A estas alturas, el calendario electoral de Cataluña, que evidentemente no tiene confirmación oficial, es muy claro.
Una vez que Puigdemont haya puesto en orden la casa, sea absorbiendo el PDeCAT, sea tratando de dejarlo reducido a la piel y los huesos, Torra anunciará elecciones. Previsiblemente lo hará el último día de julio, principios de agosto, para convocarlas formalmente el 11 de agosto, de manera que los plazos legalmente establecidos permitan que las elecciones se realicen el 4 de octubre.
Hay que decir que esta fecha no sería ninguna sorpresa. Hace tiempo que otros partidos, como el PSC, trabajan para preparar su campaña bajo esta hipótesis.
La elección no es gratuita, porque permitiría que la campaña electoral fuera una prolongación de la movilización que hará el independentismo el 11 de septiembre y se haría inmediatamente después de otra fecha señalada y en la que también se producirá una gran movilización, que será el 1 de octubre. De esta manera, el independentismo se aseguraría de utilizar todos los estímulos simbólicos para llegar a las elecciones con un grado muy elevado de gente movilizada, lo que está por ver que consigan las demás formaciones. El clima que vivirá Cataluña, por tanto, desde mediados de septiembre, recordará, por su vibración, los momentos más decisivos del pasado.
Es con este calendario que cuenta Puigdemont para presentarse como el único capaz de dar el impulso definitivo -una vez más- hacia la independencia, pasando por encima de la posición contemporizadora con el gobierno Sánchez de ERC.
Sólo una reunión espectacular de la Mesa de Diálogo entre el gobierno español y el independentismo que ERC ha conseguido fijar el mes de julio podría atenuar estas perspectivas favorables a Puigdemont. Pero es muy difícil que este hecho se dé, porque Sánchez tiene ahora los ojos puestos en la aprobación de sus primeros presupuestos, dado que aún continúa funcionando con los últimos aprobados por el PP. Y para este viaje, la preferencia de la compañía de Cs es clara.
Dar, por tanto, en el mes de julio una satisfacción especialmente detonante a ERC significaría coartar esta vía. Un indicio de que no hay que esperar grandes cosas de este encuentro es que el presidente Sánchez no piensa asistir, eso sin contar que Torra la marcará de cerca, convocando una reunión previa de los partidos y fuerzas independentistas bajo la idea teórica de establecer una posición común y, en realidad, como táctica para limitar el espacio de juego a ERC.
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