La figura del actual candidato a la vicepresidencia de los EE.UU. es mucho más importante de lo habitual en esta posición, que siempre tiene un recorrido muy secundario en la gobernación del país. Veamos por qué:
Es joven, cumplirá 40 años el 1 de agosto, con un candidato a la presidencia de 77 años que terminará su mandato, como Biden, con más de 80. Y eso sin contar con la posibilidad de que tenga que asumir la presidencia antes por causas biológicas.
Refleja el sueño americano. Procedente de una familia pobre en un territorio empobrecido, un hillbilly, de familia monoparental con varios padrastros a lo largo de su vida, con una madre que ha sufrido drogadicción durante muchos años y que ahora ha superado, como el mismo Vance refirió en la convención republicana, donde ella estaba presente, señalando que hacía 10 años que estaba limpia. Criado sobre todo por su abuela, una mujer enérgica. Es el ejemplo de aquello que tanto gusta en los EE.UU.: el esfuerzo es capaz de vencer las circunstancias adversas.
Su carrera académica y profesional es sólida. Al terminar la secundaria, y como algunos otros blancos pobres, se apuntó a los marines, combatió en Irak y después de 2 años de permanencia ingresó en la Universidad Estatal de Ohio para estudiar derecho, culminando su carrera en la elitista Yale, de donde salió con un doctorado. No está nada mal, vista su base familiar y educativa.
Escribió un libro de gran éxito «Hillbilly, una elegía rural», transformado también en una película que se puede encontrar en Netflix y que lo proyectó a la notoriedad. También es un empresario con buenos resultados en inversiones en nuevas tecnologías. Entró en política tarde, pero por la puerta grande porque hace 2 años que es senador por Ohio y ahora ya candidato a vicepresidente.
Está casado con la hija de un inmigrante hindú, Usha Chilukuri. Es difícil acusarlo de racismo o de chauvinismo. Si se opone a continuar la inmigración por los caminos que hasta ahora se ha seguido, no es por la naturaleza de las personas, sino porque esta estaba fuera de control, o al menos es lo que con mucha facilidad puede argumentar.
Quiere representar, porque ese es su origen, a la clase blanca empobrecida, que de clase media se ha convertido en un grupo sin futuro, castigado por la plaga del fentanilo, unos desposeídos que el partido demócrata nunca ha sabido representar y que Trump ha asumido en gran medida. Una circunstancia que ahora se verá multiplicada por su «ticket» con Vance.
Son personas arraigadas en sus territorios, en sus familias, a menudo conflictivas y deterioradas, como su industria, pero a pesar de todo patriotas, que hacen que de sus filas surjan soldados del ejército de los EE.UU. También son religiosos, aunque en un sentido poco institucional.
Este grupo de población tiene un peso muy importante en 3 de los 6 estados donde parece que se decidirá la presidencia. Concretamente, en Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Y no tienen esta importancia en los otros 3, Georgia, Nevada y Arizona. De hecho, refuerza la candidatura de Trump en todo el Rust Belt (cinturón del óxido) que también incorpora otros estados como Virginia Occidental, Kentucky e Indiana, reforzando el potencial de Trump en todos ellos.
De hecho, Biden en 2020 logró la victoria en todos, pero según las encuestas, y antes de la candidatura de Vance, Trump ya ganaba con ventajas que varían según el estado, entre unos escasos 1,3 puntos en Michigan o entre 5 y 6 puntos en Nevada y Arizona.
Por último, característica clave, Vance es un católico converso desde 2019. Aquí podéis encontrar un artículo suyo en el que explica su conversión con un título bien explícito «Cómo me uní a la resistencia» del año 2020. ¿Por qué es clave este hecho? Pues porque los católicos, que eran un votante disciplinadamente demócrata, han ido fluctuando a lo largo del tiempo decantándose cada vez más por los republicanos.
Ya en 2008, Obama logró retener la mayor parte de este sector, pero solo el 54%. En las elecciones posteriores, 2016 y 2020, el voto católico quedó muy dividido, pero con una cierta ventaja para Trump que llegó a ser muy acusada. En las encuestas primarias, el 52% del electorado apoyaba a Trump frente al 44% de Clinton y en 2020, a pesar de la victoria de Biden, este ya perdió el voto católico por un 50% a 48%.
En Michigan o en Wisconsin los católicos tienen un peso decisivo y, por tanto, pueden contribuir a conseguir los votos electorales necesarios. Y por la vía también de los católicos, en este caso latinos, pueden abrir brecha con todo el voto hispano que tiende a apoyar mayoritariamente a los demócratas.
Todo esto señala a Vance como un factor multiplicador, cuyos efectos aún no han entrado en juego.