El pasado año, Francia registró un descenso del 7% del número de nacimientos.
El país que hasta hace poco era el único de Europa que se mantenía cerca del umbral de reposición demográfica (2,1 hijos por mujer en edad fértil), ha pasado en una década de tener prácticamente 2 (pico de 1,98 en 2013) a solo 1,68 en 2023. Francia es cada vez menos la excepción europea y se acerca poco a poco a la media de la UE de 1,53 hijos por mujer (datos de 2021).
Según el instituto nacional de estadística de Francia, el INSEE, se trata del indicador de fertilidad más bajo desde la Segunda Guerra Mundial, con la única excepción de los años 1993 y 1994.
El año pasado, la fecundidad francesa retrocedió para todas las franjas de edad, incluyendo a las mujeres de entre 35 y 39 años, que eran el único segmento que mantenía una tendencia al alza en los últimos tiempos.
Además, la caída en los embarazos fue especialmente fuerte entre las mujeres jóvenes, de entre 25 y 29 años. Desde mediados de la década de los 2000, la mayor fertilidad se concentra en el tramo de edad comprendido entre los 30 y los 34 años, lo que deja menos tiempo para tener el segundo o tercer hijo necesarios para mantener la salud demográfica de un país.
Por lo que se refiere al saldo vegetativo francés, esto es, la diferencia entre las personas que nacen y las que mueren, se ha mantenido positivo desde la Segunda Guerra Mundial, pero la diferencia se va reduciendo año tras año.
Comparadas con España, donde el saldo vegetativo es negativo desde 2017 y la tasa de fertilidad se situó en 2022 en un paupérrimo 1,19 (datos del INE), los datos de Francia parecen todavía para echar cohetes.
Sin embargo, las malas cifras del pasado año desencadenaron una reacción inmediata por parte del presidente francés Emmanuel Macron, que se encuentra este mes de enero en plena reorganización de su gobierno.
Macron, pese a no tener hijos, es sabedor de que una de las principales ventajas con las que cuenta Francia respecto a sus vecinos de tamaño comparable (Alemania, Reino Unido, Italia y España), es la relativa buena salud demográfica.
El 16 de enero, el mismo día que el INSEE publicó las nuevas cifras de natalidad, Macron hizo una comparecencia vespertina en la televisión donde proclamó, nada menos, el «rearme demográfico» de Francia.
Por supuesto, se trata de una hipérbole verbal típica del estilo grandilocuente del presidente de Francia, pero lo cierto es que Macron presentó dos propuestas concretas para combatir los problemas demográficos, y atención, que nada tienen que ver con la inmigración (el 69% de los franceses se declaran contrarios a recibir a más inmigrantes para compensar la bajada de nacimientos, según una encuesta reciente).
Se trata de un plan de lucha contra la infertilidad y de una «baja de nacimiento» alargada de seis meses y aplicable tanto a la madre como al padre. De hecho, la ministra de las solidaridades y las familias, Aurore Bergé (sí, Francia dispone de un ministerio que lleva «familia» en el título) ya había previsto el pasado noviembre extender las prestaciones a los padres que quisieran hacerse cargo durante más tiempo de sus bebés sin poner en peligro sus puestos de trabajo.
De prosperar, estas medidas se sumarían a una batería de prestaciones y ventajas fiscales que Francia dispone para apoyar la natalidad, y ello a pesar de que el país hizo bajo la presidencia del socialista François Hollande un grave paso atrás al retirar la ayuda universal a las familias con dos o más hijos menores, condicionándola al nivel de renta.
El mismo día que se publicaron las malas cifras demográficas del año pasado, Macron hizo una comparecencia en televisión en la que proclamó el rearme demográfico de Francia Clic para tuitear
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