Pocos días después de la aprobación de la ley Celaá sobre enseñanza, se ha hecho público el informe PISA llamado TIMMS, que mide las competencias de los alumnos de cuarto de primaria, es decir, de 10 años, de 64 países. Una vez más, como viene sucediendo con los informes PISA sobre los estudiantes de 15 años, el resultado ha sido muy negativo para España y especialmente también para Cataluña. Este informe mide el rendimiento en matemáticas y ciencias. España, con 511 puntos en este último ámbito, se sitúa claramente por debajo de la media de la OCDE, que es de 526 puntos. Pero es que la posición de Cataluña es aún peor que la española, sólo 504 puntos, mientras que Madrid logra 523. España, y aún más Cataluña, tiene por tanto un problema grave con el estudio de las ciencias a partir de primaria. Este es un ámbito del conocimiento que precisamente después marcará el itinerario educativo hacia las disciplinas no sólo científicas, sino también tecnológicas y de la formación profesional en estos campos. Un país desarrollado e industrial no puede tener este agujero negro desde el origen.
Algo parecido ocurre con las matemáticas. La media de la OCDE es de 527 puntos y la española es aún más baja que en ciencias, 502 puntos. Cataluña una vez más queda aún por debajo, 494 puntos, y Madrid vuelve a situarse por encima del promedio español, con 518. Es evidente que el Departamento de Enseñanza de la Generalitat hace años que ha fracasado en su tarea y continúa sumergido en este desastre.
Un desastre que la ley Celaá no sólo no resuelve, sino que profundizará en línea a lo que explica el profesor de secundaria Andreu Navarra y su ya famoso libro devaluaciones Continúa, que describe desde la experiencia, el desastre que es la enseñanza en Cataluña con alumnos sin capacidad, memoria, incapaces de concentrarse, que no toleran el fracaso y que se derrumban ante cualquier problema. Con una ignorancia supina sobre hechos históricos recientes y lejanos, que ignoran tanto lo que es una iglesia gótica como quién es el actual jefe del estado del país, no tienen cultura general, ni madurez intelectual. Es un relato demoledor.
Ahora, con la nueva ley, los resultados estadísticos del abandono escolar y de los repetidores, que nos sitúan a la cola de Europa, mejorarán rápidamente, sencillamente porque dejarán de existir las pruebas que los califiquen. La ley generaliza y profundiza una práctica que ya se da más de lo necesario en la actualidad, que es pasar de curso con asignaturas suspendidas sin que luego ello implique un esfuerzo para recuperarlas. Se podrá obtener la titulación de ESO pese arrastrar suspensos. El panorama es claro, si ahora el sistema ya no empuja hacia la exigencia y el esfuerzo, y el último recurso insuficiente, pero recurso, es el del suspenso y la repetición, con la nueva ley esta última baza desaparecerá. Y profundizará el problema no sólo de las bajas calificaciones, sino en el hecho de que prácticamente no tengamos alumnos en los niveles altos de cualificación y concentramos la inmensa mayoría en los dos niveles más bajos del sistema PISA. Con este bagaje el país difícilmente puede prosperar a medio y largo plazo. Sobre todo, si se le añade que entre el 15% (2019) y el 20% (2020) de los jóvenes de 15 a 29 años, además, ni estudian ni trabajan, son ninis. El panorama es desolador y lo peor de todo es que se hacen leyes para empeorarlo.