La propagación de la pandemia: Los jóvenes como el problema grave

En la crisis sanitaria que estamos viviendo no hay responsables únicos, esto es una evidencia, pero sí que hay responsables principales y responsables estratégicos. El primero corresponde a las administraciones. Ni el Gobierno, ni el catalán, ni el de la ciudad de Barcelona están ni de lejos a la altura de una gestión, no ya buena, sino aceptable.

Pero siendo los principales responsables, también hay otros en mucha menor medida que tienen un papel en las dificultades de controlar la extensión del coronavirus. Un caso concreto es el de los portadores que han sido informados de que lo son, y a pesar de este hecho, desarrollan su actividad habitual, porque la enfermedad no les genera síntomas importantes. Está claro que una parte de esta población lo hace por necesidad porque si no sale a trabajar, no ingresa el mínimo vital. Y aquí volveríamos a topar con la responsabilidad de los gobiernos. Por un lado, un deficiente control de las personas contagiadas. Por otro, no adoptar medidas muy específicas y temporales para aquellos que lo necesitan que los compensen más o menos para no salir a trabajar.

Pero hay un grueso de responsables estratégicos perfectamente irresponsables. Se trata de un sector de jóvenes, ni mucho menos todos, eso es evidente, que tiene en la fiesta nocturna, en la borrachera de fin de semana, en el desenfreno, el eje de su vida y son incapaces de modificarlo por responsabilidad. El cierre de bares y restaurantes, una medida muy perjudicial, ha tenido como efecto la multiplicación de fiestas en los espacios públicos y privados fuera de control que tiene como protagonistas a gente joven. Entre ellos se ha extendido la conciencia de que son inmunes a los efectos de la Covid-19, lo que en buena parte es cierto, aunque haya excepciones graves e incluso mortales.

Esta actitud es portadora de un importante problema moral que puede traducirse en estos términos: como a mí no me pasa nada, me importa poco la consecuencia de mis actos sobre otra gente. Este problema va más allá de la pandemia, por si fuera poco grave, porque demuestra que hay todo un sector de personas que es incapaz de soportar «el sacrificio» durante una temporada y no celebrar la nocturnidad y el alcohol. El efecto propagador de estos jóvenes se manifiesta de manera indirecta, llevan el virus al hogar, al transporte, al trabajo, y por tanto no se registran bien todas sus consecuencias, considerando que el registro del origen de los brotes es muy deficiente porque como mucho sólo identifica una cuarta parte del total.

O las administraciones actúan de manera eficaz para controlar estas actividades irresponsables y se aplican en su grado máximo las penalizaciones para aquellos que atenten contra la salud pública, o la propagación del virus estará asegurada.

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