En un informe anterior presentamos los principales perfiles que sobre Cataluña señala el índice de competitividad regional europea. Para acabar de redondear el diagnóstico podemos ver ahora una comparativa entre Cataluña y Madrid a las que le hemos añadido como elemento de contraste la región alemana de la Alta Baviera con su capital Múnich, con una población de 4,2 millones de euros. habitantes y 17.000 km². Cataluña tiene 31.000 km².
De esta comparativa quedamos maltrechos salvo en algunos aspectos que no son menores. Globalmente, en el índice de competitividad quedamos claramente por detrás de la Alta Baviera (130,4) y de Madrid (119,3), por sólo 101,3 de Catalunya. En el subíndice básico (que mide las instituciones políticas, el cuadro macroeconómico del estado, las infraestructuras, la salud y la educación básica) quedamos también claramente por debajo de Baviera (128,9) y Madrid (98.0) porque sólo alcanzamos un 88,5.
Pero atención, porque en este capítulo se dan dos de nuestros puntos fuertes que compartimos con Madrid desde la segunda posición. Se trata de las infraestructuras y la salud. En ambos casos nos situamos codo con codo con Madrid, si bien con ventaja por su parte (152 y 154, respectivamente) y por delante de Baviera. También pasa en salud, aunque aquí la posición de Madrid, primera, es más destacada (127,2) por 117 Catalunya y 112 Baviera. Puede sorprender, no esa dimensión de salud, pero sí la de infraestructuras porque normalmente la vemos como un punto débil, pero esto es lo que nos dicen los datos del índice.
Entonces, y aquí hay que prestar atención, ¿por qué el resultado de este subíndice básico no es más claramente positivo? Porque fallamos en tres aspectos muy importantes. El marco macroeconómico, que es el común del estado, donde Alemania está muy por encima de España, 136,7 a 78,1. Pero también pinchamos en las instituciones, sobre todo en el caso catalán, con un 88,5, mientras que en Madrid alcanza el 98. Ambos casos por debajo de la media europea, pero en el nuestro muy por debajo. Mientras que la Alta Baviera se sitúa en un 128,9.
Y también en la enseñanza básica, dato referido al conjunto del estado, la diferencia es perjudicial y compartida por Madrid y Cataluña.
El segundo subíndice es el que mide la eficiencia e incorpora los capítulos de enseñanza superior, aprendizaje permanente, mercado laboral y tamaño del mercado. Obviamente en este último la ventaja alemana es muy grande, pero también nos supera en todos los demás, si bien en educación superior Madrid queda ligeramente por encima de la subregión alemana ,116,7 a 114,9, mientras que Cataluña ha de conformarse con un 93,6.
En el mercado laboral, también como es lógico, la situación alemana aparece mucho mejor que la nuestra. Pero siempre con Madrid frente a Catalunya.
Por último, el subíndice de innovación nos reporta algunas alegrías. Si bien considerado globalmente volvemos a ser los terceros como prácticamente todos los demás, las cifras son mejores: Alta Baviera con 131,8, Madrid 126,4 y Cataluña 117,7. Por tanto, una cifra claramente por encima de la media europea.
Pero es que si observamos el apartado de preparación tecnológica, tanto Cataluña como Madrid quedan prácticamente a la par, con 136 y 140 respectivamente, un resultado mucho mejor que el de la región de Múnich, con un 103,4. Y éste es un punto a favor. Lo que ocurre es que en los otros dos apartados, sofisticación empresarial e innovación, quedamos muy atrás. En sofisticación empresarial, Cataluña no se sitúa ni siquiera en la media de la Unión, porque sólo alcanza un 96,9. Y en innovación, si bien la marca es buena, 116,4, similar a la de Madrid de 119,7, la Alta Baviera nos da sopas porque se eleva hasta el 177,1 uno de los registros más elevados del conjunto de regiones europeas.
El diagnóstico por el lado de la comparación también resulta claro. Las instituciones catalanas son un fracaso desde el punto de vista de mejorar la competitividad del país. El marco macroeconómico español es altamente deficiente. La educación básica no llega a la media europea, como tampoco lo hace la superior ni el mercado laboral ni la sofisticación empresarial. En contrapartida, tenemos ventajas en las infraestructuras y eso significa que algo no acabamos de hacer bien si no sacamos más provecho. Contamos con una población saludable y tenemos una buena preparación tecnológica.
Es deducible de todo ello que junto a los errores básicos, como los relacionados con la enseñanza, existe una incapacidad colectiva, y aquí tiene mucho que ver la dimensión política, al combinar bien la gestión de los factores para obtener mejores resultados. Este déficit, si bien con mucha menor intensidad, también lo sufre nuestro mundo empresarial.