La deificación de Sánchez

Una gamberrada en Madrid, el apaleamiento de un muñeco que quiere representar a Sánchez en una pequeña concentración ultra ante la sede del PSOE en la calle Ferraz, ha lanzado a los ministros del gobierno y al portavoz del Congreso, Patxi López, por el camino del victimismo más desatado, clamando porque estábamos ante un delito de odio y anunciando que tomarían acciones penales contra los autores.

Hay que decir que en una reacción que ya viene siendo clásica, Yolanda Díaz ha discrepado públicamente de esa actitud diciendo que no existe causa penal. Y por lo que dicen la mayoría de los juristas parece que así es. Una cosa es ser un gamberro y provocar animaladas y otra cosa que todas éstas sean punibles con el Código Penal en mano.

Pero lo más importante de este asunto, y lo que queremos subrayar en Converses, es que esta reacción socialista coincide en el tiempo con su iniciativa de despenalizar los delitos que hacen referencia al maltrato de la imagen del rey y de la bandera. Ya se sabe que el rey ha sido quemado, colgado, puesto boca abajo y como jefe de estado que es, esto tiene efectos sancionables, aunque en la práctica se han producido pocos casos de esta condición. Y tres cuartos de lo mismo cuando se quema la bandera española u otras chorradas parecidas. En nombre de la libertad de expresión, el PSOE considera que esto no constituye ningún tipo de delito: llevar al rey a la hoguera no es delito de odio, ahora, llenar de golpes de bastón un muñeco que quiere representar a Sánchez , eso sí que lo es.

Nos encontramos ante una clara mentalidad que deteriora el estado de derecho y lo convierte en un estado de leyes. La diferencia entre uno y otro es sustancial porque en ambos casos nos guiamos por normas que regulan la convivencia, pero en el estado de derecho éstas se aplican a todos por igual, mientras que en el estado de leyes son utilizadas de forma diferente en función de quién es la víctima y quién es el agresor. Cuando la imagen socialista es la maltratada, esto es un delito de odio. Pero, cuando son otros, como aquella escenografía de las juventudes socialistas decapitando a Rajoy, con guillotina incluida, cuando los aberzales colgaron de la horca un muñeco del rey, cuando aparecían unos carteles de Abascal con un disparo en la espalda, o unos otros con una hoguera que ardía en la Guardia Civil, todo esto es libertad de expresión. Como es libertad de expresión colgar carteles en los que se declare «la única iglesia que ilumina es aquella que arde». Todo esto no expresa odio. Son actividades, producto de la libre creatividad humana.

En realidad todo sería más sencillo si nuestros políticos aplicaran un principio de la ley natural que rige a toda la humanidad: no hagas a los demás lo que no quieras para ti.

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