Jordi Pujol, ideas, acción, política. El legado (2). La nación (primera parte)

Las aportaciones de Jordi Pujol en los diferentes ámbitos públicos en los que se produjeron, admiten una periodización muy concreta. Sería, primero, el tiempo de civismo activo, el dedicado a lo que él mismo califica como “hacer país”. Le seguiría el tiempo político como dirigente de un partido, Convergència Democràtica de Catalunya. Después, las décadas como presidente de la Generalitat y, no lo olvidemos, la fase posterior marcada, primero por el escándalo y la marginación, seguida por una recuperación pública, que en el 2024 es ya evidente y durante la cual Pujol, si bien en grado más bajo, también ha continuado hablando y escribiendo.

El primer período se iniciaría en 1946 con su participación en el grupo Torres i Bages y se extendería hasta 1963, cuando finalizado el período de prisión y destierro, regresa a Barcelona y comienza el tiempo que califica de “hacer país”. Son 10 años, hasta llegar a 1974 con el inicio de su acción como dirigente de un movimiento político, CDC, hasta llegar a 1980, cuando después de la victoria en las primeras elecciones a la Generalitat recuperada, comienza el período de acción de gobierno. Una victoria inesperada, pero que se repetiría amplificada con mayorías absolutas en 1984, 1988 y 1992. Y también con resultados menos abrumadores en 1995 y 1999.

En definitiva, Pujol es el hombre que construye la Generalitat, el gobierno autónomo de Catalunya tal y como lo conocemos.

Su estudiada sucesión a cargo de Artur Mas no se considera del todo tranquila, pero sobre todo, lo que rompe su imagen y el potencial de su legado, es su declaración pública en julio de 2014 de que había mantenido dinero en Andorra sin regularizar, fruto de una herencia de su padre. Este hecho, amplificado por la intervención de la justicia sobre él y sus hijos, y la timorata reacción de los suyos, el partido que creó y llevó al poder durante tantos años, hace que sea denostado, retirados todos los reconocimientos con un maltrato considerable. Empieza una especie de exilio interior.

Nuestra sociedad de la cancelación aplica, no la presunción de inocencia, sino la de más absoluta culpabilidad sin necesidad de juicio y con vocación de crueldad. Durante este tiempo de exilio interior, Pujol, aunque como es lógico con mucha menor medida e irradiación, sigue escribiendo y hablando. Y sin embargo, si bien matiza cosas de su trayectoria inicial la concordancia es grande, incluso con su fidelidad a los restos del que fue un gran partido, Convergència.

La nación

Sus contribuciones, según cada una de estas etapas, tienen un hilo conductor al que se mantiene fiel a lo largo de su vida, si bien cada una marca su circunstancia. Por ejemplo, cuando las exigencias de la acción de gobierno lo monopolizan casi todo. Uno de estos hilos, seguramente el de mayor grosor, es la nación. Cataluña como nación y su significado y consecuencias según su punto de vista. Mejor dicho, según su teorización, porque Pujol es a finales del siglo XX un gran teórico del nacionalismo, que ha tenido oportunidad de llevar algunas de sus concepciones a la práctica. Pero no de un nacionalismo estándar; quiero decir, lo que habitualmente se entiende por nacionalismo, sino su personal concepción que forma parte del legado a hacer renacer.

¿Qué dice sobre la cuestión nacional motor de su vida personal y pública? Me centraré, como en todos los demás grandes ítems, en sus perfiles estilizados, advirtiendo desde el principio sobre dos cuestiones muy evidentes en su obra.

La primera, la de que aunque pese, acude a clásicos del nacionalismo, Herder y Renan los que más, pero incluso Stalin, para razonar sus puntos de vista, el nacionalismo que se describe es diferente y específico, tanto que lo define con un nombre : nacionalismo personalista.

La segunda es que a lo largo de toda su vida, salvo en estos años finales en el que ha apoyado el Proceso, para ser más exactos el derecho a decidir, no se puede encontrar ni textual ni en la praxis nada que signifique independencia, separación de Cataluña de España, y sí, a veces, más bien lo contrario.

Y ahí radica una diferencia sustancial. En las concepciones nacionalistas, que son muy diversas, incluso si no consideramos por razones obvias las de naturaleza poscolonial o las de la dependencia, propias del sur global, o la etnicidad tan alejada de la concepción social y cultural de Pujol, hay un común denominador del nacionalismo que es la finalidad de alcanzar un estado propio, soberano, independiente, y ese objetivo no aparece nunca en Pujol. Y cuando surge algo similar en los últimos años, nace más bien de una interpretación defensiva y hasta cierto punto desalentada. Lo de “por mucho que nos esforcemos no hay nada que hacer…”.

Pujol tiene en este ámbito una especial estima por una serie de autores, sobre todo por Herder y Renan. No uno u otro, como se contraponen habitualmente, sino por la articulación de ambos. Porque, en realidad, Pujol lo que hace con la mayoría de sus fuentes es apropiarse de ellas, con el mejor sentido del término, para transformarlas en los términos que él quiere sostener. No es algo menor que otra fuente importante de su visión sea el historiador Vicens Vives, miembro -el más destacado en España- de una escuela histórica muy alejada de los historiadores románticos. En su concepción nacional, Pujol, aunque disfruta con anclar su discurso sobre Catalunya en un tiempo tan lejano como el de la Marca carolingia, su concepción histórica es mucho más de Vicens Vives que de Ferran Soldevila.

Pujol hizo algo muy importante en el lenguaje político de Cataluña, y de hecho, de España: dio carta de naturaleza a su concepción nacionalista, porque los partidos políticos catalanes que vivían en la clandestinidad forzada, se declaraban siempre partidos nacionales y no nacionalistas, y la única excepción era el Frente Nacional de Cataluña, el único partidario de la independencia. Pero Pujol, pese a respetarlo, no era eso.

Aquellos partidos rechazaban el nacionalismo por varias razones, pero una común era porque se trataba de organizaciones políticas que buscaban la homologación europea, o que ya la tenían en el caso de Unión Democrática en la democracia cristiana, donde la idea del nacionalismo, después de la experiencia fascista y nazi estaba terriblemente mal vista. Pero Pujol no tuvo el menor pesar en pasar por encima de ese potencial descrédito del nombre y utilizarlo siempre. En su conferencia de 13 de diciembre de 1975 en L’Aliança del Poble Nou, define bien claramente que, cuando se refiere al catalanismo, entiende nacionalismo catalán, porque el término catalanista, que etimológicamente quiere decir afección por las cosas catalanas, lo considera demasiado impreciso y con riesgo de una interpretación folclórica.

Pero entonces, ¿en qué consiste el nacionalismo de Pujol y su especificidad?

Creus que es podrà formar govern a la Generalitat o s'anirà a unes eleccions anticipades?

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