La futura vicepresidenta de los Estados Unidos tiene un serio problema con los cristianos y la libertad religiosa

Kamala Harris, tándem de Joe Biden y por tanto vicepresidenta electa de los Estados Unidos, es conocida por pertenecer a la ala dura de los progresistas estadounidenses.

En medio de la avalancha de declaraciones de admiración que ha recibido estas últimas semanas, no hay nadie que la haya alabado por su moderación y capacidad de unir. Harris llega a Washington como una liberal de California. Esto es, como líder de la izquierda radical estadounidense.

Si Biden ha conseguido vencer a Trump en una de las elecciones más disputadas de los últimos tiempos en Estados Unidos (51% del voto para el demócrata y 47% para el republicano), es principalmente por su moderación. La idea de reunir de nuevo a los americanos bajo un proyecto común es creíble con Biden, pero ni lo más mínimo con Harris.

Harris puede suponer para Biden una constante fuente de problemas con los numerosos católicos y miembros de otras denominaciones cristianas que han votado por él. Para entenderlo, hay que ver como ha evolucionado el voto cristiano entre el 2016 y el 2020, y mostrar en qué sentido Harris es profundamente antirreligiosa.

El voto católico, decisivo en la victoria de Biden

Los diversos sondeos realizados sobre el voto cristiano en las elecciones del pasado noviembre muestran como una mayoría de personas que se identifican como católicas votaron por Biden: 51% contra 47% que depositó su confianza en Trump (datos de NBC News).

Entre los protestantes, el apoyo para Trump fue ampliamente mayoritario: 62% votaron por el candidato republicano contra 37% que lo hicieron por Biden.

En el caso de los católicos, el voto a Trump disminuyó sensiblemente respecto al 2016. Entonces, un 52% de los católicos votaron por Donald Trump, mientras que tan sólo un 44% lo hicieron por Hillary Clinton. Las cifras del voto de los protestantes se parecen más a las de 2020: un 56% votó a Trump y un 39% a Clinton.

Parece claro que el cambio en la tendencia de voto de los católicos ha sido decisivo para la victoria de Biden. Esto se explica en buena parte por el hecho de que Biden se declara católico y que, a diferencia de Clinton, no es percibido como abiertamente hostil a los postulados morales de la Iglesia.

La hostilidad de Kamala Harris hacia el catolicismo

El problema para Biden es que su tándem presidencial es abiertamente anticatólica. De hecho, Harris ya ha protagonizado varios escándalos que muestran su rechazo a la libertad religiosa y de conciencia, principios fundamentales en los Estados Unidos.

En 2018, cuando Harris era miembro del comité judicial del Senado, insistió en apuntar que ser miembro de los Caballeros de Colón, una organización de la sociedad civil católica que cuenta con dos millones de miembros en Estados Unidos, era motivo suficiente para excluir a un juez del poder judicial federal.

Harris planteó un conjunto de preguntas inquisitorias al juez Brian Buescher por su pertinencia a los Caballeros. Le exigió responder a si era consciente de que la organización se oponía al «derecho a decidir de las mujeres» (léase, aborto) y a «la igualdad de matrimonio» (léase, matrimonio homosexual).

En definitiva, Harris trató a los Caballeros de Colón como un grupo de promoción del odio. Al final, el Senado acabó apartándola y desdiciendo plenamente sus intentos de criminalizar la religión para impedir que un funcionario accediera a un nuevo cargo público.

Harris ha participado en la redacción de proposiciones de ley que restringen las garantías a la libertad religiosa en Estados Unidos, como la Do No Harm Act.

Durante la campaña presidencial, Harris ha insistido en que se controlen específicamente los estados que hayan intentado fragilizar la jurisprudencia generada por Roe v. Wade, el caso judicial que abrió la puerta al aborto en Estados Unidos.

Esto haría que la legislación pro-vida de nivel estatal constituyese una violación equiparable con el incumplimiento de la Civil Rights Act de 1964, la ley fundamental para evitar la discriminación en Estados Unidos, escribe Michael Gerson al Washington Post.

Lo más preocupante de todo es que estas medidas promovidas por Harris no parecen extremistas a los ojos de la nueva generación de líderes demócratas. Pero sí que lo son en buena parte del país.

Con Harris como vicepresidenta, atacando constantemente desde la extrema izquierda, el apoyo de los cristianos, y en particular de los católicos, a la presidencia de Biden se podría erosionar seriamente.

Los numerosos conservadores que han votado a Biden como alternativa moderada a los excesos de Trump podrían salir fuertemente decepcionados, y es esperable que una parte de ellos se rebele y vote diferente en las próximas elecciones.

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