Hay que atender a la sabiduría popular: “no hay peor ciego que el que no quiere ver” y, puestos en plan más académico, podemos recurrir a la Antígona de Sófocles (versos 620-623): “Lo malo parece bueno a aquel cuya mente un dios conduce al infortunio”, que a nosotros nos ha legado como refrán antiguo: “Los dioses ciegan a los que quieren perder”.
Y esto es lo que sucede con la inmigración masiva en las condiciones de la española. No se trata, por tanto, de una crítica “ad hominem” a la inmigración, que entre otras cosas es un derecho, como la que en concreto registra España.
Por ejemplo, una filósofa tan solicitada como Victoria Camps, a quien se le suponen conocimientos doctos y consideración atenta de los grandes temas, se despacha con un políticamente correcto: “es más simple hablar de los inmigrantes diciendo que son delincuentes, que plantearse lo necesarios que son”.
Esto es exactamente lo que piensa el lobby turístico para disponer de abundante mano de obra barata, o bien el Gobierno para exhibir crecimiento del PIB, a expensas de deprimir la renta per cápita y depauperar el futuro, porque ese es uno de los grandes problemas no abordados.
Según Jesús Fernández-Villaverde @JesusFerna7026, un sólido economista conocido por el análisis de datos, que muestra en X, recuerda que nuestro Estado del bienestar se basa en la redistribución:
“El 70% de los individuos en la parte baja de la distribución recibe transferencias netas de las AAPP, el grupo entre el 71% y el 90% queda más o menos en cero (según factores individuales como la longevidad o la salud) y solo el 10% superior son contribuyentes netos. El 99% de los inmigrantes que llegan a España de fuera de la Unión Europea se sitúan en el 90% inferior de renta: prácticamente todos, salvo algunos profesionales de Chile o Argentina y los futbolistas.
En su día, cuando trabajé en la Oficina Económica del Presidente, hice los números en detalle y cada inmigrante no cualificado suponía una pérdida de unos 200.000 euros a lo largo de su vida. Como era la época de Zapatero, aquello no se publicó. Hoy, me imagino, la cifra será básicamente la misma. Los daneses lo han calculado con enorme detalle empleando microdatos y han encontrado el gráfico que incluyo. La inmigración no cualificada y el Estado del bienestar son incompatibles.”
Y este es el gráfico de Dinamarca, gobernado por socialdemócratas de la misma internacional de la que Sánchez es presidente.
Desde Converses venimos diciendo lo mismo utilizando otra perspectiva: la del balance generacional, las cuentas de cada persona en relación con lo que aporta al Estado y lo que recibe a lo largo de su ciclo vital. En euros de valor actual, toda persona que reciba unos ingresos equivalentes por debajo de 20.000-22.000 euros anuales recibe más que lo que aporta. No se trata, por tanto, de una lectura xenófoba sobre “el inmigrante”, sino de su calificación, empleo y remuneración. Porque lo mismo sucede con los autóctonos en sus mismas condiciones salariales; lo que sucede es que estos últimos, en proporción sobre el total de su grupo, son una minoría, en lugar de ser mayoría como sucede con los inmigrantes.
Sea dicho de paso, es un ejemplo más de cómo el sector turístico, gran parte de este, tal y como está planteado, genera unas externalidades negativas que pagamos todos. Hay otras de impacto más inmediato, como las presiones sobre los bienes y servicios del país, tan grandes que los distorsionan gravemente. Y esa distorsión también la pagamos todos. Y otra más, los sectores/ empresas que pagan por debajo del equilibrio del balance intergeneracional, contribuyen a aumentar el peso de la losa que vamos depositando sobre nuestros descendientes, hijos y nietos. Ellos son cada vez más los parias de la historia.
El turismo y la inmigración masiva generan beneficios inmediatos… pero costes sociales y económicos a largo plazo. #Inmigración #España Compartir en X