La otra cara del feminismo (y IV): 6 perfiles básicos del feminismo de género (y 2)

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  1. La hipersexualización. Este tipo de feminismo tiene un fuerte componente generacional que parece que le empuje a contemplar el empoderamiento de la mujer también en su dimensión sexual. No es suficiente con la igualdad, debe mostrar poder y además debe demostrarlo en el sexo. Rosalía, que podría ser criticada por el feminismo clásico desde el punto de vista que convierte en un objeto el cuerpo de la mujer, es celebrada por las actuales representantes de este movimiento como un modelo de empoderamiento. Un tema de familia como la ruptura de las relaciones entre Shakira y Piqué y el hecho de que ella la explote a través del espectáculo mediático sin contemplar la existencia de dos hijos que, de esta forma son puestos en la picota pública, es vista con buenos ojos como una muestra de poder femenino.
  2. La construcción de mitos. Todo movimiento debe construir mitos y en el caso del feminismo de género no es una excepción, pero deben ser de determinado perfil. Uno de estos mitos es Jacinda Ardern, la exministra de Nueva Zelanda, que dimitió a medio mandato y salió por piernas  porque la previsión electoral le era adversa. Tuvo un momento de gloria por su reacción cuando los atentados, pero sus políticas, especialmente la de la covid, han llevado al país a una grave crisis económica. De ahí la fuga para no afrontar las elecciones. Pero esto es visto con entusiasmo. Joana Bonet, una destacada feminista, escribía en La Vanguardia el 21 de enero sobre “el coraje de saber irse”. Sanna Marin, la primera ministra finlandesa, es otro de esos ídolos aunque su currículum político sea más bien magro. Pero no lo es Meloni, la primera ministra de Italia, pese a ser en la actualidad el gobierno más importante ejercido por una mujer. Pero, por supuesto, Meloni no es feminista, y así podríamos seguir con otros ejemplos.
  3. Las obsesiones sexuales. Nunca la literatura pública y política se había visto tan llena de cuestiones relacionadas con aspectos sexuales, que las cronistas y las políticas ejercen sin demasiados miramientos. Nunca se había escrito, como una categoría política, sobre la vagina, los traseros, la menstruación, etc. Basta con ver la publicidad que hace el ministerio de Igualdad para constatar que hay algo profundo que no acaba de funcionar bien en esta visión. Incluso el color ocre de estos anuncios acompaña a la percepción desagradable de parte de quien los ve. Nunca se había visto que un secretario de Estado, la famosa Pam, se dedicara a dar explicaciones a las mujeres sobre cómo obtener satisfacción y descartara la penetración y alabara la masturbación. En definitiva, es a través del feminismo de género que cuestiones pertenecientes a la intimidad las han convertido en categoría política.

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