La Generalitat manipula la sexualidad de nuestros hijos

La última noticia ha escandalizado, pero dada la memoria de pez de nuestra sociedad, ya está olvidada. En Catalunya entre 2015 y 2021 el número de casos de niñas preadolescentes y adolescentes con disforia de género creció la increíble cifra de un 5.700%. Estas cifras son fruto del estudio realizado a partir de los datos del Servicio Trànsit, la unidad del Instituto Catalán de la Salud (ICS) especializada en disforia de género, que trabaja desde 2012 en Barcelona y que se ha extendido progresivamente en toda Catalunya.

La disforia de género, aunque ahora quiere olvidarse, está descrita en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) (2013) de la American Psychiatric Association, y también en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIM-11 ) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) (2019) donde disforia, que significa malestar profundo, ha sido sustituida por incongruencia de género.

Por tanto, sentirse mal con el sexo que uno tiene está clasificado como un trastorno y definida la forma en que hay que abordarlo y tratarlo desde el punto de vista médico.

La legislación catalana y española se ha pasado por el forro todo esto y han convertido a las personas que se encuentran en esta situación en una nueva identidad sexual. Hay heterosexuales, homosexuales, bisexuales y transexuales. Pero no contentos con ello, desde el poder político de Catalunya y España, se ha llevado a cabo una campaña sistemática de promoción y formento de la transexualidad alterando así las normas básicas de convivencia.

Esta ingeniería social se transforma en terriblemente grave cuando resulta que se aplica sobre niños y adolescentes y la consecuencia es ese increíble incremento de personas en edad infantil y juvenil que consideran que su sexo es otro.

Todo esto tiene consecuencias extraordinarias para la vida de las personas porque abre la puerta a tratamientos que en muchos casos son irreversibles. Y además afecta ya a la sociedad por la masividad del problema.

Hasta hace relativamente pocos años, estos cambios de sexo estaban muy limitados, eran solicitados por personas adultas y debían seguir un procedimiento acompañado del consejo médico.

Todo esto ha pasado a la historia y ahora todo malestar de un niño o una niña es redirigido hacia el cambio de sexo. Lo que es alarmante es constatar cómo este proceso afecta mucho más a las chicas que a los hombres, cuando antes era al revés. Entre las personas mayores de 30 años los que querían modificar su sexo eran sobre todo hombres.

Estos cambios que se han producido de un día para otro es la más clara demostración de que estamos ante un problema de ingeniería social que ahora la Generalitat remata con un nuevo decreto sobre educación afectivosexual para, atención, a niños de 0 a 6 años. Lo aprobó el consejo ejecutivo este pasado martes. Por tanto, son responsables, no sólo el consejero de Enseñanza, que lleva la voz cantante, sino todo el consejo ejecutivo en peso y el presidente Pere Aragonès.

Este decreto secuestra la educación sexual y moral de los hijos de la responsabilidad de los padres y la entrega a la manipulación escolar.

Se pretende desde esas edades tan incipientes que los niños reconozcan cuál es su identidad sexual, cuando aún por edad no la tienen definida. Y hay que proporcionarles la oportunidad de explorar distintos roles de género. Hablando en plata, un niño debe hacer de niña, un niño debe poder ser niña y niño y agradarles unos y otros. Una debe querer cambiarse a niño, etcétera, etcétera.

La escuela debe asegurar que el ambiente en el que viven los niños -atención-, esto significa los entornos familiares «reflejan la variedad de perspectivas de género más allá de los estereotipos socialmente marcados». Es decir, además de manipular la sexualidad de los niños de 0 a 6 años, se va a producir una intromisión inaceptable en el seno de las familias.

Todo esto arranca de la LOMLOE, la fatídica ley Celaá que establece que en la etapa infantil la escuela debe contribuir al descubrimiento de la sexualidad de los alumnos a una edad en la que se inicia la construcción de género. Más claro el agua, quieren construir la sexualidad y el género de nuestros hijos, acompañando a cada niño para que haga el descubrimiento de su propio cuerpo proporcionando cuentos, juegos y materiales adecuados.

Haga un esfuerzo de imaginación y piense en que puede consistir todo esto.

Esta educación establece el decreto, debe darse desde la primera infancia y luchar contra los estereotipos de género, que traducido significa que los hombres son hombres y las mujeres son mujeres. Esto es un estereotipo tóxico porque uno puede ser lo que quiera y muchas cosas distintas. El niño, según el decreto, debe ser «el protagonista de su aprendizaje». Por tanto, una niña, pongamos por caso de 2 o de 4 años, es la que debe marcar cómo se desarrolla en este sentido.

Todo esto es una brutalidad irracional de una gente que vive obsesa por la sexualidad. El problema es que como mandan, no les basta con su caos personal y quieren trasladarlo a nuestros hijos, porque cuanto más desorden haya en este ámbito, más normal parecerán los comportamientos y actitudes desordenados.

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