no han tenido ninguna respuesta. Algo que no puede extrañar a nadie porque los gobiernos de ese país están cansados de recibir requerimientos de este tipo.
Pero lo que no dice Lola García es que el gobierno español ante este hecho se puso de perfil y en ningún caso intervino democráticamente o interesó a la CE porque el gobierno de Israel en lugar de archivar la requisitoria en la papelera se la tomara en serio.
García no puede estar de señalar que Feijóo se sintió incómodo cuando se abordaron los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI, que es una de las preocupaciones centrales del actual diario La Vanguardia. Aunque finalmente no cabe decir que, a diferencia de Juliana, que Sánchez perdió “la oportunidad”.
Si al final Feijóo acaba gobernando, algo que exigirán los votantes y el Congreso de los Diputados, seguro que en pocos meses veremos una reconducción de la línea del diario.