Gobernados por unos obsesos del sexo

La increíble ministra Irene Montero ha traspasado todos los límites cuando, en sede parlamentaria, ha afirmado literalmente lo siguiente: “todos los niños, niñas, niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren. Esto es una forma de violencia. Tienen derecho a conocer que pueden amar y tener relaciones sexuales con quien las de la gana, eso sí, basadas en el consentimiento”.

Las manifestaciones de la ministra, que no son fruto de una declaración improvisada, sino, reiteramos, efectuadas en la Comisión correspondiente del Congreso, son una declaración formal de que el gobierno postula la pedofilia y, si se va la mano, la pederastia. Postula la libertad de relaciones sexuales entre adultos y, no menores de edad, sino niños. Y eso sí, los niños deben consentirlo. Es una brutalidad, pero tiene una larga historia ideológica.

Cabe recordar que en los años 60 y 70 esta era la posición de buena parte de la izquierda surgida del Mayo del 68. Tanto es así que la Internacional Gay y Lésbica (ILGA) tenía en su seno una organización (NAMBLA) que postulaba abiertamente lo que ahora ha dicho Montero: la libertad de relaciones sexuales de adultos, allí no se atrevían a afirmar con niños, pero sí con menores de edad. Fue necesario que Naciones Unidas amenazara a ILGA con la expulsión de su participación en el consejo consultivo de la organización, para que finalmente la Internacional Gay y Lésbica echara de sus filas a NAMBLA.

No hace tanto tiempo en Holanda se creó un partido con la misma finalidad. Ahora se reivindica desde las filas del gobierno. Y nos referimos del gobierno porque éste es solidario de todas las manifestaciones y actuaciones que hacen sus ministros en función de su cargo si no son desautorizadas. Y en estos momentos Sánchez calla.

Por tanto, o bien Montero es formalmente rectificada, y de hecho debería ser cesada, o Sánchez y su gobierno asumirá la concepción manifestada en el Congreso de los Diputados.

El cese, además, es exigido porque lo formulado por Montero es una ilegalidad como una catedral. El Código Penal español penaliza las relaciones de adultos, no ya con niños, sino con menores de 16 años haya habido consentimiento o no. Y las cárceles están llenas de personas que han actuado en ese sentido.

No estamos hablando de violencia sexual, sino sencillamente de hacer y dejar hacer. Qué escandalosa contradicción: por un lado, el Congreso de los Diputados encarga al Defensor del Pueblo que indague la pederastia, las relaciones sexuales de adultos con menores, pero limitada sólo a las personas vinculadas a la Iglesia católica, lo que constituye una clara práctica discriminatoria, porque además se sabe que estos casos sólo significan el 0,4% del total.

Últimamente, el Defensor del Pueblo ha ampliado un poco el foco e incorporará el escándalo de las chicas menores bajo la tutela de las distintas administraciones autonómicas, que presentan numerosos casos de prostitución. Pero está lejos todavía de abordar la pederastia en el seno de todos los ámbitos que dependen de las administraciones públicas.

Pues, mientras se fila tan delgado por un lado y se fija el foco en el 0,4% católico, la propia ministra por la Igualdad considera como un derecho que los niños tengan relaciones sexuales con quienes quieran. Sin embargo, este es un mal profundamente extenso. Tenemos unos gobernantes a todos los niveles obsesionados por introducir en el sexo a nuestros niños. Es una brutalidad porque por edad están lejos de haber desarrollado sus dimensiones sexuales y afectivas, pero existe una pulsión ideológica en este sentido.

En Catalunya no hace demasiadas semanas se produjo el escándalo de Vilassar de Mar y su yincana sexual con niños y adolescentes que en este caso acabó con la dimisión de la concejala responsable y las excusas del alcalde. Ahora se ha producido otro caso en Terrassa, y la reacción es muy distinta.

En la cocapital del Vallès se han programado unos talleres infantiles para niños y niñas de 6 a 12 años de travestismo, Drag Kids, que correrá a cargo de un travesti Manubens, que en el transcurso de dos sesiones de 2 horas, y pagando los padres 5 euros se realizará «un taller intergeneracional de travestismo dirigido a las familias». Consistirá en que las familias cuestionen los cánones tradicionales (ser hombre, ser mujer, ser niño, ser niña) y para ello, dispondrán de perchas llenas de tela y telas de todos colores, y asesorados por tres Drag Queens les acompañarán para que se disfracen de la manera que quieran mientras van preguntándose qué cuerpo les gustaría construir de acuerdo con su deseo. Y eso lo harán tanto padres como niños.

La idea es recrearse e imaginar ser lo que se quiera. Este hecho atenta profundamente contra la naturaleza humana. Pero lo que es peor es que se hace con recursos públicos y con la protección y hospicio de los gobiernos. El director general de promoción cultural de la Generalitat, Josep Vives, ha ofrecido todo su apoyo a este programa y, además, asistirá al taller (suponemos que para convertirse en una Drag Queen).

Por su parte el ayuntamiento de Terrassa dice que apoya sin fisuras la iniciativa y así lo ha manifestado el alcalde Jordi Ballart, quien además ha dicho que se enorgullecía de la calidad del festival. Cabe recordar que Jordi Ballart, el actual alcalde, procede del PSC que abandonó y la plataforma Tot per Terrassa, que es la versión local del grupo de Ada Colau en Barcelona. Gobierna la ciudad porque en las últimas elecciones superó a los socialistas que eran la primera fuerza desde hacía 40 años. Este grupo en el que hay gente de diversa procedencia, como el propio alcalde del PSC, está también integrada, como ocurre en Barcelona, ​​por concejales que pertenecen a Izquierda Unida Alternativa y otros grupos menores. La composición del consistorio es de 10 escaños para Tot per Terrassa, 7 para el PSC, 5 para ERC, 3 para Cs y 2 para JxCat.

Todo ello pone de manifiesto la evidencia de que quienes nos gobiernan desde Madrid y muchos consistorios están obsesionados por el sexo y por sexualizar a nuestros hijos y nietos desde la infancia.

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