La crisis del agua en Cataluña y el régimen de precipitaciones. ¿Qué podemos esperar?

La sequía sigue en toda su dimensión, sobre todo en las cuencas internas, es decir, aquellas que no dependen del Ebro. En relación con las primeras, el nivel de los pantanos se ha situado en el 21% y, por tanto, ya ligeramente por debajo del otro período de sequía, el de 2008 (ahora estamos en el 21,03% y entonces estábamos en el 21,05%). En cuanto a la cuenca del Ebro, no se ha llegado todavía al mínimo histórico de ese año del 30,45%, pero está cerca porque el agua embalsada representa sólo el 31%.

Por su parte, las elevadas temperaturas aumentan la evaporación de los embalses y la evotranspiración de la vegetación, acentuando las consecuencias negativas de la sequía. Lo que ocurra este mes y el que viene es crucial porque a partir de diciembre el territorio entra en el período de menor precipitación de todo el año, que comprende los meses de enero y febrero.

La publicación del Atlas Climático 1991-2020 que Converses ya trató en relación con las temperaturas permite una observación de amplio recorrido sobre cómo han evolucionado las precipitaciones en el período actual señalado y el anterior estudiado, que correspondía al treinteno 1961-1990.

El resumen entre estos dos grandes períodos no señala cambios de magnitud salvo una ligera ampliación de la superficie semiárida de Cataluña, que ya supera claramente el 10% del territorio y la aparición de algunas zonas con una precipitación inferior a los 650 mm. y, por tanto, una zona árida que no existía en el treinteno 1961-1990.

Una visión de conjunto del territorio nos indica, como ya sabemos por el clima mediterráneo, que Cataluña tiene un otoño lluvioso con una media de precipitaciones de 200 mm. en el 60% del territorio. El invierno es seco, excepto en el extremo noroccidental, es decir la parte del Pirineo y especialmente el Valle de Aran con medias de menos de 175 mm. en la Cataluña semiárida. Y una primavera moderadamente lluviosa con 100 mm. en todas partes y un verano muy seco, excepto en el Pirineo y particularmente en las comarcas del Ripollès, el norte del Berguedà, el este de la Garrotxa, parte de la Cerdanya y norte de Osona. Con estos perfiles está claro lo que se ha apuntado más arriba, lo que ocurra en este trimestre de fin de año es decisivo.

Desde el punto de vista de las precipitaciones Cataluña puede diferenciarse en 3 zonas. La Cataluña húmeda, en la que llueve por encima de los 700 mm al año, que afecta sobre todo a los Pirineos, Cordillera transversal llegando hasta el Montseny e incluso el Montnegre, y el extremo septentrional de la Cordillera Litoral. Como vemos, el máximo de precipitaciones se producen en zonas de montaña y, por tanto, de escasa capacidad agrícola y en una parte de la cordillera prelitoral que hace difícil el aprovechamiento para usos humanos del agua de precipitación.

En el otro extremo tenemos la Cataluña semiárida, que sitúa en los 400 mm. de precipitación al año y que como hemos visto su característica es la de crecer en superficie y aumentar su aridez. Básicamente, es un triángulo continuo que tiene el vértice al este de la Segarra hasta el norte de Terra Alta y el sur de la Noguera y que comprende tierras vecinas de prácticamente todo el Segrià y el Pla d’Urgell. En este territorio que es también donde existe gran parte de los regadíos de Cataluña, la opción agrícola es inviable sin riego. Y por último, la mayor parte de Cataluña, 62%, es seca y con menos de 700 mm. anuales, lo que señala un déficit, dada su evotranspiración potencial.

Un problema añadido es que estos menos de 700 mm. no se reparten de forma equilibrada a lo largo del año y esto necesariamente obliga a disponer de elementos de regulación y embalse.

Cataluña, por tanto, tiene un reto importante para mejorar el aprovechamiento del agua en todas sus dimensiones. Porque es evidente que la característica fundamental es que se trata de un país seco, y sólo la acción humana puede evitar las limitaciones y consecuencias negativas que esa característica impone.

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