España, un país de inmigraciones masivas que carece de una política sobre este fenómeno digna de ese nombre, también se plantea como una panacea. Como sustituta de la ínfima natalidad española y como el factor que ayuda a equilibrar las pensiones. Todo esto, unido a esta masificación, es un error muy grave, que ya estamos pagando y que aún vamos a pagar más en el futuro.
La clave es el capital humano
Sabemos que, según los estudios del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), el valor del capital humano per cápita en España se situaba en 320.975 euros por persona en 2021. Sin embargo, es importante destacar que este valor ha experimentado una tendencia decreciente en las últimas décadas: 1 %.
¿Pero cuál es el capital humano de la población inmigrante?
Para aproximar el capital humano per cápita de la población inmigrante en España, podemos utilizar como referencia la brecha salarial entre trabajadores nativos e inmigrantes. En general, los salarios reflejan la productividad y, por tanto, el nivel de capital humano (formación, habilidades y experiencia) de los trabajadores. Datos recientes muestran una diferencia sustancial en las remuneraciones: en 2022, el salario medio de los trabajadores extranjeros fue aproximadamente un 33% inferior al de los trabajadores españoles. Es decir, de media, un inmigrante ganó en torno a dos tercios del salario de un nativo.
Asumiendo una correlación positiva entre salario y capital humano, este dato sugiere que el capital humano medio por persona de la población inmigrante equivale aproximadamente al 67% del capital humano per cápita de la población nativa (tomando el salario de los españoles como referencia). En otras palabras, si los españoles tienen un “100%” de capital humano de media, los inmigrantes tendrían alrededor de un “67%” de media, bajo el supuesto de que la brecha salarial se debe principalmente a diferencias en productividad y calificación.
Cabe señalar que buena parte de esta brecha salarial se explica por diferencias observables en las características laborales y educativas de ambos colectivos.
Los inmigrantes en España suelen ser, en promedio, más jóvenes, con menos años de educación formal y concentrados en trabajos de menor calificación, a menudo a tiempo parcial o temporales. De hecho, el economista Raquel Carrasco estima que, descontando factores como edad, nivel educativo, tipo de contrato o sector, la diferencia «no explicada» en el salario medio se reduciría a sólo un 6%. Esto implica que gran parte de la menor remuneración de los inmigrantes se debe a un menor capital humano efectivo (menos formación o experiencia relevante) y a las características de los puestos de trabajo que ocupan, más que a una penalización puramente por su condición de extranjeros.
En términos de capital humano per cápita, por tanto, los inmigrantes tendrían un valor medio inferior al de los nativos, de acuerdo con esta brecha salarial bruta del ~33%. Podemos concluir que, utilizando los salarios como indicador, el capital humano medio de un inmigrante en España estaría en torno a dos tercios del de un español nativo en la actualidad.
Impacto de la inmigración y la emigración en el capital humano de España
La hipótesis de que el capital humano en España ha descendido en las últimas décadas está avalada por varios estudios, que señalan una tendencia preocupante a la baja en el valor del capital humano por habitante. Según un informe de la Fundación BBVA y el IVIE, el valor del capital humano per cápita en España cayó un 19,1% entre 2000 y 2021.
Este descenso significa que, en promedio, cada persona en 2021 aportaba menos capital humano (en términos de valor productivo) que a principios de siglo. El principal factor identificado es el envejecimiento poblacional, que reduce la proporción de personas en edad de trabajar altamente productivas. Sin embargo, los movimientos migratorios han influido adicionalmente en esta evolución, a través de dos vías:
- La entrada de grandes flujos de inmigrantes (con menor nivel formativo de media).
- La salida de una parte de la población autóctona altamente calificada (fuga de talento).
A continuación, analizamos cualitativamente cada fenómeno y su efecto en el stock de capital humano del país, aportando datos disponibles.
España ha experimentado dos grandes oleadas migratorias desde finales del siglo XX. La primera tuvo lugar en la década del 2000, cuando el rápido crecimiento económico atrajo a cientos de miles de extranjeros cada año. Como resultado, la población inmigrante pasó de ser muy reducida en los años 90 a representar al 12,2% de la población en 2010. Tras la crisis de 2008, muchos extranjeros regresaron a sus países o emigraron a terceros, reduciendo la proporción a ~9,8% en 2017.
La segunda ola ha tenido lugar en la segunda mitad de la década de 2010 y principios de 2020, con la recuperación económica y necesidades laborales específicas. En los últimos años, España ha vuelto a atraer a inmigrantes en cifras récord: a 1 de enero de 2025, los residentes de nacionalidad extranjera alcanzaban los 6,85 millones (14% de la población total), y la población nacida en el extranjero (incluyendo naturalizados) llegaba a 9,38 millones de personas. Es decir, casi una de cada cinco personas en España nació fuera del país, una notable transformación demográfica en pocas décadas.
Estas oleadas migratorias han aumentado la población activa y la mano de obra, pero no han elevado en la misma medida el nivel medio de capital humano. Esto se debe a que, estadísticamente, los inmigrantes en España tienen de media menos formación académica que la población autóctona.
Por ejemplo, un estudio de Funcas muestra que sólo alrededor del 30% de los inmigrantes de 25 a 54 años en España tenía educación universitaria en 2021, una proporción prácticamente estancada desde 2004. En paralelo, un 37,8% de la población inmigrante tenía sólo estudios básicos (educación obligatoria o menos), uno de los porcentajes.
Esto contrasta con la población española en su conjunto, cuyo nivel educativo ha mejorado en las últimas décadas (más del 40% de los adultos españoles de 25-64 años han completado educación superior, según datos del Ministerio de Educación).
La llegada masiva de inmigrantes con calificaciones medias o bajas diluye el capital humano medio por habitante, porque incrementa la población total más rápidamente que el stock de formación acumulada. En términos simples: la economía suma trabajadores, pero muchos de ellos con menos “mochila” de conocimientos o habilidades formales que el trabajador medio nativo, lo que frena el aumento (o provoca la caída) del capital humano per cápita.
De hecho, los expertos señalan que el crecimiento económico español en los años 2000 se sustentó más en la expansión de la fuerza laboral (demanda de trabajo poco calificado en construcción, servicios, etc.) que en mejoras de productividad por capital humano. Esto explica que, pese al aumento extraordinario de población gracias a la inmigración, no se observaran incrementos sustanciales en el capital humano por persona ni siquiera en los años de bonanza precrisis.
