La cultura “woke” de la cancelación y la guerra de Ucrania

La inexcusable, terrible y absurda invasión de Ucrania por Rusia demuestra también hasta qué punto Occidente vive inmerso en una crisis culturalAunque ésta no provoca muertes, al menos directamente, no deja de ser igualmente inexcusable, terrible y absurda.

Nos referimos a la oleada de “cancelaciones” que ha sufrido la cultura rusa en toda Europa y Norteamérica desde el inicio de la ofensiva ordenada por el presidente ruso Vladimir Putin el pasado 24 de febrero contra Ucrania.

Estas “cancelaciones”, según el lenguaje de la ideología woke, no son más que actos de censura dirigidos contra una de las grandes culturas europeas como es la rusa.

Peor aún, a menudo implican coartar a personas individuales, por lo general artistas y personajes del mundo de la cultura provenientes de Rusia que, accesoriamente, a menudo tienen muy poco que ver con el presidente ruso.

Uno de los casos más sonados es el de Tugan Sokhiev, a la vez director artístico del Teatro Bolshoi de Moscú y director de la Orquesta Nacional de Francia del Capitolio de Toulouse. Obligado a elegir bando, Sokhiev acabó por dimitir de sus funciones tanto en Francia como en Rusia.

La Orquesta Sinfónica de Montreal (Canadá es uno de los países que más han llevado al extremo a los postulados woke ), anuló los conciertos del pianista ruso Alexander Malofeev, a pesar de que éste mismo había hecho un llamamiento al fin de la guerra.

El director de orquesta Pavel Sorokin ha sido despedido de la Royal Opera House de Londres, y la Filarmónica de Múnich hizo un ultimátum a su director Valery Gergiev, ese sí amigo personal de Putin, para distanciarse de él públicamente.

En Italia, la Universidad de Milán anunció anular varios cursos de literatura rusa para evitar polémicas antes de dar marcha atrás ante la contestación social que la decisión generó.

Y a ambos lados del Atlántico, los artistas rusos reciben enormes presiones para que se manifiesten contra su gobierno. La soprano rusa Anna Netrebko ha denunciado abiertamente estas presiones dirigidas contra ella y sus compatriotas para denunciar la invasión de Putin.

Desgraciadamente, este tipo de hechos no son un extraño fenómeno en Occidente, donde hace años que la ideología woke penetra cada vez en más ámbitos para distorsionar la cultura en nombre de la “inclusividad” .

Proveniente sobre todo de los campus universitarios norteamericanos para protestar contra el “racismo sistémico”, el fenómeno de las cancelaciones se ha ido extendiendo por toda Europa, re-escribiendo obras literarias, modificando puestas en escena teatrales o incluso prohibiendo determinados autores.

El peor efecto del wokismo, sin embargo, se produce sobre las personas concretas, ya que confunde ideología y persona, obstinándose en atacar a la segunda.

El gran peligro de esta ideología es en efecto que considera que las personas son “culpables” sólo por tener un color de piel blanco, profesar la fe católica o ser heterosexuales. En el caso presente, su pecado original sería provenir de Rusia .

Tras los esfuerzos de la cancelación woke se esconde un intento de reescribir la historia y modificar culturas y tradiciones de forma artificial Share on X

Tras los esfuerzos de la cancelación woke lo que en realidad se esconde es un intento de reescribir la historia y modificar culturas y tradiciones de forma artificial, pasando incluso por encima de la vida privada de las personas consideradas culpables.

En vez de contribuir a reforzar vínculos entre las distintas sociedades y los grupos que las componen, el wokismo tiene los efectos contrarios al generar odio y sembrar la desconfianza.

La ola de cancelaciones contra la cultura rusa no detendrá los carros de combate de Putin, pero sí contribuirá a ensanchar aún más el foso que ya nos separa de una cultura hermana.

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