Radical sí, en el sentido literal de la palabra, la de ir a la raíz de las cosas, porque para Pujol, Europa era la raíz de Catalunya desde su mismo origen como marca carolingia. Y como siempre con él, su relato histórico, fistoneado de un sentido romántico, tenía una fuerte vertiente práctica. No en vano su historiador de referencia no era Ferran Soldevila, sino Vicens Vives.
Seguramente, uno de los textos de mayor calibre de su visión y sentimiento europeísta es el discurso que dio en el Salón de Honor del Ayuntamiento de Aquisgrán, el 11 de mayo de 1985, estableciendo un hilo de unidad entre el Imperio de Carlomagno y la Europa de entonces, la Comunidad Económica Europea, el antecedente inmediato de la Unión Europea.
Vale la pena recuperar uno de sus pasajes: “Vengo de lejos de los confines del imperio. Vengo de Cataluña, un país de España, situado entre los Pirineos y el Mediterráneo. Y he venido a Aquisgrán para hablar de Europa. Para hablar justamente en el momento en que España está a punto de entrar en la Comunidad Económica Europea”. Es una entrada breve, que responde a lo que se dice de “no dar puntada sin hilo”. En pocas palabras presenta y sitúa a Cataluña en el marco de la continuidad histórica de Europa, la afirma, a la vez que sitúa su pertenencia a España; no lo hace «contra» sino «con».
También focaliza el momento y la oportunidad: España está cerca de integrarse como miembro de pleno derecho en Europa, y es en ese momento que Pujol acentúa su presencia en una trayectoria europeísta que sería una de sus fuentes de prestigio. Tras él, ningún presidente de la Generalitat, ni de otra autonomía, ha tenido su acceso a los gobiernos de las principales capitales europeas y a Bruselas. Fue una época de oro en este sentido, en la que no era de extrañar que en el Palacio de la Plaza Santiago le visitaran ministros y jefes de gobiernos. Un capital formidable hoy absolutamente perdido. Cataluña sí estaba en Europa en términos políticos; ya no es así.
Pero no estaba por los discursos, que siempre ayudan, pero de poco sirven sin acción, porque el europeísmo de Pujol se concretó muy pronto en práctica política. Tuvo el acierto temprano de constituir el Patronato Catalán pro Europa en 1982, menos de dos años después de ser elegido presidente. En una institución donde todo estaba por hacer, la prioridad europea fue una realidad, con un objetivo concreto: promover y coordinar actividades de información sobre las instituciones europeas, velando por los intereses de Cataluña.
Creada por la Generalitat de Cataluña en un régimen de consorcio, tenía su sede en Barcelona con delegaciones en Tarragona, Girona y Lleida. Por tanto, se articulaba con una visión descentralizada, y estaba presente en Bruselas como lugar primordial. Organizaba cursos de formación de funcionarios europeos y ofrecía servicios sobre el mercado interior, programas educativos y científicos y sobre el sector agrario.
En 2007, se transformó en el Patronato Catalunya-Món y perdía así su proyección específica europea. Más aún, cuando más tarde se transformó en el Consejo de Diplomacia Pública de Cataluña (Diplocat), en una dinámica que parece cumplir una especie de pequeña ley histórica: en cada cambio, el nombre se hace más grande y ostentoso (Mundo, Diplomacia Catalana ), mientras el ratoncito que pare la montaña cada vez se hace más pequeño.
El Patronato Catalán pro Europa fue una herramienta fundamental de la acción europea de Pujol, que contó desde el inicio con un liderazgo decisivo en la persona de Víctor Pou, su director, y también director general de Programación Económica y de Adecuación a las Comunidades Europeas. El propio Víctor Pou, que escribe en Converses unos artículos sobre la realidad europea e internacional de una calidad extraordinaria, a pesar de su regularidad prácticamente semanal. Posteriormente, y fruto de su experiencia, ha sido durante casi dos décadas alto funcionario de la Comisión de las Comunidades, en cuyo organismo ha ocupado puestos relevantes en las Direcciones Generales de Mercado Interior, Política Industrial, Comercio y Relaciones Exteriores.
Pujol fue una persona de peso en lo que podemos calificar de “regionalismo europeo” y uno de sus impulsores fundamentales. Su conferencia en el Instituto Royal des Relations Internationales de Bruselas el 3 de junio de 1985, “La aportación y papel de las regiones en la construcción de Europa” , es, en este sentido, una muestra de su enfoque . Este enfoque lo lleva a la Presidencia de la Asamblea de las Regiones de Europa ya formar parte del influyente Comité de Action pour la Europe .
Era un tiempo en el que el presidente de la Generalitat era un interlocutor ordinario de Jacques Delors y Jacques Santer, e impulsor de los “4 motores de Europa”, la alianza estratégica formada por la región Rhône-Alpes en Francia, con centro en Lyon, la región de Lombardía en Italia, centrada en Milán, la Baden-Württemberg en Alemania, centrada en Stuttgart y Cataluña.
Su importancia en todo este ámbito regionalista europeo se pone de manifiesto porque la retirada política de Pujol va seguida de la pérdida progresiva de poderes del Comité de las Regiones y, de forma general, la pérdida del «espíritu europeo» por parte de los líderes europeos.
Catalunya, después de Pujol, ha malversado un inmenso capital a escala europea, difícil de recuperar. Como en la película de los Hermanos Marx en el Oeste, desde el tripartito, pasando por Artur Mas y toda la fase del Procés, la máquina de tren, es decir, el gobierno, ha ido quemando la madera de los vagones para avanzar ; esto es, el país catalán. El resultado final es una máquina sin vagones. ¿Hemos aprendido la lección?