Visiones de futuro sobre la Unión Europea (III). Rafael Termes

Rafael Termes Callejón (1918-2005) fue un reconocido financiero catalán, académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, consejero delegado del Banco Popular desde 1966 a 1977, presidente de la Asociación Española de Banca entre 1977 y 1990 y profesor de finanzas del IESE Business School de la Universidad de Navarra. En 1997 publicó el libro «Desde la libertad», en el que desarrolla propuestas sobre la defensa de la libertad de las personas, promociona la economía de mercado como el mejor sistema de organización social y trata sobre el futuro de la integración europea.

Rafael Termes explica en este libro que una persona es liberal porque cree en la libertad del hombre. Aún más, piensa que no se puede ser liberal, si se cree que la naturaleza del hombre es «ser libre». La libertad es valiosa por el bien que permite alcanzar. Sin libertad no puede haber bien verdadero. Pero la libertad sólo es verdadera libertad cuando se adhiere a la verdad y al bien. La libre elección del error o del mal es el fracaso de la libertad, al tiempo que la prueba de la existencia de nuestra libertad como seres humanos, completa pero imperfecta.

La gran diferencia entre la economía de mercado y la socialista consiste, según Termes, en la diferente percepción de la realidad que unos y otros hacen. El aspecto principal del antagonismo entre socialismo y economía de mercado es la oposición frontal que existe entre la antropología que se encuentra en el fondo de cada sistema. Es decir, la diferente idea del ser humano que tienen los partidarios de una y otra corriente en relación con la libertad, que es la característica esencial y definitiva de la persona y en el ejercicio radica el fundamento de su dignidad.

Sobre el proceso de integración europea por la vía comunitaria (Comunidad Europea, hoy Unión Europea), Términos se muestra muy interesado por la polémica histórica mantenida entre «federales» y «confederales«. Los «federales» son los partidarios de crear un Estado europeo con una constitución, una bandera, un jefe de estado, un gobierno, un ejército, una moneda, un derecho, quizás más adelante una sola lengua … Los «confederales», en cambio, son partidarios de un conjunto de Estados que, conservando su propia identidad, encargan a la Confederación, en aplicación del principio de subsidiariedad, aquellas pocas funciones que Estados confederados no pueden o no quieren ejercer, al tiempo que se ponen de acuerdo sobre el conjunto de cosas -y solamente aquellas cosas- que son necesarias para establecer un área, tan amplia como sea posible, que disfrute de una plena y total libertad de movimientos de bienes, servicios, capitales y personas (las llamadas «cuatro libertades» del Tratado de Roma de 1957). En estas condiciones,el mercado se encargaría de generar la convergencia allí donde fuera necesaria. Esta configuración, dicen los «confederales», aseguraría dentro de cada Estado el mantenimiento de las diferentes naciones o regiones con sus respectivas idiosincrasias específicas.

A primera vista, parece que los «federales» son más cercanos a los socialistas y a los partidarios de economías centralizadas, planificadas e intervenidas por el Estado. En cambio, los «confederales» serían los liberales y afines que postulan, a grandes rasgos, la primacía del individuo y de la sociedad civil sobre el Estado. El pilar fundamental de la construcción de carácter confederal es el principio de subsidiariedad. Rafael Termes se alinea naturalmente con los «confederales». Y añade que, en cualquier caso, si queremos que Europa, federal o confederal, camine hacia un crecimiento sostenido y estable, será necesario que los europeos no dejemos que los intervencionistas se salgan con la suya.

Piensa Termes que desde la fundación de la UE hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, parecía que iban ganando los «federales», pero después, con el descubrimiento del fracaso del socialismo real allí donde se había aplicado, parecía que los «confederales» ganaban terreno. Sin embargo, al poco tiempo, los «federales» volvían a coger ventaja con la firma del Tratado de Maastricht (1992).

Rafael Termes hace un análisis muy crítico del Tratado de Maastricht, que finalmente entró en vigor a principios de enero de 1993.

Argumenta que el Tratado de Maastricht puede marcar un antes y un después en el proceso de integración europea y puede cambiar su destino. El mismo nombre de Unión, predominando sobre el de Comunidad, ya es significativo, a su juicio.  Este Tratado pretende esencialmente tres cosas: 1) una unión económica y monetaria con una moneda única, 2) una política exterior y de seguridad común, y 3) creación de una ciudadanía de la Unión.

Los daneses votaron en contra del Tratado de Maastricht. Termes escribió sobre el voto negativo de los daneses lo siguiente: «Yo me considero profundamente europeísta, me alegro del «no»de los vikingos porque no es un no a Europa, la construcción de la qual debe seguir, sino una carga de profundidad contra la socialista o socializante burocracia de Bruselas. El Tratado de Maastricht responde a los puntos de vista de Jacques Delors y de sus secuaces, partidarios de una unión europea corporativista y altamente centralizada».

En un artículo publicado en el diario Expansión en 1992, titulado «Maastricht ha muerto: Viva Europa», Termes escribe lo siguiente:

«Hay mucha gente verdaderamente europeísta, entre la que pienso contarme, que pensamos que el Tratado de Maastricht no sólo no puede identificarse con la idea de Europa, sino que constituye un pésimo camino para llegar a la construcción del ideal europeo que nos hemos forjado. Ideal que es, por decirlo con pocas palabras, el de una confederación de estados ,cada uno con su propia identidad cultural, que deleguen a la Confederación, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, aquello y sólo aquello -que es poco- que los confederales no puedan o no deban hacer; al tiempo que se ponen de acuerdo sobre aquellas cosas -y solamente aquellas cosas- que son necesarias para constituir un área, tan amplia como sea posible, en la que exista plena libertad de movimiento de bienes, servicios, capitales y personas. Sin duda, hay otras personas que van detrás de un proyecto «federalista» para acabar convirtiendo Europa en un superestado en el que todo quede unificado y centralizado». Desde su punto de vista, «los socialistas votan a favor del Tratado de Maastricht, redactado bajo la influencia del socialista Delors y su cohorte de Bruselas, inspirado en el intervencionismo superestatal».

Rafael Termes alaba la construcción de un mercado interior único, objetivo 1992, impulsado también por Delors, pero es muy crítico con el Tratado de Maastricht, también de 1992 y también impulsado por Delors. Afirma que son dos cosas absolutamente diferentes, que no tienen nada que ver una con la otra. «El mercado único europeo no es ningún tratado sino un objetivo que consiste en unir mercados de los diferentes países para abrirlos a cientos de millones de consumidores potenciales, y eso es una buena cosa». Un objetivo que ya se iba realizando desde 1985.

Las reservas de Rafael Termes sobre el Tratado de Maastricht son muchas y se pueden resumir en las siguientes:
  • Una moneda única plantea muchas dudas y no es necesaria para el buen funcionamiento del mercado interior único, que es una buena cosa. Muchos economistas piensan que el mercado único no necesita forzosamente una moneda única, sino que lo mejor es que el mercado único termine conduciendo él solo a la estabilidad de los tipos de cambio de las diferentes divisas con el patrón elegido por el mismo mercado. Por ejemplo, el premio Nobel James Buchanan se ha declarado partidario de una Europa unida, pero no cree en la unión monetaria europea, lo contrario de lo que piensa Delors. El principio subyacente en el Informe Delors de que la Unión Económica, para ser efectiva, precisa de una Unión Monetaria y requiere un control centralizado de la oferta monetaria, no es compartido por muchos prestigiosos expertos en la materia. Y en el caso de que la Unión Monetaria fuera necesaria, piensan que la mejor manera de conseguirla sería dejando flotar libremente las monedas europeas hasta que las economías convergieran sustancialmente y a partir de entonces pasar a la moneda única, de acuerdo con las paridades señaladas por los mercados.
  • No se ve clara la convergencia programada entre economías de los Estados miembros (criterios de convergencia para llegar a la unión monetaria). Las libertades básicas definidas en el mercado común, a condición de que sean efectivamente aplicadas, y lo sean por parte de todos los países, constituyen la mejor promesa de obtener la convergencia de los indicadores económicos dentro de la Comunidad, así como de asegurar la competitividad frente a terceros países.
  • No se ve clara la política industrial propuesta por el Tratado. No es bueno construir una «fortaleza europea» proteccionista, con abundancia de subvenciones y subsidios para los que esten dentro.
  • No es bueno de preservar una política agrícola proteccionista, y sus perniciosos efectos.
  • No se ve clara la dimensión social que propone el Tratado. Es muy probable que una armonización social de alto nivel produzca una igualación de los costes laborales unitarios entre el centro y la periferia de la Comunidad, lo que provocaría un aumento de las diferencias entre las respectivas tasas de paro. El bienintencionado «progreso social» provocaría consecuencias «antisociales».
  • No se ven necesarios sino potencialmente contraproducentes los fondos de cohesión que propone el Tratado.
  • Los confederales no pueden aceptar el proceso gradual conducente a una unión federal.
  • Los confederales tampoco pueden aceptar la manera limitada del principio de subsidiariedad que propone el Tratado.

Han pasado muchos años desde que Rafael Termes escribiera su mencionado libro «Desde la libertad» (1997). Muchos de sus advertencias no se han tenido en cuenta.

Lo cierto es que a lo largo de las dos últimas décadas, la UE ha tenido que atravesar una verdadera «crisis existencial», pasando por una Gran Recesión (2008) y una profunda crisis del euro (2010), que aún dura, todo esto con una unión económica y monetaria que ha mostrado importantes defectos congénitos y que todavía no está terminada.

Por otra parte, la polémica entre «federales» y «confederales» tampoco está resueltaLa próxima Conferencia sobre el Futuro de Europa, programada por la Comisión Von der Leyen, que debe comenzar este año y culminar el año 2022, deberá tratar necesariamente esta importante cuestión.  

Visiones de futuro sobre la Unión Europea (II). El declive de Francia

Si queremos que Europa, federal o confederal, camine hacia un crecimiento sostenido y estable, será necesario que los europeos no dejemos que los intervencionistas se salgan con la suya Clic para tuitear

Es posaran d'acord els partits catalanistes per anar a les pròximes eleccions catalanes com a única opció electoral?

Cargando ... Cargando ...

 

Print Friendly, PDF & Email

Entrades relacionades

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.