La era post-Merkel está a punto de comenzar

Después de quince años en el cargo, Merkel dejará pronto de ser cancillera. Las próximas elecciones generales alemanas son el 26 de septiembre y ella no se vuelve a presentar.

Merkel ha sido la primera mujer y la primera persona proveniente de la extinta República Democrática Alemana (RDA) en llegar a cancillera. Muchos pensaban que no duraría mucho en el cargo que estrenó en 2005 y por ello calificaron su triunfo de «temporal». La realidad ha sido bien distinta. Durante sus largos años al frente de la cancillería alemana, ha tratado con cinco primeros ministros británicos, cuatro presidentes franceses, siete primeros ministros italianos, cuatro presidentes de Estados Unidos y ocho primeros ministros japoneses.

Sus biógrafos consideran que la clave de su éxito político consiste en una combinación única de experiencia vital, fuertes convicciones éticas y habilidades personales

Merkel nació en 1954, hija de un pastor protestante de la RDA y es de fe cristiana. Ha sufrido en sus carnes las privaciones de un régimen comunista totalitario. Es una persona acostumbrada a la austeridad. Tiene un doctorado por la Universidad de Leipzig sobre química cuántica y eso hace que esté entrenada en el análisis de problemas complejos con rigor científico. Su mentor político fue Helmut Kolh, otro gran canciller demócrata cristiano alemán. Fue quien supo aprovechar el momento histórico de la caída del muro de Berlín, en 1989, para poner la directa con éxito hacia la reunificación del país. Merkel le sustituyó a consecuencia de unas acusaciones de corrupción y ella misma no dudó en pedirle que dejara el cargo por este motivo. Merkel valora mucho la integridad de las personas. No se le conoce ningún caso de corrupción. Rezuma empatía, sencillez, credibilidad y confianza. Es muy hábil a la hora de afrontar situaciones de crisis. Lo hace como si se tratara de un problema de física, su especialidad. Es una persona calmada, analítica, pragmática y diplomática. No es una persona locuaz. Sólo le gusta hablar cuando tiene realmente algo que decir. Es consciente de que los alemanes están históricamente cansados ​​de líderes habladores y carismáticos que han llevado el país al abismo. Merkel se muestra siempre partidaria de situarse en posiciones centristas, propiciar consensos, analizar los temas en profundidad y tratar de llegar a acuerdos transaccionales. Es seria y, al mismo tiempo, tiene un fino sentido del humor.

A lo largo de su vida ha sido fiel a una cierta manera de ejercer la política, que consiste en «no tener un afán por pasar a la historia, sino en servir y en hacer lo que hay en cada momento». Ha presidido muchos gobiernos de coalición. Actualmente preside uno con los socialdemócratas. De hecho, en Alemania, desde 1949, cuando se formó el primer gobierno de la República Federal Alemana (RFA), presidido por Adenauer, los gobiernos de coalición no han sido la excepción sino la regla. La falta de disposición al compromiso entre los partidos democráticos fue una de las causas de la inestabilidad política durante la República de Weimar, que facilitó el ascenso de los nazis al poder.

Los que la conocen bien aseguran que le hace ilusión dejar el cargo de cancillera, porque así tendrá más tiempo para leer y hacer vida de familia. También piensan, sin embargo, que no dejará de interesarse por los asuntos públicos y que, quiera o no quiera, seguirá ejerciendo una gran influencia tanto en Alemania como en Europa y en el resto del mundo.

Merkel habrá liderado su partido, la CDU (Unión Demócrata Cristiana), durante dieciocho años, desde el año 2000 hasta el año 2018, cuando fue elegida sucesora Annegret Kramp-Karrenbauer, primera ministra del land del Sarre, promovida por la propia Merkel, que sólo ha durado un año en el cargo. No consiguió consolidarse y al final renunció.

La semana pasada ha sido elegido nuevo líder del partido Armin Laschet, de 59 años, presidente del land de Renania del Norte-Westfalia, otra vez el candidato más cercano a Merkel . Se ha impuesto con una ajustada victoria por 52,79% a 47,21% a su rival del ala más derechista del partido, Friedrich Merz, Un personaje brillante, bien valorado por el mundo económico y el mundo político liberal. Es un hombre de negocios, millonario, que volvió a la política a finales del 2018, cuando Merkel a quien le tiene jurada porque ella le desalojó en 2002 como jefe del grupo parlamentario conservador anunció que dejaba la presidencia del partido. A sus 65 años ha sido vencido por segunda vez en poco tiempo en su intento de conseguir las riendas de la CDU. En diciembre de 2018 le derrotó Kramp-Karrenbauer y esta última vez Laschet. En ambos casos sus derrotas se han producido por un margen estrecho de votos, una clara señal de que el ala derechista del partido es muy fuerte. Ha habido un tercer aspirante, Norbert Röttgen, de 55 años, jefe del comité de Exteriores del Bundestag, centrista, que no ha salido mal parado en las votaciones.

Laschet  será muy probablemente el candidato a las elecciones generales de septiembre por la CDU, si bien esta candidatura deberá consensuar con la CSU (Unión Social Cristiana), su socia histórica de Baviera. Laschet ha declarado que seguirá una línea centrista y continuadora de la marcada tradicionalmente por la cancillera.

Laschet es natural de Aquisgrán, la antigua capital de Habsburgo. Es un europeísta convencido que se declara admirador del emperador Carlomagno. A diferencia de Merz, tiene un profundo conocimiento de la UE y nadie pone en duda sus credenciales europeas. Ha sido acusado por Merz de ser un candidato continuista de políticas que, exitosas en su momento, ahora se están quedando obsoletas. Merz y sus allegados piensan que la Alemania de Merkel ha recogido los frutos de innovaciones y empresas de una era analógica que ya es el pasado, y que Alemania, como el resto de Europa, corren el riesgo de quedar retrasadas respecto  Estados Unidos y China. Acreditados analistas han escrito que la CDU que saldrá de las próximas elecciones legislativas continuará probablemente gobernando Alemania, pero seguirá siendo centrista y continuista de Merkel a la antigua manera, inflexible y cautelosa respecto a la modernización de la economía. También han criticado la política antinuclear de la cancillera, que ha impuesto el cierre de todas las centrales nucleares del país. Desde estos puntos de vista, Merz era sin duda a los ojos de muchos alemanes el mejor candidato. Lo intentó dos veces y no lo ha conseguido.

Durante sus quince años al frente de la cancillería alemana, Merkel ha tenido que vivir el período más largo y duro de europesimismo de la historia de la UE (2005-2020), los difíciles quince años de «crisis existencial» del proyecto de integración comunitario, según definición del ex presidente de la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker. Merkel ha vivido las crisis de 2005 (fracaso del proyecto de Tratado constitucional), 2008 (Gran Recesión), 2010 (crisis del euro), 2015 (crisis de los refugiados), 2016 (Brexit y elección de Trump) y 2020 (crisis del coronavirus).

La crisis más difícil de todas a las que se ha enfrentado ha sido probablemente la crisis de los refugiados de 2015Entonces se erigió en la conciencia de los valores del humanismo europeo. Abrió las fronteras alemanas a más de un millón de refugiados, fiel a su consigna que se hizo famosa: Wir Shaffer das (lo podemos hacer), que recordaba al Yes we cande Obama. Se habla poco de los resultados de aquella apertura generosa de fronteras, quizá porque está resultando un éxito y las buenas noticias interesan menos que las malas. Según datos oficiales alemanas, el 49% de refugiados llegados a Alemania desde 2013 tienen trabajo, el 17% están recibiendo cursos de formación, el 3% se encuentran en régimen de prácticas profesionales pagadas y el 85% han seguido cursos de lengua alemana. Aquella apertura de fronteras fue un gran acto de humanidad que tuvo como consecuencias una inyección de energía a la débil demografía alemana y la subida con fuerza del partido ultraderechista Alianza por Alemania. También es cierto que fue mal recibida por diferentes estados miembros de la UE, partidarios de mano fuerte contra la inmigración, como Hungría, y por las mismas instituciones de la UE al tratarse de una decisión unilateral de Merkel.

La reciente presidencia alemana de la UE (julio-diciembre 2020), liderada por Merkel, es calificada en Bruselas como un gran éxito y el colofón de su trayectoria europeísta. El fondo europeo de recuperación ( Next Generation EU ) está considerado como su gran legado histórico, ya que se trata de la primera emisión de deuda común europea para hacer frente a la gran crisis provocada por la pandemia y un paso adelante muy importante hacia la federalización. Aquel fondo ha supuesto un giro copernicano a la superlativa austeridad que Alemania había impuesto durante la crisis del euro (2010), con Merkel y su ministro de finanzas Schäuble al frente. La gran sacerdotisa de la Next Generation EU es la alemana Úrsula von der Leyen, antigua ministra de defensa y protegida de Merkel. El presidente francés, Emmanuel Macron la propuso como candidata presidenta de la Comisión Europea y Merkel aceptó complacida, tanto por ser una exministra suya como por lo que suponía la aceptación de la propuesta de Macron de cara al fortalecimiento de la eje francoalemán.

Merkel comenzó su mandato como cancillera en 2005 sin una carta especial de presentación europeísta. Se la ha tenido que ir ganando con el paso de los años, hasta terminar colocando Europa en el centro de casi todas sus políticas. Por eso algunos hablan de la «conversión progresiva» de Merkel al europeísmo. En cualquier caso, Merkel siempre ha pensado que «a Alemania sólo le irá bien y si a Europa le va bien».

Dos actuaciones recientes de Merkel acaban de dar testimonio, una vez más, de su europeísmo y de su coraje a la hora de defender los valores europeos. Hacen referencia a la vacunación contra la pandemia y en las relaciones de la UE con China.

Merkel se ha mostrado partidaria, desde un principio, de una gestión comunitaria y solidaria de las vacunas contra la Covid-19 en el seno de la UE para evitar posibles diferencias entre países. Siempre ha visto la necesidad de una gestión eficaz y eficiente del sistema de vacunación, pero al mismo tiempo equitativa. Con otro tipo de liderazgo, la vacunación pudo originar carreras y rivalidades nacionalistas entre los estados miembros de la UE más o menos avanzados científicamente para conseguir dosis rápidas. Si no se hubiera decidido centralizar la compra de vacunas en la UE y que cada país se hubiera espabilado por su cuenta – como pasó los meses de marzo, abril y mayo del año pasado con la carrera salvaje por la compra de material sanitario- la competición podría haber sido muy aguda y seguramente nada beneficiosa para países como España. Otra cosa es, por cierto, que en estos momentos se ponga en duda la gestión de compra de vacunas hecha desde Bruselas, a la vista de la escasez de vacunas disponibles.  Los ciudadanos de la UE se muestran decepcionados y esperan una reacción rápida y convincente por parte de los responsables de la Comisión Europea y de su presidenta Úrsula von der Leyen. Tienen razón, pero también hay que reconocer que las competencias de la UE son aún insuficientes en la materia y que no estaba preparada para las pandemias. Los Estados miembros han tardado mucho en autorizar a la Comisión Europea a hacer compras conjuntas y su propuesta para crear una Autoridad Europea de Respuesta a Emergencias Sanitarias aún no ha cuajado. En cualquier caso, Merkel acaba de entonar un mea culpa por la mala gestión contra el virus  que se haya podido producir tanto en Alemania como en la UE y espera que las cosas mejoren de manera inmediata. Lo ha hecho en el marco de la reunión de Davos organizada por World Economic Forum , que se está celebrando estos días de manera virtual, debido precisamente a la pandemia.

Merkel es una política que no duda en pedir perdón cuando cree que las circunstancias lo exigen.

La segunda acción meritoria a destacar se acaba de producir en el mismo marco. En su intervención estelar, el líder chino, Xi Jinping, ha invitado a las naciones a no injerirse en los asuntos internos de su país y respetar los sistemas económicos y sociales de cada estado. Merkel ha criticado educadamente estas afirmaciones. Dijo que, en su opinión, toda cooperación entre países tiene sus límites, consistentes en el «respeto a valores elementales como la dignidad de la persona» y añadió que «la transparencia es la clave para que se pueda saber desde fuera lo que pasa realmente dentro de un país». Un diplomático acreditado en Bruselas ha elogiado de este modo la última actuación de la cancillera: «Merkel es la única líder europea que ha sido capaz de mostrar directamente a Trump sus desacuerdos, también lo ha hecho ante Putin y ahora lo acaba de hacer en Davos con el todopoderoso líder chino, Xi Jinping. Siempre con palabras suaves pero firmes, con valentía, convicción y en nombre de los valores europeos. Por todo ello, y por muchas cosas más, la echaremos de menos «.

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