El jueves 27 de febrero el Congreso de los Diputados ejerció una votación teóricamente importante para España y decisiva para el gobierno de Sánchez. Se trata del límite del déficit, la condición previa necesaria para la aprobación de los Presupuestos del Estado, que establece cuánto realmente se puede gastar en relación con lo que se prevé recaudar. Constituye el marco dentro del cual deben desplegarse los presupuestos.
El resultado fue satisfactorio para el Gobierno, pues consiguió un voto más que el día de la investidura de Sánchez: 168 síes, por 150 nos y 19 abstenciones, con la ausencia de, al menos, diez diputados de la oposición.
Por tanto, y hasta aquí, todo está bien. En realidad no es así, porque lo que se votó es una pura ficción que no tiene nada que ver con lo que es previsible que suceda, y que gobierno y Congreso tienen la obligación y la responsabilidad de contemplar. Veamos por qué.
Se aprobó un déficit del 1,8% del PIB. En realidad, para cumplir con nuestro compromiso de reducción, la cifra debería haber sido sensiblemente menor, del 1,2%. Pero esta no es la cuestión que puede indignar a la ciudadanía, sino la de las cifras aprobadas, que son pura ficción. Dan para gastarse 6.000 millones de euros adicionales, sin considerar el gasto financiero. Lo que sucede es que:
1º. Con las subidas de las pensiones y del sueldo de los funcionarios, ya se han gastado 5.000 de aquellos millones. Con los 1.000 restantes el gobierno debe afrontar toda la larga serie de compromisos que ha ido contrayendo, desde aumentar el gasto en educación y sanidad a reducir las largas esperas en dependencia, esto sin contemplar los nuevos gastos anunciados por ministros tan dispares como Iglesias, Montoro o el responsable de la Seguridad Social. Nada de todo esto se podrá cumplir, y lo que es peor, incumpliendo, el déficit superará lo acordado en una votación que es un engaño total, porque todos lo saben.
Esto es así porqué el presupuesto no se aprobará hasta cerca del verano. Durante todos estos meses previos, prácticamente medio año, el gasto rodará al ritmo previsto, pero los ingresos no aumentarán hasta el verano, por tanto sólo en este aspecto las cuentas ya quedan notablemente desfasadas. Pero hay más.
2º. Es un absurdo mantener el escenario macroeconómico sin hacer ninguna previsión a la baja del impacto del coronavirus. Nadie sabe su dimensión pero nadie duda que la reducción se producirá, y la prudencia aconsejaba formular alguna hipótesis de reducción en lugar de justificar a pelota pasada, cuando no hay remedio, la mala gestión por las consecuencias de una epidemia de la que ya se conocía que iba a dañar a la economía española.
Todo esto, se practica con luz y taquígrafos sin que la población se sienta bien indignada, y es que en el fondo es verdad que cada país tiene los políticos que se merece.
Con las subidas de las pensiones y del sueldo de los funcionarios, ya se han gastado 5.000 millones del presupuesto Share on X