Los Informes Letta y Draghi quieren y pueden marcar el paso de la UE en los próximos años, pero son insuficientes

Los Informes Letta y Draghi  quieren y pueden marcar el paso de la UE en los próximos años sobre cuestiones relacionadas con mercado interior y competitividad, respectivamente. Se trata de dos documentos muy oportunos y de alta calidad técnica. Cabe decir que en parte se solapan, pues ambos subrayan la necesidad de completar el mercado interior europeo. El Informe Letta trata este tema de forma monográfica.

Letta y Draghi coinciden en la necesidad de que la UE supere la fragmentación de su mercado interior que «impide ganar escala empresarial para ser competitivo, una defensa común y la coordinación necesaria en materia de políticas industriales, de innovación, comercial, fiscal y defensa» .

El informe Draghi

El Informe Draghi trata sobre el conjunto de la economía de la UE. Proporciona un diagnóstico completo del «mal económico» europeo, centrado en la  falta de dinamismo económico debido a un bajo crecimiento de la productividad y a una innovación insuficiente.

Europa se ha quedado varada en una estructura industrial basada en tecnologías maduras y está perdiendo el tren de la revolución digital. Esto explica la brecha de productividad y de la renta disponible per cápita entre Estados Unidos y la Unión Europea. Draghi reclama seguir la estrategia competitiva de Estados Unidos y China -países unificados con un gran mercado interior más una política industrial que fomenta las empresas nacionales y prima la seguridad y la resiliencia- así como digitalizar y descarbonizar la economía y aumentar la capacidad de defensa.

También avisa de que es necesario conservar el modelo social europeo. Propone una reforma de la política de la competencia de la UE para favorecer la aparición de mayores empresas y fomentar campeones europeos, así como una mejora de la gobernanza europea, eliminando la regla de la unanimidad en decisiones estratégicas. 

El Informe Draghi se basa sobre cuatro pilares: a) inversiones en nuevas tecnologías: inteligencia artificial, computación, comunicaciones…, b) nuevas fuentes de energía basadas en las renovables, única alternativa para la UE, que no tiene combustibles fósiles, c) reforzar el mercado interior, d) financiación, el plan requiere un 4,5% del PIB, unos 800.000 millones de euros/año de inversión pública y privada.

Una mirada atrás

A lo largo de su existencia, la UE ha contemplado la aparición de varios informes sobre reformas consideradas necesarias, así como todo tipo de libros verdes (inicio de un proceso de consultas en un campo específico) o blancos (propuestas de acciones en campos específicos).

El informe Letta tiene un gran predecesor: el Informe Cecchini, de lo contrario conocido como el “Informe sobre el coste-de-la-no Europa” .

Se hizo público en 1986, con este título: “Paolo Cecchini. Europa 1992: Una apuesta de futuro”. Incluía un prólogo del autor intelectual del proyecto, el entonces presidente de la Comisión Europea, conocido como “el poderoso presidente de la Comisión Europea”, Jacques Delors . Tan poderoso era que los líderes de los Estados miembros de la UE se conjuraron para no permitir que en el futuro la Comisión Europea volviera a ser presidida por alguien tan valioso, dominador e influyente como él, alguien que pudiera volver a hacerles sombra. Delors fue el gran impulsor de la iniciativa «mercado interior único, horizonte 1992».   

Paolo Cecchini era un alto funcionario de la Comisión Europea, con quien he colaborado durante todo el proceso 1992 desde Bruselas como funcionario de la Comisión Europea, bajo el Comisario británico responsable de mercado interior y vicepresidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1989, Lord Cockfield, y el presidente Jacques Delors.

El Comisario Cockfield en especial y el mundo británico por lo general estaban entusiasmados con los proyectos de Delors (más tarde trabajé con el Comisario británico responsable de asuntos comerciales y exteriores, Sir Leon Brittan, también un gran entusiasta del proyecto integrador europeo). ¡Qué gran contraste entre esos dos grandes políticos británicos y el espíritu del Brexit que llegaría años después!   

La preparación del Informe Cecchini exigió años de estudios previos sobre «el coste-de -la -no – Europa » (el coste de no contar con un verdadero mercado interior único). Se trataba de dar un paso adelante y de ir más allá de la unión aduanera y del mercado común (establecidos en la Comunidad Económica Europea (CEE) (1957), columna vertebral de la Europa Comunitaria, un gran éxito) y de añadir la eliminación de barreras físicas (“fuera fronteras”), técnicas y fiscales.

La iniciativa Introducía un nuevo método operativo consistente en la armonización y el mutuo reconocimiento de normas técnicas entre estados europeos (la  nouvelle approche) . También trataba de superar la ola de europesimismo que empezó en 1973 con la crisis del petróleo, y que duró hasta mediados de la década de los ochenta, para remontar posteriormente gracias a la fuerza del mítico “horizonte 1992”, consistente en la promesa de la creación de un «mercado interior único» en el seno de la Comunidad Europea, que completaría el exitoso «mercado común».

Esto requirió la primera reforma institucional de los tratados fundacionales de la Comunidad Europea, a través de la llamada Acta Única Europea (AUE) (1986). Todo ello supuso otro gran éxito y el retorno del eurooptimismo a la Comunidad Europea, que se había convertido en «europesimismo» después de los primeros «treinta años gloriosos» de integración.

Lo que propone Letta -no es casual que hoy sea él precisamente el presidente del Instituto Delors- es que es necesario continuar el trabajo iniciado por el Informe Cecchini de 1986, inspirado por Delors, y avanzar la integración hacia sectores donde el mercado único no es todavía un hecho, como el mercado de capitales, mercados financieros en general y telecomunicaciones.

La propuesta precursora del Informe Draghi, por el contrario, resultó un gran fracaso. Se trata de la denominada «Agenda Europea 2000-2010: Por una Unión más fuerte y más amplia».

Tenía un triple objetivo, muy ambicioso y grandilocuente: «crear la economía más competitiva del mundo, la más socialmente justa y la más medioambientalmente sostenible». Imperaba entonces (1995-2005) un gran euroentusiasmo en el seno de la UE fundamentado en cuatro bases: la aparición del euro, la ampliación hacia el este, el proyecto de tratado constitucional y la Agenda Europea 2000- 2010.

Se escribían libros como el del acreditado analista británico Mark Leonard, con este título: «Porque la UE liderará el siglo XXI» (2003) o el de Stitgliz sobre «El triunfo del sueño europeo y el fracaso del sueño americano» (2004).

El fracaso del tratado constitucional de 2005, muerto en referéndum en Francia y en los Países Bajos, fue muy doloroso. También lo fue comprobar a continuación que a lo largo de diez años no se habían cumplido los objetivos mínimos contemplados por la Agenda Europea 2000-2010, por falta de voluntad y discrepancias entre los Estados miembros y la ausencia de calendarios y controles adecuados . El Informe Draghi, de planteamiento también muy ambicioso, podría correr semejante peligro. 

Una mirada al presente y al futuro

El Informe Letta tiene buenas probabilidades de salir adelante. El Informe Draghi tiene menos, pues debe confrontar obstáculos formidables. En primer lugar, defectos de gobernanza: todo el mundo sabe que la unidad de acción de la UE necesita más integración política y que los estados miembros están divididos en muchas cuestiones. Por otra parte, no es evidente que la UE pueda competir con las mismas estrategias de política industrial que Estados Unidos y China. Además, el plan requiere la extraordinaria cifra de 800.000 millones de euros al año. Los elementos a financiar en el plan no están todavía disponibles y las herramientas para invertir con eficiencia tampoco. que la UE confronta “un reto existencial” , que la alternativa a su plan es “la decadencia” y que si no reacciona nos espera una “lenta agonía”.

Una cuestión de ser o no para la UE

La llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, por segunda vez, marca el fin de una época y convierte a los Informes Letta y Draghi en más necesarios que nunca. Draghi no exagera al hablar de una «amenaza existencial». Ha llegado el momento de la verdad en la UE después de tres cuartos de siglo de proceso integrador. O llega a su mayoría de edad política con la consecución de la unión política federal o va directamente a la irrelevancia.

La UE ha demostrado históricamente que es capaz de superar grandes crisis. Uno de los “Padres de Europa”, Jean Monnet, ya previó desde un principio que la Unión Europea se haría “a golpes de crisis” y que sería “la suma de las soluciones dadas a cada crisis”. Se trata de un buen ejemplo del mecanismo «estímulo-respuesta» de lo que habla Toynbee en su gran obra sobre historia de la humanidad.

La UE ha sido capaz de superar muchas crisis a lo largo de su historia. Lo ha demostrado recientemente, por ejemplo, con la pandemia, a través de un programa común de vacunación y la creación del Fondo Next Generation con una inversión similar a la que pide Draghi en su Informe para mejorar la competitividad europea. También lo demuestra hacer frente a la guerra de Ucrania.

Con el gran reto que supone el regreso de Trump a la Casa Blanca, ha llegado la hora de que Europa «coja el futuro con sus propias manos», tal y como ya recomendó Merkel con motivo de la primera llegada de Trump, el año 2016. Su pensamiento ampliado fue éste, según acaba de escribir en sus Memorias recientemente publicadas: “Los tiempos en los que podíamos depender enteramente de otros son hasta cierto punto cosa del pasado y lo único que puedo decir es que los europeos debemos tomar el destino en nuestras propias manos”.

La UE y la segunda llegada de Trump a la Casa Blanca

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La UE es un proyecto ejemplar de integración regional, el que ha llegado más lejos de todos. Ha garantizado paz, prosperidad y estabilidad durante décadas. También ha sido un éxito su modelo de estado del bienestar y de economía-social de mercado, fruto de un entendimiento duradero entre los dos grandes grupos políticos europeos: el Popular y el Socialdemócrata. Su principal éxito ha sido consagrar la paz y la reconciliación entre sus estados miembros, viejos enemigos entre sí. Hoy goza de un gran mercado interior cada vez más común y de una moneda única, pero su objetivo fundacional de unión política federal todavía no se ha cumplido.

Es necesario un último relanzamiento institucional en sentido federalizante y  la consecución de un mínimo de políticas comunes. Como mínimo, es necesaria una convergencia política efectiva entre estas seis políticas: defensa, exteriores, energía, economía, investigación e inmigración. El previsible proteccionismo de Trump con aranceles a las importaciones afectará gravemente a la economía europea, que es una economía abierta al mundo. 

Si los estados miembros no se ponen de acuerdo, podría ser el momento de pasar a una Europa de distintas velocidades, con participación de un grupo de estados pioneros, encabezado o no por Francia y Alemania, ambos líderes tradicionales, hoy ambos en horas bajas y atravesando crisis políticas y económicas de importancia.

El reto capital actual de la UE es transformarse en un verdadero actor global en un mundo de gigantes, dominado por Estados Unidos y China. Urge disponer de una verdadera política común en materia de exterior y defensa para evitar los ridículos que estamos presenciando, por ejemplo, en la crisis de Oriente Medio. Hay que implicar al Reino Unido, a pesar del Brexit. El PIB de la UE es diez veces mayor que el de Rusia, aunque no disponga de una capacidad de producción armamentista adecuada a su poder económico y comercial. Hay que desarrollar nuevas capacidades armamentísticas, sin dejar la OTAN a un lado. Un triunfo de Putin y la capitulación de Ucrania cambiarían por completo el panorama geopolítico del continente.

La UE debe llegar a ser un verdadero actor global y actuar de intermediario y poder equilibrador entre Estados Unidos y China. Hay que evitar lo que algunos ya han descrito como «decadencia dulce» o «lenta agonía«. Es una cuestión de ser o no. Una frase histórica de Letta: “si la UE no logra pronto su unión política, en el futuro la UE sólo podrá tomar una sola decisión: ser una colonia de Estados Unidos o China”.

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