Dean Acheson, secretario de Estado norteamericano, en un famoso discurso pronunciado en la Academia Militar de West Point en 1962, dijo que Inglaterra había perdido un imperio y no había encontrado su papel en el mundo. Hoy se puede decir que aún no la ha encontrado, como lo demuestra el referéndum innecesario sobre el Brexit y sus consecuencias.
Acheson se refería a una Gran Bretaña que era «una mini gran potencia» apoyada por un soft power que le proporcionaban el hecho incontestable de la universalidad de su idioma, un ejército dotado de armas -incluyendo las nucleares- que iban más allá de las sus necesidades y sus posibilidades presupuestarias, un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas -inmerecido si se compara con otras potencias no representadas-, un buen servicio diplomático, una gran capital global financiera y de servicios como es Londres y un establishment político que (hasta la llegada del Brexit) había sabido encontrar un equilibrio entre el pragmatismo y el idealismo, la moral y la economía, las fuerzas del mercado y los derechos humanos. Los ingleses se habían hecho acreedores de una fama de pueblo equilibrado, sensato, que cree en la naturaleza empírica de la vida, con desconfianza de las teorías y aún más de las ideologías.
El desbarajuste del Brexit ha pulverizado ese equilibrio, así como el realismo tradicional del establishment político británico.
El periodista y escritor Lluís Foix, buen conocedor del Reino Unido, explica en un libro reciente como le ha costado entender «que un pueblo tan pragmático haya caído en un debate cargado de mentiras y contradicciones que todavía hoy los mantiene divididos y enfrentados». » El nacionalismo exaltado ha producido el gran caos y la esquizofrenia del Brexit. Las emociones han ganado a los intereses y los británicos se han encontrado con una crisis de la que no saben cómo salir « (Una mirada inglesa, Columna, 2021).
Antes del Brexit (2016) y después de la entrada del Reino Unido en la CEE (1973), la política exterior británica reposaba sobre tres pilares: 1) una «relación especial» con Estados Unidos, 2) un europeísmo a menudo a su pesar o a su contra, pero favorable a la construcción de un mercado interior único y la ampliación continuada del número de estados miembros de la UE, pensando que ambas cosas favorecían sus intereses; un europeísmo firmemente opuesto a toda pretensión de avanzar hacia una federación política europea, y 3) un multilateralismo reforzado por la globalización.Tras el Brexit, la relación con Europa ha dejado de ser un pilar básico de la política exterior británica, la «relación especial» con Estados Unidos es más un deseo británico que americano y está por ver si el multilateralismo le funciona mejor al Reino Unido fuera de la UE que dentro.
El Brexit es una herida autoinfligida por la nostalgia del imperio y una realidad que desgraciadamente puede durar, aunque algunos acreditados analistas piensan que no sería nada raro que un gobierno de Londres volviera a pedir algún día, más pronto que tarde, la readmisión al club europeo en función, una vez más, de sus intereses.
En cualquier caso, después del Brexit, el Reino Unido sigue sin saber dónde está su lugar en el mundo. Su líder populista, Boris Johnson, está tratando de poner remedio a su manera. Él ha ido improvisando últimamente el concepto de una «Gran Bretaña global» (Global Britain ), política y geográficamente dispersa, líder de una Commonwealth líquida de la que forman parte 53 países, anclada en la vieja teoría de Lord Palmerston, dos veces primer ministro en el siglo XIX, según la cual «Inglaterra no tiene amigos ni enemigos eternos, sólo intereses eternos».
En la búsqueda interminable de encontrar un nuevo lugar en el mundo con su viejo imperio desmantelado, como una potencia política y económica europea solitaria, de tamaño medio, recientemente habiendo salido de la UE mediante un referéndum populista lleno de promesas falsas (fakes), el Reino Unido comandado por Boris Johnson acaba de dar un paso importante: ha hecho público un documento de más de cien páginas, que trata de definir la visión del primer ministro sobre el papel de su país en el mundo en el horizonte 2030. Ha llegado el momento de hacer valer el concepto idealizado de Global Britain, que muchos contraponen con ironía al concepto probablemente más realista de little England (pequeña Inglaterra).
El título del documento es el siguiente: Global Britain in a competitive age. The Integrated Review of Security, Defence, Development and Foreign Policy (Gran Bretaña global en una era competitiva. Una visión integrada sobre seguridad, defensa, desarrollo y política exterior).
Sus primeras páginas contienen una bienvenida a cargo del primer ministro. Están inspiradas en el famoso lema populista del Brexit: let s take back control from Brussels (retomamos el control liberándonos de Bruselas). Son páginas con esencia del épico aroma literario propio de Winston Churchill, a quien Johnson admira y trata de emular: «Habiendo abandonado la UE, el Reino Unido ha comenzado un nuevo capítulo de su historia. Navegaremos abiertos al mundo, seremos libres para comerciar a nuestro ritmo, bendecidos por la existencia de una red global de amigos y socios y por la oportunidad que tenemos de forjar con ellos unas relaciones nuevas y más profundas. Nuestro Acuerdo Comercial y de Cooperación con la UE nos proporciona una libertad para hacer las cosas de manera diferente y mejor, tanto desde el punto de vista económico como político. A partir de ahora, la agilidad y la rapidez de acción nos permitirán ser más útiles a nuestros ciudadanos, aumentando nuestra prosperidad y seguridad. Este país puede conseguir grandes cosas. Tenemos un soft power único que comprende el mundo entero. Pocas naciones están mejor situadas que la nuestra para superar los desafíos que tenemos por delante, pero tenemos que estar dispuestos a cambiar la manera de hacer y adaptarnos a un nuevo mundo que emerge a nuestro alrededor».
La ventaja que está tomando el Reino Unido sobre la UE en materia de vacunación contra la Covid es presentada con orgullo por Boris Johnson como prueba de que el Brexit funciona. Este hecho hace vivir a Johnson una hora dulce. La vacunación a estas alturas de la mitad de los británicos, frente a un porcentaje mucho más pequeño de la población de la UE, ha disparado su popularidad.
El primer ministro presenta en el documento Global Britain su visión de futuro de su país en el horizonte 2030.
Se basa en cuatro grandes objetivos : 1) conseguir una Unión más fuerte, más segura, próspera y resiliente, 2) una nación pragmática y responsable con una perspectiva global, 3) una superpotencia científica y tecnológica, y 4) una Unión adaptada a un mundo muy competitivo utilizando las propias fortalezas: defensa y seguridad, ciencia y tecnología, liderazgo diplomático, soft power y liderazgo del cambio climático.
El documento apenas habla de la UE, más allá de decir que «nuestro Acuerdo Comercial y de Cooperación con la UE nos da libertad para hacer cosas mejor y de manera diferente». Europa ya no es el foco prioritario del interés británico. El nuevo foco prioritario es la región del Indo-Pacífico.
Es la primera vez que el Reino Unido declara abiertamente que lo que pase en esa región del mundo es importante no sólo por motivos de comercio y prosperidad, sino también en términos de defensa y diplomacia. En virtud de este importante cambio de óptica, un subtítulo adecuado del documento pudo ser Global Britain pivotes to Asia (Gran Bretaña global pivota hacia Asia) (réplica del lema pívot to Asia que utilizó Barak Obama para presentar su nueva política exterior que ya priorizaba Asia sobre Europa).
Inicialmente hace un elogio de las sociedades democráticas. «La democracia liberal y los mercados libres siguen siendo el mejor modelo para el avance social y económico de la humanidad». Declara después como objetivo esencial la seguridad de los ciudadanos. El Reino Unido quiere ser líder en ciencia y tecnología, así como un hub global en servicios y digitalización. Quiere liderar el cambio climático y la conservación de la biodiversidad.
Todas las páginas del documento respiran optimismo sobre el papel que podrá jugar en el mundo un Reino Unido independiente de la UE.
El documento significa un ejercicio importante de reformulación de los principios de la política exterior y seguridad británica de los últimos tiempos. La administración de Boris Johnson se propone un firme rearme justificado por las «amenazas crecientes» que constituyen Rusia y China. Este rearme quiere ser respetuoso con los compromisos británicos con la OTAN. Las palabras «era competitiva» que figuran en el título del documento hacen referencia a una competencia que va mucho más allá de lo económico o comercial. Se habla «de una gama creciente de amenazas, militares, tecnológicas y doctrinales«.
Rusia constituye «una amenaza importante y activa». Pekín supone un peligro contra los intereses británicos por sus ímpetus expansionistas, su «progresiva militarización» y «la creciente afirmación de su fuerza en el tablero internacional», pero al mismo tiempo se le considera un socio económico con quien se pueden hacer grandes negocios. También se quiere establecer una nueva relación con la India, Japón y Corea del Sur de cara a servir de contrapesos a la expansión de China. Gran Bretaña dedicará doce mil millones de euros a la renovación de su arsenal de armas. Se prevé un incremento del 45% de las ojivas nucleares, que pasarán de las 180 actuales a 260. Sin embargo, el número de cabezas nucleares británicas seguirá siendo muy inferior a la de los Estados Unidos (3.880) y Rusia (4.300).
Como señal inequívoca de sus intenciones de pivotar hacia Asia, Boris Johnson acaba de anunciar que el portaaviones nuclear de la Royal Navy HMS Queen Elizabeth se desplegará próximamente en el Océano Índico y al este de Asia, llevando a bordo 35 aviones ultramodernos que no son británicos sino pertenecientes a la marina de los Estados Unidos, la potencia con la que se quiere seguir manteniendo una «relación especial». Además de las amenazas geopolíticas que constituyen Rusia y China -ante las cuales los Estados Unidos sigue siendo el principal garante de la seguridad de Occidente- se considera probable la aparición de nuevas pandemias, catástrofes medioambientales y atentados terroristas, sobre los que hay que estar muy atentos y, sobre todo, preparados. En materia de desarrollo, Londres intentará volver a dedicar un 0,7% de su PIB en ayuda exterior «cuando las circunstancias lo permitan».
Las primeras reacciones sobre el documento no han tardado en llegar. Algunos parlamentarios británicos han declarado que «su contenido va mucho más allá de describirnos la llegada de una era de competencia, ya que lo que realmente describe es la llegada de una nueva era de guerra fría«. Otros parlamentarios se han quejado de que el documento otorga excesiva importancia a temas de defensa y olvida hablar de reformas previas necesarias a introducir en el envejecido sistema económico británico (aumento de la productividad, reforma de la educación) y político (reforma constitucional de carácter federal) para poder ser fuertes e independientes en un mundo de gigantes.
Moscú se ha apresurado a denunciar la decisión del Gobierno británico de aumentar el techo máximo de su arsenal nuclear, un movimiento sin precedentes desde la caída de la URSS que frena el desarme progresivo de los últimos treinta años. «Lamentamos mucho que el Reino Unido haya elegido el camino del aumento de sus armas atómicas; ninguna amenaza no emana de Rusia», aseguró el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov.
Japón se ha mostrado especialmente satisfecho por la nueva política exterior británica que prioriza la región Asia-Pacífico- Índico.
Japón es mencionado en el documento británico como país clave de la región, junto a Corea del Sur, Australia, los diez países de la Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN) y la India. Tokio ha propuesto un nuevo acuerdo comercial, un mejor entendimiento en defensa y su apoyo al intento británico de reformar la Organización Mundial del Comercio (OMC). También ha ofrecido al Reino Unido adherirse al acuerdo TPP (transpacífica Parnership ), un acuerdo internacional de libre comercio liderado por Japón tras la renuncia a participar de los Estados Unidos durante la administración Trump, del cual China no forma parte, compuesto por 11 países: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
Un informe que acaba de aparecer, publicado por el ministerio japonés de comercio, señala que, a consecuencia del Brexit, el número de empresas japonesas establecidas en el Reino Unido ha bajado entre 2014 y 2019 de 1.084 a 951, mientras que el número de empresas japonesas instaladas en los Países Bajos, Alemania, Francia e Italia en el mismo periodo de tiempo ha aumentado de manera significativa. Boris Johnson se propone enderezar rápidamente esta mala consecuencia económica del Brexit.
El desbarajuste del Brexit ha pulverizado ese equilibrio, así como el realismo tradicional del establishment político británico Share on X