Jordi Pujol, ideas, acción, política (11): Un hombre con una gran visión económica y capacidad de realizarla

¿Podía ser más extraño? Un nacionalista empedernido como Jordi Pujol, presidente de la Generalitat de Catalunya, impulsando la celebración del Segundo Centenario de la muerte de Carlos III (1788-1988). Nunca se había celebrado en Cataluña un acto a un rey Borbón, por razones obvias, ya que fue el primer rey de esta dinastía reinante en España, el que liquidó las Constituciones Catalanas y estableció el Decreto de Nueva Planta.

Pero, Pujol lo hizo, y no de manera tibia, sino que lo inauguró con una conferencia el 14 de diciembre de 1988 en la Llotja de Mar de Barcelona, un impresionante edificio gótico que recuerda la importancia histórica del potencial comercial y económico de Cataluña. Por si fuera poco, el comisario de los actos del bicentenario era nada menos que Max Cahner, un nombre clave de la cultura nacional catalana, primer consejero en este ámbito en el gobierno inicial de Pujol, y el hombre de quien se decía que tenía en la cabeza toda la infraestructura cultural que Cataluña necesitaba.

Algo que, en buena medida, debía ser cierto porque las obras que inició o dejó previstas marcan un antes y un después en nuestro país; son los casos del Teatro Nacional, del Auditorio, del gran Archivo Nacional, entre muchas otras realizaciones. Max Cahner pensaba que la cultura catalana, para ser homologable con las de otros países con una buena trayectoria en este ámbito, debía apoyarse en una infraestructura sólida de la que Cataluña carecía.

La figura de Carlos III: Estrategia y pragmatismo

¿Por qué Pujol ensalzó la figura de Carlos III? Puede hacerse una interpretación muy táctica: para establecer unas relaciones sólidas desde el gobierno catalán con el rey Juan Carlos, con quien ya tenía una buena comprensión, sobre todo después de la actuación de ambos durante el golpe de Tejero. Algo de esto podía haber, ya que Pujol no daba puntada sin hilo, pero no era esa la cuestión. Carlos III era reconocido y elogiado por el impulso económico que caracterizó su mandato y que benefició a Cataluña económicamente.

Porque en el terreno político, Pujol hoy no disimula su crítica. Lo califica como uno de los reyes más despóticos que ha tenido España, que acentuó el proceso de descatalanización iniciado por Felipe V, ordenando que la enseñanza primaria y secundaria se realizaran en castellano. Pero, al mismo tiempo, Pujol ve bien esta etapa porque permitió recuperar el ciclo económico favorable que se había iniciado gradualmente en el siglo XVI, sobre todo en el ámbito agrario y manufacturero, y que en el XVII estaba bien consolidado.

Pujol recuerda «el tomb que hauria de ser definitiu, però que la Guerra de Successió va retardar dècades» (el cambio que debería ser definitivo, pero que la Guerra de Sucesión retrasó décadas). Pues bien, esta recuperación aplazada sí se produce en el reinado de Carlos III; es muy fuerte y duró hasta finales del siglo XVIII.

Cito este hecho poco conocido porque señala claramente cómo la visión nacional de Pujol, que algunos interesadamente han querido descalificar como romántica o regresiva, integra incluso factores políticamente adversos al planteamiento nacional en su consideración económica.

Visión económica: Modernización y apertura

Fue un decidido partidario del fomento económico, del desarrollo, de la industria, de la exportación y de las infraestructuras que lo hacen posible. Su visión en este ámbito no tenía nada de añoranza del pasado; no practicaba el romanticismo, sino que analizaba con rigor y frialdad el presente, y tenía una contundente visión del futuro. Por ejemplo, supo ver mucho antes que nadie en España la importancia económica de Japón, donde dirigió no solo uno de sus más importantes viajes económicos, sino que articuló una continuidad, estableciendo una base en Barcelona en la que los empresarios japoneses pudieran encontrar interlocutores en su lengua y en su propia cultura.

Cataluña no ha tenido, ni ahora ni mucho menos durante la República —entonces la ocasión era poco favorable—, ningún dirigente con una visión económica más acabada y completa que Pujol, y con una notable capacidad para pasar del concepto a la práctica. La comparación con Prat de la Riba no es posible, porque la diferencia de medios era notable, pero sobre todo porque Prat veía las cosas necesarias a realizar, como las cooperativas, pero no tenía a la economía como uno de los grandes ejes de su política, y Pujol sí.

Claro está que todo esto se movía en el marco de una limitación muy importante, sobre todo a lo largo de los primeros gobiernos, sin duda los más creativos, que no era otra que la escasez de recursos económicos. Es necesario recordar que el primer mecanismo de financiación de la Generalitat no era otro que el coste de los servicios traspasados. Es decir, si debía ejercer determinadas competencias en agricultura, recibía el dinero que, de hecho, ya estaba prácticamente gastado en su mayor parte en función de lo que antes de la autonomía se gastaba por parte del Ministerio de Agricultura en Cataluña. De ahí, seguramente, la capacidad de imaginación, que hizo posibles muchas cosas, a la que contribuyó decisivamente una eficacia en la gestión, debida más al entusiasmo de los primeros responsables políticos y funcionarios que a una gran organización técnica.

Ideología de progreso: Una visión moderna de la economía

Pujol definió su visión económica en muchas ocasiones, pero como esta no es una tesis doctoral, me limitaré a citar una de las primeras como presidente de la Generalitat. Se trata de la inauguración del curso 1984-85 de la Sección Económica de la Sociedad Catalana de Estudios Jurídicos Económicos y Sociales, el 9 de octubre de 1984. En ella, Pujol afirma de manera rotunda que la primera cosa que necesita un país para salir adelante es una ideología de progreso, que entraña desterrar el pesimismo y generar un impulso renovador.

En este discurso, no solamente trata de la necesidad de prestar atención a las dimensiones nuevas de la economía, sino que defiende también los sectores tradicionales y niega que no tengan futuro, argumentándolo a través de la exportación que realizaban muchas de sus empresas.

Pujol situaba un acento decisivo en la internacionalización de la economía. Y junto con esta llamada a los sectores tradicionales, hacía una apelación permanente a la modernización, que constituye una constante en los discursos de Pujol. Modernización y apertura, un enfoque económico que poco tiene que ver con la caricatura de un nacionalismo ensimismado.

Reflexión final: La ausencia de un liderazgo económico

Ahora, en tiempos inciertos, necesitaríamos al frente del país liderazgos ordenadores que tuvieran una visión económica global y equilibrada como la que en su momento tuvo Pujol. Y atención, esto no quiere decir que su visión fuera perfecta; nadie tiene tal virtud, pero comparando, sumando y restando, es evidente que ha habido pocos gobernantes, no ya en Cataluña sino en España, que tuvieran aquella condición que Pujol exhibió a lo largo de la mayor parte de su mandato.

Por desgracia, hoy este tipo de liderazgo está ausente y esta omisión forma parte de nuestros problemas graves.

Jordi Pujol, ideas, acción, política. El Legado (10): Pujol el gran tejedor

Entrades relacionades

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.