Las declaraciones de Torra de este pasado domingo alcanzan la cúspide de la máxima irresponsabilidad en un dirigente político. Su continuidad al frente de la Generalitat en las actuales condiciones constituye un verdadero peligro para la sociedad, porque sus palabras ligadas al poder que detenta generan una gran confusión, desorden y entrañan peligro para el funcionamiento del país.
Es bien legitimo protestar por el hecho de que el Estado de Alarma signifique, en la práctica, la perdida de autogobierno, y convierta a los consejeros en delgados de los ministros al mando. De todas maneras, esto tendrá un efecto limitado, formalmente importante, pero limitado.
También es legítimo considerar que el gobierno español viene actuando tarde y mal, si bien esa legitimidad se pierde cuando se pone como ejemplo a la propia Generalitat, que ha procedido con el mismo error de enfoque con el que señala a Sánchez. Ha empezado tarde, ha sido pasiva en su acción esperando que los casos aparecieran, en lugar de buscar desde el primer momento la identificación de los portadores, que es la clave de la cuestión en una enfermedad que tiene un período de incubación tan largo como dos semanas, y en el que el portador del virus puede no presentar ningún síntoma. En definitiva, ha sido tan imprevisor o más que el propio Gobierno español. Para situar un ejemplo, la policía autonómica carece de las suficientes mascarillas y guantes de protección para dotar a sus miembros, y ni de lejos las autoridades disponen de los medidores de temperatura necesarios para el control masivo de la población, que ahora reclama Torra para toda España.
En cualquier caso, lo que es absolutamente irresponsable es el alarmismo con que ha presentado Torra sus tesis, introduciendo de por medio la muerte como un argumento y, sobre todo, lo es propugnar el paro de país, que la gente dejé de ir a trabajar en nombre de la salud. Una cosa es limitar los movimientos al mínimo, y otra cosa pretender que las fábricas y empresas no trabajan a lo largo de 15 días. Esto obviamente no lo ha hecho Italia que vive una condición más difícil que la española. Si las empresas dejan de trabajar a lo largo de dos semanas, una parte de ellas ya no tendrán continuidad. Resulta imposible que los empresarios asuman este coste. Y si lo que pretende Torra es que lo asuma el estado, es decir nosotros mismos, está generando un coste extraordinario difícil de asumir: pagar todas las nóminas de las empresas cesantes a lo largo de 15 días, con un dato agravado como es que al cabo de este tiempo, el coronavirus continuará estando presente y afectando a la población, aunque su tasa de contagio se haya reducido sensiblemente y se sitúe a nivel de la italiana, que está por debajo de dos, y que por consiguiente continúa expandiéndose, si bien a un ritmo más moderado. El problema no son 15 días.
Para una economía exportadora como la catalana, cerrar 15 días exponerse a la pérdida segura de clientes que acudirán a otros proveedores más fiables. Toda una locura en el que una vez más el independentismo utiliza una situación tan extrema para jugar su propia carta de desestabilizar el estado. También en esta ocasión, Esquerra Republicana ha manifestado ser un socio poco fiable del gobierno español, porque el vicepresidente económico ha defendido en la entrevista telefónica de este mismo domingo el paro total que propugna Torra.
Se produce así un conflicto y una gran confusión, porque mientras el decreto ley de Madrid permite los desplazamientos por trabajo, y mantiene el transporte público, Torra, que no se ha referido para nada a esta última cuestión, sostiene que no se ha de ir a trabajar.
Claro que una vez más, puede haber detrás de estas declaraciones demagógicas, la más absoluta falta de intención de realizarla, porque si la tuviera hubiera anunciado la reducción en los servicios de transporte público sobre el que tiene autoridad plena en servicios de los ferrocarriles y autobuses interurbanos.
En definitivas ha abierto un conflicto que hace falta ver cómo se desarrolla, pero que en cualquier caso complica todavía más la difícil situación en la que vivimos.
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