Este conflicto bélico, junto con el de Israel en Gaza, está deteriorando la UE y acentuando los otros problemas que viene acumulando sin resolver.
La primera cuestión viene motivada por la forma diferente de actuar en uno y otro caso. Oposición frontal en Rusia como potencia agresora, pero silencio y comprensión por la respuesta excesiva de Israel a Gaza. Una cosa es el derecho a la defensa, y otra muy distinta es el inexistente derecho a aplastar al enemigo sobre todo con las figuras interpuestas de víctimas civiles.
La situación de Ucrania cuestiona fuertemente la visión y práctica política de la Unión. Una potencia de segundo orden, Rusia, ataca a otro país vecino, Ucrania. Su capacidad militar es la que muestran: hace una ofensiva y obtiene unos objetivos muy limitados a pesar de la debilidad inicial del ejército ucraniano. El PIB ruso que alimenta su capacidad militar es ligeramente menor al italiano y algo mayor que el español. No es un peligro para Europa, pero ha querido ser siempre visto así.
Empezó cuando EE.UU. con la aquiescencia europea propulsó al “Maidán”, la revuelta que impulsó el gobierno ucraniano democráticamente elegido porque era proruso. Ese es el origen de todo lo que ha venido detrás, acentuado por la voluntad explícita de incorporar a Ucrania al bloque occidental, rompiendo así el statu quo acordado con Rusia de mantener a estos países limítrofes en una situación de neutralidad.
El resultado es una guerra estancada que Ucrania nunca podrá ganar y Rusia nunca cederá Crimea, primero porque históricamente siempre ha sido rusa y segundo porque es la puerta vital en el mar Mediterráneo. Las zonas hoy ocupadas, antes de la guerra eran abiertamente rusófilas por lengua, cultura y economía. Sería lógico después del desastre humano y material que sufre Ucrania llegar a una paz y reconstrucción basada en la máxima paz por territorios que no es la primera vez que se aplica y que tiene en Finlandia un buen ejemplo.
Tras la última guerra con la URSS cedió una parte de la zona de Carelia finlandesa a cambio de la neutralidad y la coexistencia con la URSS. El resultado ha sido un gran desarrollo económico de Finlandia, mucho mejor que el ruso. Éste es el único camino porque, además, las sanciones económicas a Rusia han fracasado y la previsión para el 2024 es que vuelva a un crecimiento notable. Esta guerra y la posición europea ha arrojado a Moscú a manos de China, un cambio radical en nuestra historia que podemos pagar muy caro en el futuro. El sur global está con Rusia o es neutral y en ningún caso comparte las posiciones europeas que han perdido influencia a manos llenas, como constata su retroceso en África, pese al dinero que lleva empleados.
La guerra de Ucrania genera unos costes extraordinarios para Europa que son acumulativos en el ámbito militar y humanitario, pero también ha sido un factor inflacionario y ahora es una causa más que se añade al disgusto del campesinado, sobre todo, y en este caso en los países centroeuropeos y orientales de la UE.
Pero lo peor es que Ucrania está exhausta. El medio millón de voluntarios que forman el grueso del ejército llevan 2 años combatiendo sin descanso. Han sufrido terribles bajas y el conjunto presenta una fatiga de batalla extraordinaria. Se necesita una nueva movilización de medio millón más de hombres y éste es el problema, porque lo que se hace notar en el país es que pasada la primera ola de patriotismo, al inicio de la invasión, ahora la gente empieza a estar harta de la guerra.
Quienes están lejos del frente han buscado normalizar sus vidas y en buena parte lo han logrado y no están dispuestos en gran parte a que les envíen a la batalla. Otro grosor sencillamente ha abandonado el país.
La nueva ley de movilización que se está preparando tiene mucha retórica, pero la realidad es que llaman a integrarse en el ejército a personas comprendidas entre los 18 y 60 años en determinadas condiciones. Sólo este hecho ya da una idea del grado de desesperación. Si se completa esta leva, 1 millón de hombres habrá estado sujeto a las consecuencias de la guerra, como muertes, heridos, discapacidad o sencillamente afectados por el trauma bélico. ¿Cómo podrá rehacerse el país en estas condiciones?
Esto, sin contemplar el aspecto más material del coste, puesto que la nueva ley prevé que cada soldado recibirá 500 euros. Esto representa que sólo en salarios el ejército ucraniano gastará 500 millones de euros al mes, una cifra de la que ni de lejos dispone y que deberá ser aportada por Europa y EEUU cada vez más alejados del conflicto.
O Europa cambia su nefasta política en el caso de Ucrania, o el problema acabará arrastrándola a una crisis interna.